Asia Bibi: un calvario que llama a la esperanza

    En 2015, tras un tortuoso itinerario judicial, se logró la suspensión de su condena. Si sigue en la cárcel, es por su seguridad. La cristiana paquistaní Asia Bibi mantiene la esperanza a pesar de llevar siete años en la cárcel acusada de un falso delito de blasfemia.

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    Asia Bibi, en una imagen antes de ser encarcelada acusada de blasfemia.
    Asia Bibi, en una imagen antes de ser encarcelada acusada de blasfemia.

    Quienes hemos tenido el privilegio de conocer de cerca a la familia de Asia Bibi y de haber seguido el caso a lo largo de sus largos años de cautiverio, no nos sorprende que, una vez más, se haya retrasado una cita clave en su trágica historia con la justicia. Más bien con la injusticia.

    Todo comenzó en una calurosa tarde de verano en 2009, mientras Asia Noreen Bibi, que entonces tenía 45 años, casada y madre de cinco hijos, se afanaba en cosechar. Decidió hacer una pausa y beber de un pozo.

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    Pero sus compañeras musulmanas, que debían tener alguna cuenta pendiente, protestaron porque el uso del pozo por parte de Asia lo haría «impuro».

    Asi Bibi, que pertenece a la minoría cristiana de Pakistán (el «país de los puros»), respondió en su defensa que «Cristo murió en la cruz por los pecados de la humanidad» y les preguntó qué había hecho Mahoma por ellas.

    Esta insinuación, que podía haber quedado en una discusión más entre vecinas, fue suficiente para armar una acusación de blasfemia, que está penada con la horca por mor de la ley mahometana, la Sharia.

    Desde entonces, vive encarcelada y alejada de su marido, Ashiq y sus cinco hijos: Imran, Nasima, Isha, Sidra e Isham, a quienes no puede abrazar.

    El juez le ofreció el perdón a cambio de que apostatara de Cristo. Pero ella no cedió

    La prueba de que la ley de blasfemia fue una excusa desde el primer momento es que el juez que la condena, Naveed Iqbal, le ofreció el perdón a cambio de su apostasía de Cristo y que pronunciara la ‘sahada’: «No hay más dios que el Dios, Muhammad es el mensajero del Dios».

    Pero ella, una mujer analfabeta, sencilla y humilde, no cedió y se mostró inflexible en su determinación de guardar el tesoro de su fe, tal vez recordando las palabras de San Pablo a los cristianos de Corinto: «Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo».

    Asesinados por defender a Asia Bibi

    Año y medio después de comenzar su cautiverio, el mundo se estremeció al conocer que, a su injusticia, se sumaba el asesinato de dos personas muy señaladas (una musulmana, otra cristiana) que se habían manifestado públicamente a favor de Asia Bibi.

    El primero fue Salman Tasser, gobernador del Punjab. El 4 de enero de 2011, uno de los miembros de su escolta privada, radicalizado por las soflamas de los líderes islamistas locales, aprovechó la cercanía con su protegido para descerrajarle una treintena de balas a quemarropa.

    Estremece pensar en que el propio Salman Tasser se mostraba «lleno de optimismo» en un mensaje difundido en su cuenta de Twitter el 31 de diciembre de 2010, cuatro días antes de su asesinato.

    Para el recuerdo, ha quedado congelado un último mensaje en su cuenta de la red social, el mismo día de su asesinato.

    Menos de dos meses después, el ministro de Minorías de Pakistán (único católico del gabinete), Shabbaz Bhatti, corrió la misma suerte que Tasser, al ser acribillado por defender la abolición de la ley de blasfemia y defender a Asia Bibi.

    Bhatti conocía bien cuáles eran los riesgos de ser el único cristiano en un gobierno de corte islámico y de hablar claro de la injusticia que se estaba cometiendo contra esta campesina.

    Tanto lo sabía, que dejó para la posteridad un vídeo póstumo en el que señalaba a sus asesinos y reiteraba la defensa de sus creencias: «Quiero compartir que yo creo en Jesucristo que ha dado su vida por nosotros. Sé cuál es el significado de la cruz y estoy siguiendo la cruz. Estoy listo para morir«.

    Y añadía: «Prefiero morir por mis principios antes que ceder ante estas amenazas«.

