Un chivatazo, unos odios no resueltos y una guerra de por medio. Lo peor de la España de 1936 se conjuró para acabar con la vida de Federico García Lorca, el poeta más internacional y brillante de su generación, la del 27.
Figura tan mitificada como tergiversada, el escritor granadino ha sido empleado como arma arrojadiza por los progresistas de todos los partidos. Incluso como icono gay, algo que le suponen quienes practican el activismo rosa por el mero hecho de haber sido homosexual. Pero es tan improbable que hoy viésemos a Lorca en lo alto de una carroza el día del orgullo gay como que los que se apropian de su figura hayan leído alguna de sus obras.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDe otra manera no se explica tal confusión entre quienes hoy le condenarían a la muerte civil por homófobo. Por ejemplo, por lo que dejó escrito durante su etapa neoyorquina. En las páginas de Poeta en Nueva York puede leerse la Oda a Walt Whitman, ácido ‘homenaje’ al poeta también homosexual que ni mucho menos sale bien parado -por sus excesos- de la misma:
Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.
Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.
¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.
¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.
Es muy probable que por estas estrofas García Lorca fuera hoy señalado por los perros guardianes de la corrección política hasta el punto de solicitar a la Fiscalía que actuase contra el escritor. Y aquí elijan el delito: apología de la violencia machista, delito de odio o sencillamente homofobia. ¿Les suena de algo el caso de los obispos de Alcalá y Getafe o el de Córdoba al que piden sentar ante la Justicia por criticar la ley LGTB de Cifuentes?
El ruido alrededor del poeta durante las últimas décadas ha sido tan intenso que ha terminado por sepultar su obra, como si en realidad ésta fuera lo menos valioso
El ruido generado alrededor del poeta durante las últimas décadas en España ha sido tan intenso que ha terminado por sepultar su obra, como si en realidad ésta fuera lo menos valioso -casi como un obstáculo- para quienes ven en el poeta la coartada con la que empuñar sus consignas. Para qué leer cuando lo importante es la pegatina.
Caín detrás de Abel
Pero la manipulación que ha sufrido la memoria del andaluz también afecta a su propia muerte. Veamos.
Días antes de que estallara la Guerra Civil el escritor abandona Madrid, ciudad a la que ya nunca volvería. Lorca se marcha a Granada y se aloja en la residencia familiar La Huerta de San Vicente. Pero Franco se subleva y los fusilamientos bidireccionales se extienden por toda España. Entonces decide refugiarse en casa de su amigo Luis Rosales.
Rosales, también poeta, y falangista como otro de los amigos de Federico, José Antonio Primo de Rivera, le convence de que no estará tan seguro como en su finca granadina. Y en gran parte lleva razón, porque en Granada mandan los nacionales y a nadie se le ocurriría que alguien pudiese ir hasta allí a buscarle.
Lorca, escondido en casa de Luis Rosales, fue apresado y luego fusilado por la denuncia del exdiputado de la CEDA, Ruiz Alonso, enemigo del falangista granadino
Pero emerge lo peor de la condición humana y las inquinas entre familias. Todo muy de aquella España provinciana en la que en cada pueblo había un Caín persiguiendo a Abel. Algo de eso hubo en la tragedia lorquiana.
Ramón Ruiz Alonso, exdiputado de la CEDA, se entera de que su archienemigo Luis Rosales esconde al poeta. Y da el chivatazo a las autoridades. Antes lo habían buscado en la Huerta del Tamarit, la finca de una prima de Lorca y título de la última obra del poeta («Diván del Tamarit») en la que vaticina su propia muerte.
Muerte al amanecer
Se dice además que entre los que le buscaban había un familiar suyo: José Luis Trescastro Medina, que tenía parentesco con el padre del poeta. Su motivo era de lo más antiguo: cosas de herencias. «A Lorca lo mataron sus primos», señaló Rafael Amargo en el documental Lorca, el mar deja de moverse dirigido por Emilio Ruiz Barrachina.
El resto, ya se sabe: el 19 de agosto de 1936 Lorca es fusilado al amanecer entre Víznar y Alfacar junto a los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcoyas y el profesor republicano Dióscoro Galindo.
Pío Moa: «Su familia no quiere reabrir la fosa por el indecente negocio que otros han montado con su cadáver; si Lorca conociera lo que han hecho, casi preferiría el olvido»
Por supuesto que 80 años después hay incógnitas sin resolver: ¿dónde están los restos mortales de García Lorca? ¿Por qué su familia no quiere reabrir la fosa? El historiador Pío Moa responde a la segunda cuestión en declaraciones a Actuall: «La familia es consciente del indecente negocio que han montado con su cadáver desde los comunistas hasta los progres. Si Lorca conociera lo que han hecho de su memoria, casi preferiría el olvido».
Tampoco sale muy bien parado el historiador Ian Gibson, que presume de ser el máximo conocedor de la vida del poeta, aunque de momento no haya logrado encontrar los restos mortales del mismo. «Gibson lo ha convertido en el negocio de su vida. Es un hecho lamentable y desastroso, explotado de manera indecente por toda la izquierda. Y eso debería terminar alguna vez», señala Moa.
Al ritmo que vamos tampoco sería descartable que los antitaurinos reivindiquen la figura de García Lorca, él, que lloró en verso la muerte de Ignacio Sánchez Mejías.