El revuelo montado contra el autobús de Hazte Oír ha sido muy notable. Todo el universo mediático se llenó de voces de alarma y de condena, y las agresiones abarcaron el delito informático contra Hazte Oír y la divulgación de datos personales de Ignacio Arsuaga hasta la violencia física contra el mismo presidente de HO y algunos de sus seguidores.
La alcaldesa de Madrid, Manuel Carmena, movilizó cuatro unidades policiales diferentes para frenar el bus de HO y expedientó a dos policías municipales por no haber detenido y multado el bus, que fue atacado en varias ciudades españolas. En Sevilla, donde algunas personas lanzaron piedras contra el autobús, el Ayuntamiento, con acuerdo de todos los partidos, se apresuró a emitir una enérgica condena contra…el autobús. Pero ¿qué está pasando aquí?
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl autobús logró que ardiera Troya afirmando que los ninos tienen pene y las ninas vulva
A tenor de las reacciones, la única conclusión posible es que HO había violado de manera ostensible algún principio fundamental de la comunidad, alguna norma básica de la convivencia. Sin embargo, no era así. El autobús logró que ardiera Troya afirmando que los ninos tienen pene y las ninas vulva.
Dirá usted: decir eso no es violar nada, sino formular una mera constatación biológica. Cualquiera sabe que eso es así. Y, sin embargo, como digo, ardió Troya. Es interesante indagar las razones por las cuales lo hizo. Será ilustrativo recurrir a la izquierda que, aunque no fue la única, sí fue la más locuaz y potente en sus improperios, en particular los comunistas.
Nótese la retórica: el culpable ya no es el agresor, sino el agredido
Estos célebres defensores de la tolerancia, la libertad y los derechos humanos, sugirieron en Sevilla que las personas de HO no tenían derecho a no ser apedreadas: “Lo de Hazte Oír no es libertad de expresión sino discurso del odio”. Nótese la retórica: el culpable ya no es el agresor, sino el agredido. Y, lógicamente, todo lo que se haga contra él está justificado, por ejemplo, echarlo de la ciudad, de lo que se felicitaron los comunistas sevillanos: “Hemos logrado que se vayan”. Eso sí, se quejaron de que la policía protegiese a los apedreados: evidentemente, la obligación de las fuerzas del orden era sumarse a los que apedreaban.
Se definen los delitos de odio como los que “tienen lugar cuando una persona ataca a otra motivada exclusivamente por su pertenencia a un determinado grupo social, según su edad, sexo, identidad de género, religión, raza, etnia, nivel socio-económico, nacionalidad, ideología o afiliación política, discapacidad u orientación sexual”. Los agresores de HO alegan que las palabras que aparecían en el autobús probaban el odio de HO a los transexuales, lo que claramente no era una conclusión legítima.
Incluso podía volverse contra los agresores, cuya aversión a la religión católica es bastante evidente (es revelador que la izquierda quiera presentarse como adalid de las libertades cuando sistemáticamente las quebranta; por ejemplo, en ninguna parte han sido los homosexuales más maltratados que en las dictaduras comunistas).
Enkvist: «La ideología de género es pura ideología como dice la propia palabra y no estoy de acuerdo con que se enseñe en las escuelas»
La campaña del autobús, que HO ha insistido en que va a continuar, y me parece muy bien, reclama para los padres el derecho a que sus hijos sean educados conforme a determinados conceptos y valores, que incluyen, por ejemplo, dicha aceptada constatación biológica. Tamara García Yuste entrevistó en Actuall a Inger Enkvist, experta mundial en educación, y le preguntó: “¿Qué le parece que se obligue a los ninos a estudiar contenidos LGTB?”. La pedagoga sueca respondió: “La ideología de género es negativa. Se debe estudiar en la escuela lo que está científicamente comprobado. Cosas de las que todo el mundo está de acuerdo. La ideología de género es pura ideología como dice la propia palabra y no estoy de acuerdo, porque no existe un consenso social”.
Estos asuntos, consensuados o no, deberían ser libre, pacífica y abiertamente debatidos, y donde todos los puntos de vista deberían ser escuchados y analizados. Y, sin embargo, no es así. Hay una asombrosa asimetría moral, conforme a la cual si uno defiende el catolicismo y critica la ideología de género uno es un enemigo de la sociedad, contra el cual todo es válido, y cuyas opiniones, por supuesto, no se pueden escuchar. De ahí que se tomen con naturalidad los incesantes ataques contra la Iglesia, ataques nunca son delito de odio, porque, como la Iglesia es por naturaleza una institución reaccionaria, malvada y atrasada, no hay límites a lo que se puede decir en su contra.