Resulta muy arriesgado establecer una división de familias ideológicas en el Partido Popular cuando las ideas y los principios han sido sepultados por la economía. El ADN del PP de hoy no tiene nada que ver con el de hace una legislatura y media, cuando había una posición nítida sobre terrorismo, nacionalismo, inmigración, familia o vida.
Es verdad que lo más inmediato es saber si el PP podrá formar gobierno tras los resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre, en las que perdió más de 4 millones de votos. Llegar a un acuerdo con el PSOE no se antoja sencillo, y en el caso de no lograr al menos la abstención de los socialistas lo más probable es que hubiese una nueva convocatoria electoral.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraMientras tanto, tampoco se sabe a ciencia cierta cuál será el rumbo ideológico que tome el Partido Popular en función de si gobierna o no. De puertas hacia dentro esta legislatura ha sido testigo de las luchas internas entre el grupo afín a Mariano Rajoy y el más proclive a Soraya Saénz de Santamaría.
Aunque no hay que engañarse: el sorayismo es producto del marianismo. La renuncia a librar la batalla cultural ha dejado un terreno propicio para la irrupción de los jovenes tecnócratas. Menos protagonismo, sin embargo, han tenido liberales o conservadores, un grupo prácticamente en peligro de extinción en el PP.
El G-5 o el búnker de Rajoy
El sector más cercano al presidente ha sido conocido durante esta legislatura como el G-5. Lo forman el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, la ministra de Fomento, Ana Pastor, el ministro de Industria, José Manuel Soria, el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo y el ex de Agricultura, Miguel Arias Cañete.
Todos ellos gozan de la máxima confianza del presidente del Gobierno, pues o han trabajado con él en otro momento o bien se conocen desde hace muchos años. Es el caso del titular de Interior, antiguo colaborador y buen amigo de Rajoy. También Ana Pastor es vieja conocida del presidente.
Aunque los roces han sido constantes a lo largo de la legislatura, no hay que engañarse: el sorayismo es producto del marianismo
Otro de los que gozan del beneplácito del jefe es García-Margallo, sin duda, uno de los ministros más polémicos del Ejecutivo por sus frecuentes salidas de tono y por haber desempeñado un papel más que relevante ante el desafío independentista impulsado por Artur Mas. Una parte importante del partido ni ha entendido ni ha compartido el rol del ministro de Exteriores en este asunto.
Ayuda a refinanciar la deuda del grupo PRISA
Ha sido una de las críticas más recurrentes de ese grupo de jovenes denominados ‘sorayos’, un término que detesta la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, por razones evidentes. Pero poco importa el nombre de la cosa cuando lo nuclear es el qué y el cómo.
La mano derecha de Rajoy durante la anterior legislatura no sólo ha acumulado el poder propio de quien ocupa la vicepresidenta del Gobierno -coordinando las diferentes áreas gubernamentales y el CNI, entre otras funciones-, sino que se ha convertido en un referente para gran parte de la nueva generación de políticos del PP.
Los ‘sorayos’ son el grupo si no el más numeroso, sí el más poderoso. Saénz de Santamaría ha mostrado el camino: no es necesario defender ideas o valores para llegar arriba
En torno a Sáenz de Santamaría se aglutina un sector del partido que, si no es el más numeroso, sí quizá el más poderoso. Y, sobre todo, el mejor colocado para hacerse con el control del partido. Si algo ha demostrado la vicepresidenta en los últimos cuatro años es que no es necesario defender grandes ideas o principios para llegar a lo más alto.
Han sido muchos los que han tocado moqueta gracias a la llegada de Soraya a la vicepresidencia del Gobierno, posición, por cierto, desde la que ha sacado músculo descolgando el teléfono para llamar a los principales banqueros del país y convencerles de refinanciar la deuda de 3.000 millones de euros del grupo PRISA.
Del PP vasco de Jaime Mayor y San Gil al de Alonso y Oyarzábal
Desde ese mismo despacho también han sido frecuentes las llamadas a medios de comunicación para dejar un recado a los periodistas más incómodos o sencillamente para tratar de influir en algunas tertulias televisivas. Al principio, para dar coba a Podemos con el fin de debilitar al PSOE. Más tarde, para lo contrario.
Pero eso ya es pasado. Ahora esta facción es el futuro inmediato del PP y no sólo porque sea el relevo generacional natural. Alfonso Alonso, Fátima Báñez, Cristina Cifuentes, Javier Maroto, Iñaki Oyarzábal y Borja Sémper han sido algunos de los agraciados por la mediación de Soraya. Incluso sin ser de esa misma generación podría incluirse al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro.
La suerte sonrió a Alfonso Alonso cuando fue nombrado ministro de Sanidad en diciembre de 2014 y casi un año después secretario general del PP vasco tras la dimisión de Arantza Quiroga. Este último nombramiento cabe interpretarlo como una victoria de Soraya frente a María Dolores de Cospedal, secretaria general del partido.
