Códigos deontológicos para manipular: el gran fraude de las leyes ideológicas

    ¿Les importa a los lobbies que van a percibir las ayudas y las prebendas la persona particular LGBTI, o solo incrementar su capacidad de obtener subvenciones?

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    Medios de comunicación
    Logos de los medios de comunicación

    Los códigos deontológicos de los medios de comunicación son la forma en la que los medios se comprometen a tratar determinados temas y noticias para el bien de la sociedad.

    Esos comportamientos éticos frente a una información son los que llevan a evitar escenas terribles de víctimas de atentados que podrían herir la sensibilidad del receptor y el respeto debido a la víctima, o a eliminar cualquier información sobre suicidios para evitar comportamientos imitatorios.

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    El problema es cuando esos códigos deontológicos se imponen a través de leyes ideológicas y van directamente asociados a la recepción de fondos públicos (el medio de comunicación que no lo tiene, no sale en la “foto de las subvenciones”) y cuando, con la disculpa de que es “bueno” para determinada causa, resultan manifiestamente malos e incluso contraproducentes sobre lo que dicen pretender.

    Tales tratamientos profesionales de la noticia, lejos de ser “buenos”, terminan siendo un compendio de mentiras, consignas y objetivos turbios

    Es el caso de los códigos deontológicos exigidos a los medios de comunicación en las legislaciones ideológicas “de género” donde tales tratamientos profesionales de la noticia, lejos de ser “buenos”, terminan siendo un compendio de mentiras, consignas y objetivos turbios. La violencia “de género”, para la que empresas de comunicación, e incluso organismos públicos, se han comprometido a unos comportamientos específicos, es un caso paradigmático para entender el significado de este peligroso cóctel de imposiciones a la libertad de prensa, ideología, dinero público y lobbies.

    Por poner un ejemplo, veamos cómo en el “Decálogo Deontológico sobre el Tratamiento de la Violencia de Género” del diario Público aparecen estos esclarecedores epígrafes: “Usaremos los términos ‘violencia de género’, ‘violencia machista’, ‘violencia sexista’ y ‘violencia masculina contra las mujeres’, por este orden. Rechazamos las expresiones ‘violencia doméstica’, ‘violencia de pareja’ y ‘violencia familiar’”.

    Logo de Público
    Logo de Público / Público

    “Una vez haya sentencia condenatoria, los identificaremos debidamente, destacaremos el castigo e intentaremos incluirlo en los titulares”.

    “Nunca buscaremos justificaciones o ‘motivos’ (alcohol, drogas, discusiones…). La causa de la violencia de género es el control y el dominio que determinados hombres ejercen contra sus compañeras”. “Nunca recogeremos opiniones positivas sobre el agresor o la pareja”.

    Otro caso que da luz sobre todo lo que sucede en la manipulación informativa es el “Decálogo de recomendaciones a los medios de Comunicación para el tratamiento de la violencia contra las mujeres” del Instituto Andaluz de la Mujer: “Es importante presentar cada agresión, cada asesinato, no como caso aislado sino como parte de la violencia generalizada contra las mujeres”.

    “Es importante realizar un seguimiento de los casos publicados…”

    “Es importante presentar los malos tratos como crímenes o asesinatos y no como un hecho pasional”.

    “Es importante publicar los datos de los agresores evitando que el anonimato asegure su impunidad”.

    Dentro de un contexto menos ideológico pero con notables errores de ecuanimidad, encontramos en el decálogo de RTVE frases de este tipo: “…determinadas informaciones sobre desavenencias conyugales pueden ser erróneamente interpretadas e inducir a pensar que los malos tratos pueden ser consecuencia lógica de una situación de deterioro. Por el contrario, subrayar las buenas relaciones de la pareja es un argumento que podría avalar la hipótesis del arrebato pasional”.

    “Utilizar adjetivos como ‘celoso’ o ‘bebedor’ para definir al agresor nos acercan a la exculpación”.

    “Otra sugerencia es aportar material de apoyo, que permita contextualizar la información, así como buscar ramificaciones del problema: salidas, nuevos proyectos, campañas, etc”.

    Viendo estos epígrafes de comportamiento deontológico de los medios en el caso de la violencia “de género” resulta comprensible todo lo que parecía inexplicable

    Parece evidente la ayuda que estos códigos ideologizados y subvencionados ha consolidado el fenómeno como matanza organizada e incrementado la alarma social y con ello, los fondos públicos dirigidos a erradicarla, pero también ha aumentado las injusticias e incluso, las muertes de mujeres.

    Porque, viendo estos epígrafes de comportamiento deontológico de los medios en el caso de la violencia “de género” resulta comprensible todo lo que parecía inexplicable: la “lluvia fina” y continua de noticias para generar alarma; la persecución y muerte civil del agresor, hasta publicar sus datos “para evitar el anonimato que asegura su impunidad” (como si no hubiera una justicia penal por el crimen) y al margen de todo derecho individual; la razón de la inexistencia de información sobre las causas reales para evitar que la gente ponga en duda la violencia “de género” contra la mujer por el hecho de serlo; la eliminación de atenuantes en el caso del varón, incluso el arrebato de locura o una situación de deterioro de la convivencia; la inclusión de cada caso particular en una “agresión generalizada” del varón contra la mujer.

