Merecía una película / El infierno del 37: la gesta requeté del pueblo de Codo

    La defensa del pueblecito de Codo, cercano a Belchite (Zaragoza), fue una de las grandes epopeyas de la Guerra Civil. Ciento ochenta y dos requetés catalanes se batieron heroicamente frente al rodillo republicano. Segarra reconstruye la historia como si fuera una novela.

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    Los requetés antes de empezar la batalla de Codo
    Los requetés antes de empezar la batalla de Codo / Requetés.com

    Los americanos hubiesen narrado esta historia produciendo una película como “El Álamo” y se habría convertido en un mito de la patria. John Wayne no me sirve como protagonista de lo nuestro porque era demasiado grandote y demasiado fuerte y demasiado invencible.

    Los muchachos de los que le voy a hablar eran de pueblo, delgados y bajitos, como la mayoría de los chicos en la España de aquellos turbios años 30. Eran tímidos y buena gente. Algunos eran monaguillos. Otros, los empollones de la clase. Había payeses y artesanos; y obreros de los restos de algún sindicato católico, o de la “Federación de Jóvenes Cristianos de Cataluña”.

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    No eran legionarios bravucones o soldados bregados en la guerra. Había algún guardia civil con ellos. Y uno podría ser el protagonista cinematográfico de este drama. Se llamaba Martorell y se parecía a James Stewart. Cómo llegó al lugar de los hechos bien podría ser el principio de la película.

    -¿Cuál fue el lugar de los hechos?

    -Codo.

    -¿Codo?

    -Codo. Un pueblo de la provincia de Zaragoza, en medio de una estepa que disfruta –es un decir- de fauna y flora siberianas. Un desierto, ya se lo he dicho.

    -Codo…

    -Sí, Codo. A pocos kilómetros de Belchite. ¿Nunca ha estado en Belchite?

    -No.

    -Vaya cualquier día. Encontrará el pueblo nuevo y el pueblo viejo. El pueblo viejo está en ruinas. Está como lo dejó la guerra. Es un pueblo fantasma.

    En las ruinas de Belchite hay fantasmas que gimen llamando a su madre o a  su novia

    Allí han quedado los cañonazos y las ráfagas de ametralladora y los gritos como en un bajorrelieve fúnebre. Los gritos de los muertos se repiten y los disparos, a veces, también. Y hay fantasmas que gimen llamando a su madre o a su novia. No me mire con esa cara. Eso dicen algunos que han ido allí de noche y han captado psicofonías. No es necesario que vaya usted con una grabadora.

    Le bastará un poco de imaginación para ver toda la sangre vertida, todos los gritos y todas las almas desgarradas. Permítame una fanfarronada a la española: hay cosas que los miembros del glorioso Cuerpo de Marines no pueden vivir sin enloquecer.

    Pueblo fantasma de Belchite
    Pueblo fantasma de Belchite

    Aquí en España tenemos, gracias a Dios –o a satán, no lo sé-, el sentido del ridículo: algo único en el mundo. No hay otra raza que lo sufra. “The spanish shame” le llaman los anglos. El sentido del ridículo ha propiciado las más grandes hazañas de nuestras gentes. Y ha favorecido también el cainismo. Aquí no se rinde ni Dios, ya me entiende. Aquí mandan los cojones, de un lado y del otro.

    -Lo de Belchite fue una carnicería que empezó en Agosto de 1937. Codo fue, si me permite el humor negro, una especie de aperitivo macabro. Voy a intentar ordenarme.

    -Eso que le cuesta a usted tanto. Y además no le creo: 180 hombres contra 15.000. ¿Monaguillos catalanes? ¿Novatos?

    -Allá usted. Eran requetés, carlistas. Aquí tengo esta carpeta. Vea y lea. Es el parte de uno de los pocos supervivientes de Codo, el alférez médico Manuel Navarro Garriga. Pero antes imagine el escenario de la película. Amanece en el desierto aragonés y el camión artillado que iba y venía de Codo a Belchite con munición y provisiones y algún refuerzo avanza por aquella estepa.

