En el Sur de Europa creemos que hay males que sólo nos afligen a nosotros. Y es probable que así sea, pero el populismo no es uno de ellos. La crisis ha dejado un rosario de demagogos en todo Occidente y los Estados Unidos no se han librado de la epidemia. Allí, el bipartidismo impide en la práctica que ningún candidato que no se presente por uno de los dos partidos del sistema pueda ganar unas presidenciales. Ni siquiera Ross Perot, a pesar de su popularidad, fue capaz de lograrlo.
El peligro estriba en la posibilidad de que un demagogo se haga con la nominación republicana o demócrata. En este caso, el extremista tendrá a su disposición una enorme máquina de ganar elecciones. Aún así, en tales casos, el electorado norteamericano suele decantarse por el candidato más moderado, sea cual sea el partido por el que se presente. Sin embargo, no habría solución si ambos son populistas. Y esto es lo que está a punto de ocurrir.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl más correoso rival que le ha salido a Trump es el no menos populista Ted Cruz, un evangelista que exacerba su mensaje religioso tiñéndolo de una inquietante agresividad
En el partido republicano se creía que los éxitos iniciales del excéntrico Donald Trump se verían enseguida ensombrecidos por los mensajes mucho más moderados del tercer Bush, Jeb, hijo y hermano de dos presidentes anteriores. Sin embargo, contra todo pronóstico, el más correoso rival que le ha salido a Trump es el no menos populista Ted Cruz, un evangelista que exacerba su mensaje religioso tiñéndolo de una inquietante agresividad.
En el lado demócrata, se daba por hecho que la candidata sería Hillary Clinton. Sin embargo, eso no está hoy tan claro. Bern Sanders es el típico populista de izquierdas que tanto abunda en Europa, pero que en Estados Unidos sería, en condiciones normales, un urogallo en vías de extinción.
La ira contra el establishment de Washington y los magnates de Wall Street, acusados de ser directos responsables de la crisis que ha empobrecido a la clase media norteamericana, ha hecho que hoy sea un serio rival de Hillary a pesar de llamarse a sí mismo «socialista», un anatema en la sociedad norteamericana. Hasta ahora tan sólo ha conseguido atraer el voto de los jovenes, pero en tal número que la nominación de Clinton peligra.
Clinton no es contemplada por su potencial electorado como la persona que intentará ser la primera mujer en llegar a la Casa Blanca
Para comprenderlo, hay que considerar que quien fue primera dama y luego secretaria de Estado no es contemplada por su potencial electorado como la persona que intentará ser la primera mujer en llegar a la Casa Blanca, sino la candidata de lo que aquí llamaríamos «la casta». Los 600.000 dólares que Goldamn Sachs le ha pagado por tan sólo tres conferencias vendrían a probar las acusaciones de ser la opción que supuestamente prefiere el sistema. El rechazo que provoca es tal que, según las encuestas, apenas hay mujeres de menos de 45 años dispuestas a votar por ella.
No obstante, los éxitos de los populistas al iniciarse la carrera de las primarias en Iowa y los que presumiblemente logren este martes en New Hampshire no permiten estar seguros de cuáles serán las nominaciones. Habitualmente, las primarias en esos dos estados son casi definitivas cuando contienden candidatos moderados. Sin embargo, si hay populistas, los éxitos iniciales de éstos pueden verse aguados al terminar el «super martes», que será el 1º de marzo, cuando se celebrarán primarias en 24 estados, o incluso más allá.
De momento, la esperanza republicana se llama Marco Rubio, tercero en Iowa, más moderado que los otros dos y el único candidato republicano que, según las encuestas, parece capaz de vencer sea quien sea el demócrata. En cambio, Trump y Cruz, aunque gocen de mayores apoyos entre los simpatizantes de su partido, dan la impresión de estar destinados a perder de ser nominados, tanto si se enfrentan a Clinton como si lo hacen, y eso sería lo más preocupante, contra Sanders. Sólo nos faltaba en Europa tener un híbrido entre Jeremy Corbyn y Txipras en la Casa Blanca.