    Logos de RTVE
    Logos de RTVE / RTVE

    Y resulta curioso que todos esos atenuantes que se le niegan al varón y que son consustanciales a la naturaleza humana al margen del sexo, son los que los medios se apresuran a aplicar a cualquier acto violento de las mujeres. Cuando una mujer mata, y lo hace porque le mueven las mismas pulsiones, enfermedades mentales, adicciones o maldad que al hombre, inmediatamente los medios tienen la orden de justificarlo: depresión, locura, enfermedad…creando un colectivo” bueno y víctima siempre” y otro “malo y culpable siempre”.

    A todas estas manipulaciones interesadas y exigidas por los famosos códigos asociados a leyes y subvenciones, se une la evidente existencia del efecto imitatorio que, al contrario que en el caso de los ocultados suicidios, se pasa por alto. Incluso habiendo ya informes, como el MARZABALque demuestra que existen 24 veces más de posibilidad de que se produzca un feminicidio en los diez días posteriores a la noticia de un caso, sobreexpuesta y reiteradamente publicada gracias a los famosos códigos.

    La propia Junta de Andalucía en su informe anual sobre violencia “de género” reconoce en su página 24 esta coincidencia de casos de crímenes agrupados.

    Es evidente que estos códigos deontológicos magnifican la alarme social, eluden la detección de causas que permita entender y tratar de resolver la violencia, convierten todos los casos, por defecto, en violencia “de género” y, lo peor, propician más casos de violencia y crimen, a la vez que culpabilizan a un colectivo al que impiden atenuantes, ni más causa que la que tal ley trata de eliminar.

    Por eso es tan preocupante este artículo 12 de la autodenominada “Ley de Protección contra la LGBTIfobia” de la Comunidad de Madrid (“Ley de Heterofobia”) presentada por PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos que se pretende aprobar este jueves, que ya abre paso a “códigos deontológicos para los medios de comunicación” y que los asocia, como en el caso de la violencia de género, a la percepción de “ayudas, subvenciones o fondos públicos”.

    Estos códigos deben contribuir a la “concienciación, divulgación y transmisión de la inclusión social y el respeto a la diversidad sexual identidad y expresión de género emitiendo contenidos que contribuyan a una percepción de las personas LGBTI exentas de estereotipos…”

    Sin embargo, visto lo sucedido con la “deontología aplicada a la ideología y las subvenciones” contra la violencia “de género” y puesto que es una ley contra la LGBTIfobia, con muchos capítulos para penar las agresiones y mucho dinero público para erradicar la violencia LGBTI, existen las siguientes dudas razonables:

    ¿La “visión positiva” de esas personas va a llevar a censurar las noticias negativas sobre quienes pertenecen al colectivo?

    ¿Las personas LGBTI van a ser tratadas de forma diferente al resto frente a un delito, de la misma forma que un mismo crimen, en el caso de una mujer asesina se presenta con todo tipo de atenuantes?

    ¿Estos códigos deontológicos que incorporan “el respeto a la igualdad y la prohibición de discriminación”, como en el caso de las mujeres, van a terminar presentando consignas y propuestas semejantes en el tratamiento de la violencia a personas LGBTI que las que presentan en la violencia “de género”?

    ¿Se va a interpretar cualquier agresión a una persona LGBTI como “odio heterosexual por el colectivo LGBTI”?

    ¿Se van a tratar de forma “especial” las agresiones a LIGBI con magnificación del hecho y sobreexposición de la noticia terminando por generar efectos imitatorios que incrementen las agresiones?

    ¿Se va a interpretar cualquier agresión a una persona LGBTI como “odio heterosexual por el colectivo LGBTI”, al margen de la causa real?

    ¿Se va a criminalizar a un colectivo, los heterosexuales, como ya comenzó a evidenciarse en el pleno del Ayuntamiento de Getafe?

    Porque al final… ¿les importa a los lobbies que van a percibir las ayudas y las prebendas la persona particular LGBTI, o solo incrementar su capacidad de obtener subvenciones? Es que esto, señoras y señores, tengo la sensación de que ya lo hemos vivido.

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    Riojana. Filóloga Profesora de educación física. Madre objetora a educación para la Ciudadanía. Estudiosa de la ideología de género. Conferenciante, tertuliana en programas de radio y televisión. Miembro de la Ejecutiva Nacional del partido VOX. Escritora de novelas y ensayos. Perseguida por su libro “Cuando nos prohibiernos ser mujeres…y os persiguieron por ser hombres”. Buscadora de la verdad. Defensora incansable de los derechos humanos fundamentales.