    De pronto, las pequeñas lomas que circundan la carretera se pueblan de sombras amenazantes, como los indios en los “westerns” cuando van a atacar a los del 7º de Caballería. El camión acelera porque empiezan los disparos y la lluvia de morteros. En ese vehículo iba, muy probablemente, el brigada Martorell, de la Guardia Civil.

    Entran en Codo como una exhalación y dan la voz de alarma. Antes, el que hacía la guardia rutinaria en el campanario de la iglesia del pueblo había advertido al oficial al mando que se oían disparos en la dirección de Belchite. Supusieron que, de no ser una escaramuza más, el ataque se concentraría en aquella poblacion. Se equivocaron por unos días.

    -Me lo imagino: el fuerte rodeado de indios amenazantes. Permítame la carpeta. Gracias.

    -Lea, lea el parte del alférez Navarro Garriga.

    -“El pueblo de Codo, del sector de Belchite, está situado a 3 kms. al N.E. de esta poblacion, por lo que constituía juntamente con el Seminario y la Ermita del Pueyo uno de los puntos defensivos de Villa y de sus comunicaciones con Zaragoza.

    Estaba allí de guarnición el Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat, que por estar en formación todavía contaba con unos 180 hombres, todos ellos catalanes evadidos de la zona roja, en donde habían sido perseguidos por su acendrado patriotismo, por su fe católica o por sus ideas políticas.

    Su oficialidad estaba formada por el teniente Francisco Roca y los alféreces Bach de Fontcuberta…”

    -Perdone la interrupción: recuerde al alférez Bach de Fontcuberta. Es uno de los protagonistas principales de esta historia. Y un misterio aún por aclarar.

    “El enemigo, en número aproximado de 15.000 hombres y apoyado por 13 tanques rusos, se lanzó al asalto de nuestras posiciones defensivas”

    -Lo haré. Prosigo: “…los alféreces Bach de Fontcuberta, Bonet, Vilá, Alós y Morales. Así como el capellán, Reverendo Carrera, y el médico que suscribe, Navarro Garriga. Cuando el 24 de Agosto de 1937 el enemigo, en número aproximado de 15.000 hombres y apoyado por 13 tanques rusos, después de una intensísima preparación artillera que comenzó en las primeras horas de la mañana, se lanzó al asalto de nuestras posiciones defensivas, el Tercio entero estaba en la brecha, dispuesto a defender hasta perder la vida aquello que le tenían confiado.

    El enemigo creyó presa fácil el pueblo de Codo, mas no contó con el heroísmo de un puñado de patriotas catalanes para los que la vida no tenía importancia, y así fue cómo fueron rechazados por primera vez a pesar de su enorme superioridad numérica.

    Todos cuantos asaltos intentaron repetir fueron a estrellarse en el pecho de estos bravos requetés, cuyos nombres debieran estar esculpidos allí mismo para ejemplo de la posteridad.

    A las nueve y media llegaron los únicos refuerzos que recibimos durante el asedio; eran las falanges 18 y 21 de la Bandera del capitán Santapau que, al mando de los alféreces Ibáñez, de la Guardia Civil, y un brigada (cuyo nombre siento no recordar), y el alférez médico, mi colega el doctor Guirueta, se abrieron paso a través del enemigo y consiguieron entrar en la plaza. Se fraternizó con ellos con todo cariño y se les distribuyó convenientemente, mandados por el teniente Roca y el alférez Ibáñez.

    Se encontraba también con nosotros un carro blindado que diariamente hacía el recorrido de descubierta de Belchite a Codo para evitar infiltraciones, y que sorprendido por éste que le tendió una emboscada traicioneramente, pudo llegar por sus propios medios a Codo, en donde hubieron de ser curados de heridas menos graves sus conductores.”

