El Papa y los errores liberales

    Hay socialistas y liberales en todas las creencias y religiones, y por supuesto también en la Iglesia Católica.

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    Francisco en la apertura del Sínodo de la Familia.
    El Papa Francisco en la Misa solemne de apertura del Sínodo de la Familia. (Giuseppe Lami / Efe)

    He vuelto a leer la entrevista que hace un par de años, el Papa Francisco concedió a La Vanguardia. Me gustaría plantear a los lectores de Actuall la siguiente hipótesis: quienes hemos errado al enjuiciar al pontífice hemos sido los liberales.

    Me apresuro a aclarar que no secundo el antiliberalismo que cultiva el Santo Padre con frecuencia, y en esta entrevista también: “Está probado que con la comida que sobra podríamos alimentar a la gente que tiene hambre”, como si el hambre hubiese sido reducida en nuestro tiempo redistribuyendo bienes y no creándolos.

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    El punto que quiero destacar hoy no es que el Papa sea un irredento liberal hayekiano. Cualquiera sabe que no lo es en absoluto. Toda persona que quiera buscar declaraciones antiliberales del Papa las encontrará. Pero también las puede encontrar en los textos de la Iglesia en los últimos veinte siglos, y en los Evangelios y en el Antiguo Testamento. De hecho, se pueden encontrar ideas antiliberales hasta en la encíclica más liberal del Papa más liberal –véase Tensión económica en la Centesimus Annus, aquí.

    Hablando de Hayek, si el pensador austriaco dedicó su libro Camino de servidumbre a “los socialistas de todos los partidos”, en términos religiosos podríamos hablar de “los socialistas de todos los credos”. En efecto, en todas las religiones podemos encontrar a personas que subordinan en principio los derechos y libertades del ser humano a plausibles consideraciones de carácter colectivo. Eso es el socialismo, mientras que el liberalismo, por el contrario, estriba en primar los derechos y libertades de cada persona en principio sobre los argumentos que apuntan a su quebrantamiento por consideraciones colectivistas. Así las cosas, hay socialistas y liberales en todas las creencias y religiones, y por supuesto también en la Iglesia Católica que, como los Papas se ocupan una y otra vez en señalar, no es una autoridad científica y tampoco pretende imponer opiniones políticas.

    Volvamos ahora a las declaraciones del Santo Padre. Lo que hace el Papa Francisco en esta entrevista que estoy comentando es subrayar mensajes económicos y morales que podrían y deberían ser defendidos por los liberales, aunque rara vez este Papa cuente con su aplauso.

    La corrección política en masa interpreta que ese sistema es el capitalismo, que se funda precisamente en lo contrario, es decir, en respetar la propiedad de las personas, y en no robar

    Está muy bien, por ejemplo, que diga que el hombre tiene que estar en el centro de la economía, y no el dinero. Si no tiene que estar el dinero, mucho menos tendrá que estar un sistema basado en quitarle a la gente el dinero a la fuerza. La corrección política en masa interpreta que ese sistema es el capitalismo, que se funda precisamente en lo contrario, es decir, en respetar la propiedad de las personas, y en no robar, como ordena el séptimo mandamiento.

    El sistema híbrido intervencionista que prevalece en todo el mundo es un sistema realmente cruel, y acierta el Papa al condenar el paro juvenil, creado por ese intervencionismo, y el abandono de los ancianos, producido porque el Estado les ha expropiado sus pensiones y los ha sometido a sus dictados. Esa idea en la que siempre insiste el Papa de que el sistema “descarta” a la gente es una idea liberal, porque la sociedad civil y las personas libres no lo hacen: la política, sí.

    Por supuesto, los pseudoprogresistas entusiasmados con el antiliberalismo de otras declaraciones del Papa miran hacia otro lado cuando él dice: “Se descarta a jovenes cuando se limita la natalidad”. En su tradicional condena al aborto ningún Papa ha contado con el respaldo de los autodenominados progresistas.

    También es liberal el Papa en su pacifismo: las guerras han sido producto de los Estados, no de sus súbditos. Y, por fin, la globalización, esa supuesta malvada. Dice Su Santidad: “La globalización bien entendida es una riqueza. Una globalización mal entendida es aquella que anula las diferencias”. Por tanto, hay que aplaudir la globalización y aplaudir las diferencias. Está claro que es una apreciable equivocación que los liberales no hayamos enfatizado todo esto suficientemente.

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