    Desde Lahore al Vaticano

    La presión internacional ha sido una constante en el caso de Asia Bibi. Es, probablemente, la única razón por la que ella sigue con vida años después de haber sido condenada a la horca.

    España, en este sentido, se ha volcado. Al menos dos organizaciones de peso, una eclesiástica (Ayuda a la Iglesia Necesitada) y otra civil (la plataforma MasLibres.org en defensa de la libertad religiosa), han mantenido en España la tensión informativa necesaria para que el caso no caiga en el olvido.

    Gracias a ello, el marido de Asia Bibi y alguna de sus hijas han podido viajar a España al menos en tres ocasiones; han podido exponer su caso en el Ministerio de Exteriores; han recibido el apoyo moral, la compañía espiritual y el respaldo económico de miles de españoles, a través de MasLibres.org.

    En 2014, con motivo del I Congreso sobre Libertad Religiosa realizado por MasLibres.org en Madrid el marido y una de las hijas de Asia Bibi pudieron recibir el saludo del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro.

    El marido de Asia Bibi, Ashiq Masih, saluda al Papa Francisco en El Vaticano en presencia del presidente de HazteOir.org, Ignacio Arsuaga / LOR
    El marido de Asia Bibi, Ashiq Masih, saluda al Papa Francisco en El Vaticano en presencia del presidente de HazteOir.org, Ignacio Arsuaga / LOR

    Un laberinto judicial

    Al calvario de saberse acusada de forma falaz y de estar separada de su familia durante años, se añade la tortura judicial a la que se está sometiendo a Asia Bibi. A las presiones y amenazas a los abogados, para que no la defendieran, se suman los continuos aplazamientos.

    A lo largo de estos siete años, han sido numerosas las ocasiones en las que, previsto el día y la hora de una vista judicial en las diferentes instancias del complejo sistema paquistaní, terminaba por suspenderse por muy diversas y, en ocasiones, peregrinas razones.

    Asia Bibi, en 2015: «Solo puedo expresaros la esperanza de que voy a poder abrazaros pronto para agradeceros mi liberación, muy pronto voy a estar con vosotros»

    En mayo de 2014, por ejemplo, fueron las presiones de los fundamentalistas islámicos, con manifestaciones incluso a las puertas del juzgado, las que lograron la suspensión de una sesión; en otras ocasiones ésta se produce por la ausencia de un juez o la aparición repentina de condicionantes jurídicos insospechados hasta el momento.

    A pesar de todo, las pruebas contra ella fueron tan endebles que se logró en 2015 la suspensión de su condena e, incluso, se le permitía salir de la cárcel. Si Asia Bibi mantiene su cautiverio es, tristemente, por seguridad. 

    Dentro de una cárcel, en una celda de aislamiento, cocinando su propia comida. Es la triste realidad diaria de esta mujer, que apenas puede recibir la visita de su familia de ciento en viento.

    Con motivo de esta suspensión de su condena, Asia Bibi escribió a España una carta llena de agradecimiento, ternura y fortaleza en la debilidad:

    «No tengo palabras, solo puedo expresaros la esperanza de que voy a poder abrazaros pronto para agradeceros mi liberación, muy pronto voy a estar con vosotros, por la gracia del Señor. ¡Qué ganas tengo de sentir de nuevo el sol y el frío y de ver el cielo abierto, las estrellas, la luna! Por favor, seguid rezando para sacarme de esta oscuridad y así podré estar con vosotros bajo el sol«.

    Esta misma semana se ha vuelto aplazar la vista que iba a tener lugar en el Tribunal Supremo, por la inhibición de uno de los jueces. Un nuevo eslabón en la cadena de tortura psicológica que sufren Asia Bibi y su familia. 

    Sin embargo, no podemos darnos el lujo de rendirnos, mientras sigan resonando las palabras que, con seguridad, infunden valor y esperanza a Asia Bibi: «Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan».

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    Nicolás de Cárdenas fue inoculado por el virus del periodismo de día, en el colegio, donde cada mañana leía en su puerta que “la verdad os hará libres”. Y de noche, devorando los tebeos de Tintín. Ha arribado en su periplo profesional a puertos periodísticos de papel, internet, televisión así como a asociaciones cívicas. Aspira a morir diciendo: "He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe".