No es fácil acumular tantas falsedades en una crónica como la que publicó El País sobre la manifestación, el pasado fin de semana, de casi medio millón de mexicanos a favor de la familia y contra el matrimonio gay que pretende imponer el presidente Peña Nieto.
Más que una crónica de prensa, parecía un relato de ciencia-ficción, o quizá un monumento a la manipulación del lenguaje. Porque se necesita arte para retorcer el sentido de las palabras hasta hacer que parezcan lo contrario de lo que son.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl titular dice lo siguiente: Una multitud apoya la marcha antigay de la ultraderecha en México. Y el texto contiene algunas flagrantes inexactitudes.
Nos centraremos en cuatro falsedades.
1. No era una marcha antigay. Decir marcha antigay es como referirse al aborto como “interrupción voluntaria del embarazo”; o a muerte por ahorcamiento, “interrupción de la respiración”. Pura manipulación del lenguaje.
No mire, el Frente Nacional de la Familia no va contra los homosexuales, ni contra las lesbianas, ni contra los transexuales, ni contra los visigodos, ni contra los vegetarianos. No va contra… sino a favor de… la familia, que no es lo mismo.
Los homosexuales merecen el máximo respeto como personas, puesto que como tales tienen una dignidad inviolable. Y el Frente Nacional, como el movimiento Manif pour tous francés, no se opone a que esas personas hagan lo que quieran con su vida, ni se le ocurre juzgarlas.
Lo que hacen es oponerse ante medidas totalitarias como la imposición del matrimonio homosexual y la adopción de ninos por parte de homosexuales.
Lo que hacen es protestar contra una intromisión despótica del Gobierno de Peña Nieto que amenaza a la familia, célula básica de la sociedad, anterior al Estado e incluso –aunque no lo crean- anterior al mismísimo PRI, aunque varias generaciones de mexicanos no hayan conocido otra cosa.
2. No era contra la laicidad del Estado. Dice El País que la marcha del Frente Nacional de la Familia es “Un pulso no ya contra las bodas gays, sino contra la laicidad del Estado”.
El País confunde laicidad con laicismo. Las familias no pueden ir contra la laicidad del Estado sino contra el laicismo, que no es lo mismo
Falso respecto a lo segundo. El periodista confunde laicidad con laicismo. Laicidad es el mutuo respeto entre Iglesia y Estado, basada en la separación de ambas instituciones. Y cada una debe ser autonóma. El laicismo, por el contrario, es la hostilidad contra la religión.
Algo de lo que, por cierto, los gobiernos de México saben mucho porque el catolicismo ha estado perseguido (Constitución de 1917, leyes de Plutarco Elías Calles), con un sangriento saldo de sacerdotes y fieles.
Pero las familias no pueden ir contra la laicidad del Estado, algo que es positivo, si no que, en todo caso, lo que hacen es defenderse del laicismo del Gobierno de Peña Nieto que, rompiendo la neutralidad del Estado, pretende imponer una ideología totalitaria como es la Ideología de Género.
3. No se resisten a los avances sociales. Dice El País: “En toda la manifestación se reiteraban los mismos esquemas de pensamiento: el diseño original, el designio divino, la ley natural. Las mil formas en que los sectores más conservadores del catolicismo se resisten a los avances sociales”.
¿Se puede llamar avance social al matrimonio homosexual?: es decir a algo que carece de rigor científico, desde el momento en que la genética dice que no existe un gen gay y que no existen evidencias médicas de que el homosexual nazca y no se haga.
Los últimas investigaciones de los psiquiatras Lawrence Mayer y Paul McHugh (de la Universidad John Hopkins) publicadas en la revista The New Atlantis lo dejan bien claro.
¿El matrimonio homosexual avance social? ¿En contra de la ciencia y de la evidencia? No tiene sentido hablar de ley natural, como hace El País sino de ciencia pura y dura. Aunque –lo sentimos por El País– la ciencia tienda a coincidir con la ley natural.
4. No era una marcha de la ultraderecha. Se me olvidaba… la famosa ultraderecha. Dice El País: “una marcha de la ultraderecha”.
La defensa del matrimonio entre un hombre y una mujer y el derecho de los hijos a tener un padre y una madre no son de ultraderecha. Ni de ultraizquierda, ni de mediopensionista. Es una causa transversal. En realidad es un derecho humano básico desde que el mundo es mundo.
“El mundo no se divide entre homosexuales y heterosexuales, sino entre hombres y mujeres”. La frase no es de monseñor Norberto Rivera, arzobispo de México, ni de Reig Pla, ni de Munilla… sino de Lionel Jospin, dirigente socialista y primer ministro de Francia (entre 1997 y 2002), y ateo por más señas. Una verdad de Pero Grullo que puede ver cualquiera. Hasta un socialista francés.