
No es descartable que los historiadores del futuro confundan la ciencia ficción con la realidad al describir el mundo enloquecido en el que vivimos. Que la muerte de un ser humano inocente suscite una oleada de alegría -con ese halo justiciero del que se cree en la cima de la superioridad moral- retrata la podredumbre moral de nuestra época.
No sabemos hasta qué punto las redes sociales son un reflejo de la sociedad, pero cada vez más abundan los comentarios de usuarios que, sin la máscara del seudónimo, escupen comentarios ofensivos hasta el punto de alegrarse de la muerte del prójimo sin pudor alguno.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraLa muerte repentina del torero Víctor Barrio el pasado sábado en la plaza de Teruel volvió a dejar al descubierto a la jauría de más baja condición que campa en internet. En pocas horas Twitter se llenó de comentarios que celebraban el trágico destino del diestro segoviano. Apenas unos minutos de lectura en esta plataforma -a menudo tan llena de basura- expedían la radiografía del asco, la deshumanización y el jolgorio de la peor chusma.
Aquel que pone al mismo nivel al ser humano con cualquier otro animal revela hasta qué punto el relativismo ha calado en la sociedad -¡qué curioso!- más pacifista de la historia
Entre los entusiastas que brindaron con la muerte del joven Barrio -29 años, una viuda y un nino en camino- está el profesor -así se presenta- Vicent Belenguer Santos. «Me alegro mucho de su muerte, lo único que lamento es que de la misma cornada no hayan muerto los hijos de puta que lo engendraron y toda su parentela», escribió entre otras lindezas.

A la orgía del odio tampoco faltó un habitual: Pablo Hasel, rapero de cabecera de Podemos y amigo de ‘intelectuales’ de la extrema izquierda como Juan Carlos Monedero o el Gran Wyoming. Así reaccionaba a la muerte del torero: «Si todas las corridas de toros acabaran como las de Víctor Barrio, más de uno íbamos a verlas».
Si todas las corridas de toros acabaran como las de Víctor Barrio, más de uno íbamos a verlas.
— Pablo Hasel (@PabloHasel) 9 de julio de 2016
Ni siquiera sintieron compasión por Raquel Sanz, la viuda de Víctor Barrio, que espera un nino. La usuaria de Twitter Lara García Costanzo -a quien ya le han borrado la cuenta en la red social- respondió así al mensaje de Sanz: «Muy feliz estoy, se está pudriendo en el infierno. El mundo es un lugar mejor».

El animalismo llevado al extremo -PACMA, 284.000 votos- sostiene que la vida del ser humano vale lo mismo que la de una cucaracha. Aplicando la lógica animalista de que un torero es un torturador y un asesino que merece la muerte, habremos de concluir que todo el que coma carne o pescado es cómplice del asesinato cometido previamente por el cazador, el personal del matadero o un pescador. Todos a la cárcel.
Por supuesto, la defensa de los animales no está reñida con la del ser humano. Es justamente al revés. Porque no es creíble la defensa a ultranza de los animales al tiempo que se justifican las peores matanzas contra un hombre inocente. Aquel que pone al mismo nivel al ser humano con cualquier otro animal revela hasta qué punto el relativismo ha calado en la sociedad -¡qué curioso!- más pacifista de la historia.