     

    Requetés
    Requetés

    -Es muy probable que el brigada de la Guardia Civil que cita Navarro y cuyo nombre –como Cervantes- no recuerda, sea Martorell. También éste pudo llegar en el carro blindado, aunque lo dudo.

    -Yo diría que llegó en el camión.

    -¿Cómo lo sabe?

    -Sé más de lo que usted cree. Los editores, como los espías, sabemos más de lo que aparentamos. Vuelvo a la lectura: “Alrededor de las 11 de la mañana, y convencido el enemigo que de frente no podía hacer nada, ante el empuje de los nuestros, rodeó completamente el pueblo y atacó por todas direcciones estrechando el cerco.

    A partir de aquel momento, el teléfono que funcionaba regularmente informando al mando de las incidencias de la lucha, empezó a funcionar anormalmente y se hicieron precisas extremas precauciones ante la sospecha de que el enemigo, debido a su posición, establecía derivaciones en la línea.

    Desde esta hora empezaron a menudear más las bajas y la lucha se hizo cada vez más encarnizada.

    Debido a la escasez de munición de reserva, 1.600 cartuchos de fusil, y algo más de fusil-ametrallador, se tiraba, por orden del Mando, a menos de 50 metros para no malgastar la munición y llevar la resistencia hasta el límite posible.”

    -Hay que tener arrestos para aguantar a pie firme una arremetida de ese calibre y no tirar hasta que te los encuentras encima, como quien dice.

    -Mucha sangre fría, en efecto. Imagino que las bajas causadas al enemigo serían cuantiosas: a esa distancia cada disparo puede ser mortal. Permita que siga: “A las 12, y en vista de que los asaltos con bombas de mano, constantemente repetidos, no daban resultados satisfactorios, el enemigo, sin dejar de hacer funcionar sus ametralladoras, empezó un nuevo e intenso cañoneo con baterías del diez y medio que tenían emplazadas en la parte del Saso, sobre las casas del pueblo, acompañado de intenso fuego de morteros y cañones de tanques, dirigiendo el fuego artillero principalmente contra la Iglesia.

    Duró dos horas y se levantaron inmensas nubes de polvo que hacían el aire completamente irrespirable y dificultaban la visibilidad; poco después, comenzaron a estallar granadas en la periferia del pueblo, las cuales al explotar levantaban unas columnas de humo negro y denso que impedían ver los movimientos del enemigo.

    A las cinco de la tarde, el número de bajas era considerable para nosotros; los actos de heroísmo se daban continuamente; las posiciones se mantenían todas: fueron 12 horas de intenso y horrible combate en las que el enemigo no pudo dar ni un paso a pesar de su enorme superioridad numérica.”

    Entre los atacantes había catalanes también, sobre todo en las unidades anarquistas de la CNT-FAI, pero la mayoría eran de las Brigadas Internacionales

    Una resistencia numantina la de estos muchachos. Y fíjese: todas las órdenes, improperios, insultos y gritos propios del combate eran en catalán. Entre los atacantes había catalanes también, sobre todo en las unidades anarquistas de la CNT-FAI, pero la mayoría eran de las Brigadas Internacionales y de las de Líster y Modesto, tropa curtida y brava. Los monaguillos se clavaron al terreno y, al cabo de doce horas de duros combates, los rojos no pasaron.

    El “No pasarán” que monopolizaron los llamados “antifascistas” es algo que define tanto a los españoles como el “por cojones” o el sentido del ridículo. Veamos cómo sigue la historia. Pídame un whisky, haga el favor, tengo la boca seca.

    -Camarero…

    -Continúa el alférez Navarro Garriga: “En vista de lo cual, los rojos acudieron solapadamente al ardid del teléfono para, por medio de engaños y fingiéndose el Mando en Belchite, facilitar sus planes. A tal efecto, cuando se intentaba comunicar con aquella poblacion, intervenían la línea.

