En las series de televisión y las películas antiguas, cuando aparecían hombres fumando que no llevaban uniforme alemán y mujeres contentas de cuidar de sus hijos y de la casa, era frecuente la escena de unos actores contemplando el telediario de la noche con una copa en la mano.
Yo no tengo esa costumbre (en verano, quizás, un helado o una tónica), pero si la tuviera me plantearía dejarla porque, después de los telediarios de esta semana, pensaría que me estaba alterando los sentidos.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraNo se sorprenderá si le digo que España está bajo una ola de frío siberiano. Por primera vez desde 1983, las nevadas han cubierto las playas de Valencia y Murcia. Y en muchos lugares de Aragón y Cataluña las temperaturas han caído por debajo de -20º.
Pues la explicación racional, laica y científica que nos dan los medios de comunicación no es que haga frío y nieve porque es invierno, sino por el ‘cambio climático’, antes llamado ‘calentamiento global’.
El 18 de enero veía el telediario de TVE. Después de varios minutos de las mempicas estampas de parques, casas, montañas y coches bajo la nieve por toda la Península y Baleares, compensadas con playas soleadas en Canarias, la siguiente ‘información’ fue que una ola de frío puede darse en una situación de cambio climático, como en la que nos encontramos; y se añadió que el año 2016 había sido el más “caluroso de la historia”.
Varios periódicos se apuntaron también a esa nueva ciencia que es el alarmismo, como La Vanguardia (“El 2016 fue el año más caluroso de la historia (y ya van tres años rompiendo récords)”), sin matizar que en todo caso será el más caluroso desde que se toman de manera fiable las temperaturas en todo el mundo.
¡Qué meses de desgracias llevan soportando el Imperio Progre y sus servidores! El Brexit, el susto de las elecciones austriacas, la victoria de Donald Trump sobre la candidata de Wall Street, Hollywood y los mass-media, el triunfo militar de Assad en Alepo, las encuestas que colocan a Marine Le Pen cerca de la presidencia de Francia…
Y la misma semana en que Obama tiene que hacer de guía de la Casa Blanca a Trump, nos cae encima en España una ola de frío siberiano (o polar, que no tengo clara la diferencia) que introduce en el vulgo, en la ‘cesta de deplorables’, la sospecha de que el calentamiento global por causas humanas es un cuento para sacar dinero y acaparar mando.
Un profesor británico llegó a decir que el calentamiento global es tan agudo que «los ninos no sabrán lo que es la nieve»
Hay que tratar de mantener la vacilante fe de la plebe en los dogmas que difunde el Poder, y por eso, casualmente, junto con las noticias de las nevadas se difunde otra que asegura que el frío es consecuencia del calor.
Por mucha LOGSE y mucho Twitter que los espectadores hayan tragado, hay un momento en que las campañas contra la realidad y la lógica fracasan.
Es ahora cuando conviene hurgar en el baúl de los recuerdos y sacar los pronósticos catastrofistas de los ‘calentólogos’, gente que gana dinero y fama asegurando que viene el fin del mundo y que escupe a quienes les tocan el negocio el insulto de ‘negacionista’.
Por ejemplo, en 2008 el Premio Nobel de la Paz Al Gore afirmó en 2009 que en un máximo de siete años no habría hielo en el mar Ártico. La profecía no se ha cumplido, como puede comprobar pinchando aquí.
Y en 2001, el doctor David Viner, jefe de un centro universitario (y subvencionado) de investigación climática en la Universidad de East Anglia, afirmó tajante que el calentamiento global era tan agudo que “los ninos no sabrán lo que es la nieve”.
El periódico The Independent, que publicó un reportaje sobre el ‘cambio climático’ donde aparecía semejante novela de terror, ha borrado la página web. ¡Simple casualidad!
Vayamos a lo obvio. ¿Hay cambio climático? Pues sí, desde que el clima existe, porque éste no es un factor fijo, sino que cambia y evoluciona debido a factores como la radiación y las manchas solares, la inclinación del eje de la Tierra, la actividad volcánica (la erupción del Tambora en 1815 hizo que 1816 fuese ‘el año sin verano’ en todo el planeta) y fenómenos naturales desconocidos hasta hace pocas décadas, como El Niño y La Niña.
¿Inflluye el hombre en el clima? Sin duda, pero no hasta el punto de alterar los grandes períodos naturales. No seamos tan soberbios sobre nuestras capacidades.
En los años 70, los científicos y los mass-media anunciaban una nueva edad de hielo; treinta años después, aseguran que estamos a punto de quedarnos sin glaciares (los glaciares en los Pirineos están retrocediendo desde mediados del siglo XIX, cuando concluyó la Pequeña Edad de Hielo y la generación de CO2 por la quema de carbón y petróleo era inapreciable).
La primera noticia sobre el deshielo del Ártico apareció en la prensa occidental en 1938.
Y en las páginas del New York Times, el mismo periódico que aseveraba que la ganadora de las elecciones presidenciales sería Hillary Clinton y ha dado pábulo a la conspiración de Putin para colocar a Trump en la Casa Blanca. Y no añado más, que luego me llaman ‘conspiranoico’.
El alarmismo que practican los científicos cuyos programas dependen de las subvenciones no ayuda a tener un debate serio
El alarmismo que practican los científicos cuyos programas dependen de las subvenciones no ayuda a tener un debate serio, con datos, no con modelos matemáticos.
Pero como en el asunto de la ‘ideología de género’, quienes controlan el discurso no quieren debatir, quieren excluir y eliminar, porque se juegan mucho.
Pobres progres (perdón por el trabalenguas): el viernes Trump tomó posesión de la presidencia y ellos no podían desear que le ocurriese lo mismo que al presidente Harrison.
Éste falleció en 1841, al mes de comenzar su mandato, porque no quiso ponerse un abrigo cuando juró el cargo en el invierno de Washington, y contrajo una neumonía. Y eso que estaba a punto de concluir la Pequeña Edad de Hielo.