Los verdaderos tabúes de la política española

    Lo que nos falta es una derecha liberal-conservadora, pro-mercado, pro-vida, pro-familia y cuestionadora del engendro antinacional.

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    Mariano Rajoy (PP), Albert Rivera (C's), Pedro Sánchez (PSOE) y Pablo Iglesias (Podemos).
    Mariano Rajoy (PP), Albert Rivera (C's), Pedro Sánchez (PSOE) y Pablo Iglesias (Podemos).

    El título era seductor, y el artículo de Esteban Hernández venía avalado en Twitter por personas que me merecen gran crédito: Las palabras prohibidas de la política española. Y que explican casi todo. ¡Qué decepción! Pues las “palabras prohibidas”, las cuestiones nodales que se han convertido en tabúes, resultan ser para Hernández “proteccionismo y antiglobalización, que en su versión europea se convierten en proteccionismo y antieuropeísmo”. Atribuye al rechazo de la globalización y a la nostalgia proteccionista el éxito demoscópico del Frente Nacional francés y de Bernie Sanders en las primarias demócratas de EE.UU.; curiosamente, olvida mencionar a Trump, cuyo éxito se debe a la sugerencia de que bastaría denunciar los tratados de libre comercio y levantar una muralla en Río Grande para que la clase media recupere el poder adquisitivo que supuestamente ha perdido en las últimas décadas “a causa de la globalización”. E imputa el fracaso de Vox a haber defendido “opciones fuertes de libre mercado”. O sea: Vox sería culpable de no haber incurrido en el populismo nacionalista-proteccionista de barreras arancelarias y retorno a la autarquía.

    Uno, que se ilusionó con Vox, entre otras cosas, precisamente por su apuesta nítida por el libre mercado, no podría estar más en desacuerdo. Del FN francés, como de la Alternativa Por Alemania, me puede interesar su defensa de la familia –Marion Marechal Le Pen se ha quedado sola como la última parlamentaria francesa que defiende abiertamente las reivindicaciones de La Manif Pour Tous, tras la traición de Los Republicanos, tan parecida a la del PP– o su realismo en la constatación de que en Francia ya no caben más inmigrantes y que el multiculturalismo es una receta para el desastre. No me interesa nada su programa económico, tan crítico con las consignas de austeridad de Schröder y Merkel, y tan próximo en algunos puntos a la demagogia de Podemos. Como si “recuperando soberanía económica” se fuera a solucionar por arte de magia la tendencia patológica de los hipertrofiados Estados actuales a gastar más de lo que ingresan.

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    El aborto libre es ya asumido por todos y cada uno de los diputados del Congreso, y edulcorado con eufemismos cada vez más sonrojantes

    Pues no. No son esas las “palabras prohibidas” que uno echa de menos en la política española. Hay otras cuya ausencia es mucho más clamorosa. Por ejemplo, la palabra “derecho a la vida”. El aborto libre es ya asumido por todos y cada uno de los diputados del Congreso, y edulcorado con eufemismos cada vez más sonrojantes: “garantizaremos de manera plena el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad”, dijo Sánchez en su discurso de investidura. Rajoy tuvo la decencia de no impostar una discrepancia hipócrita. Lo cierto es que la aceptación del aborto es uno de los pocos principios que suscitan un consenso perfecto entre las fuerzas con representación parlamentaria. ¡Pobre país!

    Hay otras palabras-tabú decisivas. “Natalidad”, por ejemplo. Ni una sola mención a nuestro abisal déficit de nacimientos en tropecientas horas de debate de investidura. Con una fertilidad estancada en los 1.3 hijos/mujer desde hace décadas –un 40% inferior al índice de reemplazo generacional- España se enfrenta a un futuro demográfico pavoroso. Pero sus señorías andan ocupados en debates más importantes.

    Ni una sola voz se levantará en el Congreso para hablar de la reducción del peso del Estado como la vía más segura hacia la prosperidad general

    ¿Y qué decir de conceptos como “libertad económica”, “reducción de gasto” o “estabilidad presupuestaria”? Soraya Sáenz dijo al principio de la legislatura aquello de “no se puede gastar más de lo que se ingresa, pues la primera obligación de un político es gestionar con lo que tiene y no comprometer el futuro con lo que no tiene”. Sin embargo, España ha incumplido sistemáticamente los objetivos de reducción de déficit pactados con la UE; todavía estamos en el pelotón de los torpes, con un déficit público de 5% sobre PIB (o sea, el gasto público supera en más de un 10% a los ingresos fiscales). La deuda pública española se asoma al 100% del PIB: dejaremos a quienes nos sigan una losa asfixiante de endeudamiento. Pero todos los partidos del arco parlamentario coinciden en reclamar “más flexibilidad a Bruselas”, más capacidad de endeudamiento, más déficit, menos austeridad… El aumento de la recaudación permitido por la reactivación económica de los últimos meses no se está aprovechando para reducir déficit, sino para aumentar gasto público. Ni una sola voz se levantará en el Congreso para hablar de la reducción del peso del Estado como la vía más segura hacia la prosperidad general.

    Hay otras hermosas palabras que no oiremos en las Cortes en esta legislatura. Por ejemplo, “recuperación de competencias por el Estado” o “derecho de los ninos a recibir educación en castellano”. Poco importa que casi un 30% de españoles, según las encuestas, sea partidario de la recuperación de las competencias de educación, sanidad y justicia por la administración central. Ese 30% es la hez de la tierra, y su opinión no cuenta. El PP, supuesto garante de la unidad nacional, aplica en Galicia políticas lingüísticas que son un quiero y no puedo de las catalanas. Por cierto, la inmersión en catalán queda blindada por el acuerdo PSOE-Ciudadanos, o eso aseguró Meritxell Batet.

    En fin, señor Hernández, que uno no echa de menos una derecha populista-proteccionista-antieuropeísta. Lo que nos falta es una derecha liberal-conservadora, pro-mercado, pro-vida, pro-familia y cuestionadora del engendro antinacional y despilfarrador en que se ha convertido el Estado de las autonomías.

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    Francisco J. Contreras Peláez (Sevilla, 1964) es catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Sevilla. Autor de los libros: Derechos sociales: teoría e ideología (1994), Defensa del Estado social (1996), La filosofía de la historia de Johann G. Herder (2004), Savigny y el historicismo jurídico (2004), Tribunal de la razón: El pensamiento jurídico de Kant (2004), Kant y la guerra (2007), Nueva izquierda y cristianismo (2011, con Diego Poole), Liberalismo, catolicismo y ley natural (2013) y La filosofía del Derecho en la historia (2014). Editor de siete libros colectivos; entre ellos, The Threads of Natural Law (2013), Debate sobre el concepto de familia (2013) y ¿Democracia sin religión? (2014, con Martin Kugler). Ha recibido los premios Legaz Lacambra (1999), Diego de Covarrubias (2013) y Hazte Oír (2014). Diputado de Vox por Sevilla en la XIV Legislatura.