    La artillería de Belchite, que desde media tarde había extremado su fuego contra el enemigo, a requerimiento nuestro hubo de suspenderlo por no poder comunicar ampliamente con nosotros y desconocer la situación de ambas fuerzas.

    Este momento fue aprovechado por los rojos para –ya sin temor alguno- continuar su fuego destructor sobre el pueblo, destrozando algunas casas y la fachada y el tejado de la Iglesia, cuyas puertas se deshicieron casi por completo.

    Los heridos y muertos aumentaban; en tal situación, los médicos Guirueta y Navarro, repartido convenientemente el servicio, sin abandonar por un momento sus puestos, curaban a cuantos necesitaban de ellos y los animaban.

    Figura destacada fue, además de toda la oficialidad sin excepción alguna, la del capellán Reverendo Carrera, quien, con un Santo Cristo en una mano iba a los puestos de mayor peligro, animando a morir por Dios y por la patria a los requetés, y oyendo en Confesión a cuentos lo solicitaban.

    A las siete de la tarde, y tal y como se presentaban los acontecimientos –pues quedaba escasísima munición-, el capellán, siempre celoso de su sagrado ministerio, procedió a repartir la Sagrada Comunión para consumir las Formas y sustraerlas a la profanación de los rojos. Llegó a la Comandancia Militar y nos exhortó a morir como cristianos, al par que a aceptar la muerte en descargo de nuestros pecados.

    Terminado el acto, sencillo pero de alto valor emotivo, cada uno fue al puesto que se le asignó, terminando aquel día sin que el enemigo pudiese poner pie en nuestras posiciones, y eso que, además de escasear la munición, había el 50% de bajas, y de las dos ametralladoras y seis fusiles ametralladores, sólo funcionaban la mitad, por haberse inutilizado el resto de tanto disparar. El enemigo había perdido, según datos fidedignos, unos 500 hombres ese día.”

    -Estas historias me dan mucha sed. Pídame otro coñac. Sé lo que está pensando: la gesta parece imposible, pero es tan verdadera como el hecho de que se me ha terminado el “Camel” sin filtro.

    -No se preocupe, le he traído un cartón.

    -Gracias. Sí, usted estaba pensando eso, ¿no es cierto?

    -No, exactamente. Ya le he dicho que sé más de lo que cree. Me interesa saber qué fue de cada uno de estos muchachos. Me interesa en especial saber qué fue de Bach de Fontcuberta y de Martorell.

    -Todo llegará a su debido tiempo y si encuentro la carpeta que contiene esos documentos. Creo recordar que el alférez Bach fue el último oficial que quedó con vida y peleando en aquel infierno. Navarro Garriga, el alférez médico que nos cuenta la historia, pudo escapar unas horas antes y llegó a Zaragoza. Bach es un misterio en sí mismo. Creo que escribiré el libro para desentrañar este enigma. En cuanto a Martorell, volvió a Barcelona y le perdí la pista en la cheka de la calle Vallmajor. No he podido averiguar nada más de él.

    -Es evidente, pues, que fue uno de los pocos supervivientes.

    -Sin duda.

    -¿Y su papel en la batalla?

    -Estará en alguna otra carpeta. Ya lo encontraremos. ¿Por qué le interesa Martorell?

    -Ya se lo explicaré. Pero empiezo a temer que debiera haber confiado esta investigación a alguien más metódico que usted.

    -Probablemente tenga usted razón. Le ruego, sin embargo, que no juzgue mi trabajo hasta que hayamos terminado. ¿En este bar cierran tarde por la noche?

    -O no cierran. Son amigos. No se preocupe por el horario. ¿Tiene a mano la continuación del relato del alférez médico Navarro Garriga?

    -Sí, aquí… Perdone, se me ha caído la ceniza…

    Soldados republicanos en el frente del Ebro
    Soldados republicanos en el frente del Ebro

    -Veamos: “Así llegamos a aquella heroica noche del 24 al 25 de agosto en que los rojos, comprendiendo su impotencia, se dedicaron a proferir los mayores insultos y a cantar “La Internacional” a escasos metros de nuestros parapetos.

    «Al amanecer del 25  se lanzaron de nuevo al asalto con bombas de mano, , pero una vez más hubieron de retroceder, vencidos”

    Al amanecer del 25, y en sus primeras horas, se lanzaron de nuevo al asalto con bombas de mano, con la esperanza de poner pie en nuestro suelo, pero una vez más hubieron de retroceder, vencidos.

    Siete asaltos, regulados, repitieron con idénticos resultados; mas los milagros son sólo potestativos de Dios, Nuestro Señor, y como apenas había munición se dio la orden de tirar a 20 pasos de distancia únicamente.”

    -¿Imagina usted la sangre fría que requiere eso?

    -Sí. Escuche: “En algunos puntos se llegó al arma blanca, por haberse terminado la munición. Pero, a pesar de todo, los rojos no podían avanzar, por lo que volvieron a recurrir a un ardid: llamaron por teléfono fingiendo ser Belchite y felicitaron efusivamente a los defensores, anunciándoles que a las 12 en punto del día siguiente llegaría la Mehal-la de refuerzo –los moros, ya sabe-. Esperaban así que nos confiáramos, y preparaban una emboscada.

    Efectivamente, a esa hora en punto, una intensa polvareda nos dio a conocer la proximidad de refuerzos, a los que el enemigo aparentaba batir con fuego de cañón, que siempre quedaba corto.

    Estas fuerzas eran argelinas (francesas) a caballo que trataban de acercarse, sin ser molestadas, a nuestras posiciones; pero resultó en vano, ya que, advertidos a tiempo, se procedió a hacer fuego contra ellos haciéndoles retroceder como a las restantes tropas rojas.”

    -Espere, espere. Recuerdo que quien puso en fuga a la falsa Mehal-la argelina fue Bach de Fontcuberta y sus requetés. Fue él quien intuyó el engaño y salió a pecho descubierto con los suyos. La actuación de Bach, personalmente, debió ser terrorífica, porque sus chicos no sumarían más allá de una docena, con pocos cartuchos. Eso sí, las bayonetas caladas.

    Imagine, en cualquier caso, a un diablo de casi un metro y noventa centímetros de altura al frente de 12 requetés haciendo huir como conejos a todo un escuadrón de jinetes moros –argelinos o senegaleses, en esto hay dudas-. Dejó tendidos en aquel desierto una veintena de cadáveres. Luego Mihail Koltsov inventó una mentira periodística que puede tener cierta base en este hecho.

    -¿Mihail Koltsov estaba en Codo? Lo suponía.

    Mijaíl Efímovich Koltsov
    Mijaíl Efímovich Koltsov / Wikimedia

    -¿Por qué lo suponía? ¿Cuándo va a contarme usted lo que sabe?

    -Permita que no le responda todavía. Ha dicho usted que emita mis juicios cuando termine de ver su trabajo. Pero es evidente que la ofensiva republicana de aquel verano de 1937 iba a ser un paseo militar para llegar a Zaragoza, y no lo fue en absoluto.

    Que estuviese Koltsov, corresponsal de “Pravda” y agente de la NKVD  no resultaba sorprendente. Me atrevería a conjeturar que Koestler y Hemingway también rondaban por allí

    Todo el aparato militar y propagandístico soviético –y sus corifeos occidentales- se presentaron en esas tierras para cantar una victoria fácil y aplastante que detuviese el ataque de Franco en el norte y partiese en dos a sus ejércitos.