Cifuentes quiso eliminar las referencias a la tradición cristiana incluidas en la ponencia política del PP presentada en el congreso del partido en 2012
Cristina Cifuentes tampoco ha salido mal parada: fue designada candidata del PP a la Comunidad de Madrid de la que hoy es la presidenta. Pero aquí habría que detenerse. No hay que olvidar que Cifuentes echó los dientes en política afiliándose a Alianza Popular en 1980 y que su gran oportunidad vendría de la mano de Esperanza Aguirre: entre 2004 y 2008 se hizo cargo de la secretaría ejecutiva de política territorial del PP de Madrid.
Es significativo que quien ahora critica con insistencia a Esperanza Aguirre diera un paso adelante en su carrera política gracias a ésta. Quizá sea el paradigma del nuevo PP: lo importante no es de dónde se proceda ni lo que se haya defendido antes, sino adaptarse a las circunstancias para llegar al poder.
Además Cifuentes puso mucho empeño en cambiar de los estatutos del PP las referencias al humanismo cristiano. Lo hizo durante el XVII Congreso Nacional del partido celebrado en Sevilla en 2012 en el que presentó una enmienda a la ponencia política que recogía en el punto 18 la voluntad de «tomar como referencia a nuestra tradición cristiana e ilustrada». Aquello nunca se borró.
Cospedal, ¿un verso suelto?
Desde hace algunos años las cosas también han cambiado en el PP vasco. La llamada ‘política pop’ impulsada por Iñaki Oyarzábal durante la etapa de Antonio Basagoiti abrió el camino para políticos como el exalcalde de Vitoria y vicesecretario sectorial del PP, Javier Maroto, o algunos de sus compañeros como Borja Sémper. Hoy todos -excepto Basagoiti, que abandonó la política- gozan del respaldo de Soraya. Más aún desde que Alonso fue nombrado presidente de la formación en el País Vasco.
El nombramiento de Alfonso Alonso al frente del PP vasco cabe interpretarlo como una victoria de Soraya frente a Cospedal
Hay otros jovenes esperando a dar el salto. Son los fontaneros de la Moncloa, entre los que destacan los hermanos Nadal, especialmente Álvaro, jefe de la oficina económica. También están bien posicionados Alfonso Senillosa, José Luis Ayllón o Leopoldo González Echenique, que fue nombrado presidente de RTVE.
¿Y dónde situar ideológicamente a los ‘sorayos’? En realidad es la renuncia a cualquier ideología o principio que no sea el del poder por el poder, el tacticismo puro. La nueva tecnocracia, lo llaman. Dentro del partido su principal rival es María Dolores de Cospedal, a la que echan en cara que desatendiera algunos territorios debido a que compaginaba su labor de secretaria general del PP con la presidencia de Castilla La-Mancha.
La secretaria general del partido va por libre, y no porque mantenga viva la batalla ideológica o reivindique una serie de principios dentro del partido: sencillamente es una cuestión de poder. Y ha perdido frente a Soraya. Hoy sería inexacto encasillar a Cospedal en un grupo ideológico aunque no hace tanto se alineara con el sector conservador del partido.
El retiro parisino de Luis de Guindos
El espacio ocupado por marianistas y ‘sorayos’ deja un escaso resquicio a liberales y conservadores. Con Esperanza Aguirre ya en retirada, quizá el único cargo de peso dentro del PP ocupado por un liberal sea el de vicesecretario de comunicación por Pablo Casado. Pero su influencia a día de hoy es escasa. ¿Y el ministro Soria? Aguirre dice de él que es liberal, pero casi nadie le ha escuchado defender estos principios.
Los conservadores clásicos o democristianos que tuvieron peso en el pasado como Jaime Mayor Oreja casi no existen en el partido. Y los que hay apenas tienen peso. Hace unos meses Arantza Quiroga dimitió al frente del PP vasco y nada queda en esa comunidad de la época de Aznar con figuras como Gregorio Ordóñez, el propio Jaime Mayor, Carlos Iturgaiz, María San Gil o Santiago Abascal.
No hace tanto de aquello, pero mucho han cambiado las cosas. Hoy los cachorros del Partido Popular vienen impregnados del aroma progresista de nuestros tiempos. Tienen muy asimilada la lección: para llegar lejos no hay que pisar ningún charco ideológico, nada de enfangarse en peleas ajenas a la economía. Hablan de Andrea Levy y Ángel Carromero como algunas de las promesas del PP. El tiempo lo dirá.
Los hay que durante estos años han ido a su aire y ahora apuntan a retirada. El exministro de Educación, José Ignacio Wert, es el mejor ejemplo, hoy como embajador ante la OCDE en París. Otros independientes como el ministro de Economía, Luis de Guindos, o el ministro de Defensa, Pedro Morenes, ministro de Defensa, también ven cercanos sus últimos días.