    -Es probable. El caso es que Bach hizo una carnicería con los argelinos o los senegaleses y regresó sin bajas. Como le he dicho fue el último oficial que quedó con vida y luchando en Codo. Las sucesivas posiciones que defendió costaron a los rojos mucha sangre. Le temían porque, además, se dejaba ver sin miedo alguno, y yo no podría reproducir sus insultos sin ruborizarme. Me consta que algunos “internacionales” cedieron sus puestos de asalto a los anarquistas cuando veían venir a Bach de Fontcuberta.

    -¿Y qué mentira inventó Koltsov?

    -Está aquí. Tengo esa carpeta localizada. ¿Ve? “El asunto Koltsov”. Ahora es mejor que continuemos con Navarro Garriga y su parte.

    -Como quiera. Sigo: “Pero el momento supremo se acercaba. Faltaba munición y la lucha se continuó al arma blanca. Se defendió casa por casa, se disputó paso a paso al enemigo en medio del tronar de las armas automáticas que los rojos iban instalando rápidamente en los edificios conquistados.

    Se dio orden de repliegue al cuartel del camino viejo de Quinto, y de allí a la casa del cura, en donde se procedió al recuento de hombres útiles que quedaban para empuñar el fusil a la bayoneta calada, unos 80 hombres, con los oficiales; los restantes habían caído por Dios y por la patria en el puesto que se les asignó: cumplieron como héroes.

    El alférez médico Guirueta quedó entre los desaparecidos, teniéndose la esperanza de que esté prisionero y viva.”

    -Le interrumpo un momento. Los rojos no hicieron prisioneros en Codo. Los mataron a todos, incluidos los enfermos y los heridos. Lo reconoce el propio Koltsov en su “Diario de la Guerra de España”.

    -¡Dios santo! En fin… “Reunidos, pues, el teniente Roca dio la orden de avanzar para romper el cerco a la bayoneta calada, antes que rendirnos –eso nunca-. Y fuimos adelante. El enemigo se abrió en abanico, haciendo fuego cruzado sobre nosotros con profusión de armas automáticas. Después la caballería argelina dio el golpe final.

    Allí sucumbieron heroicamente el teniente Roca y los alféreces Vilá, Bonet y Alós, replegándose de nuevo el alférez Bach de Fontcuberta, que se hallaba en vanguardia, y el que suscribe, alférez Navarro Garriga, a la casa del cura, donde organizaron de nuevo la defensa, con la munición que se recogió del suelo, abandonada por el enemigo.

    Unos 18 requetés y un falangista estaban con dichos oficiales y mantuvieron el reducto desde las cuatro de la tarde hasta las nueve de la noche, resistiendo cuantos ataques les dirigió repetidamente el enemigo.”

    España devora a sus hijos Y lo hace con una voracidad diabólica

    -Esto corrobora lo que le contaba de Bach. Siga, siga,…

    -“Por último, a esta hora y amparados por la noche, en tres grupos, y luego de haber tenido cuatro muertos, cada grupo con una bomba de mano, hicimos una segunda salida, consiguiendo llegar parte de ellos a Zaragoza, pues algunos, como el alférez Bach y otros bravos quedaron en el campo nuestro o se ignora su paradero.”

    -Unos héroes, como todos aquellos muchachos. El pequeño grupo de héroes que salva a toda una comunidad del desastre y que, poco tiempo después de salvarla, esa misma comunidad los ningunea, los desprecia y los olvida.

    España, como usted decía, devora a sus hijos. Y lo hace con una voracidad diabólica. No quiero divagar otra vez. Navarro Garriga, según todos los estudios realizados hasta ahora, fue el único oficial que salió vivo de Codo. Amén.

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    Francisco Segarra es director del digital geopolítico www.institutodeestrategia.com, publicitario y escritor. Por un milagro de la Gracia de Dios, después de 40 años de excesos, ya no fuma ni bebe. En Twitter es @ElCoronelPakez y en la vida real un alegre melancólico crónico. Con el monje Altisent cree firmemente que lo que pasa es lo que toca y Dios lo quiere. Su lema: OMNIA IN BONUM.