Hacia finales de los años cincuenta del pasado siglo se produjo en Europa una tremenda conmoción por los efectos de la “talidomida sobre los bebés”. Se trataba de un calmante producido en Alemania por Chemie Grünenthal, que se recomendó como analgésico para paliar las nauseas y molestias de las mujeres embarazadas y que resultó ser un desastre por las terribles focomelias y deformaciones del desarrollo con las que nacían algunos bebés cuyas madres habían recibido este tratamiento. El efecto más conocido y más impactante de estas alteraciones era el nacimiento de ninos sin extremidades.
En 1963, tras descubrir la causa de estas minusvalías, se retiró el producto de las farmacias. Los problemas sociales que padecieron las personas afectadas provocó en Alemania y otros países europeos la obligación de ejercer un control más riguroso de los medicamentos mediante la exigencia de su sometimiento a ensayos preclínicos en animales y ensayos clínicos en personas voluntarias, de acuerdo con las normas señaladas por la Asociación Médica Mundial. Esta terrible equivocación sanitaria también afectó a España, donde han hecho falta más de cincuenta años para reconocerla, aunque aún no se han satisfecho las indemnizaciones reclamadas para las cerca de medio centenar de personas afectadas por la Asociación de Víctimas de la Talidomida en España (Avite).
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPero la trágica historia de la talidomida no termina aquí. La tragedia de la talidomida fue utilizada para la legalización del aborto en los Estados Unidos, en el sentido de promover el derecho a abortar en los casos en que se sospechara deformaciones graves en el feto.
Los muchos estudios que se realizaron demostraron la relación causa-efecto de la droga en determinadas fases críticas del desarrollo fetal. Los conocimientos actuales de la genética del desarrollo nos explican como puede verse alterado el delicado equilibrio fisiológico interno necesario para el normal desarrollo del embrión y el feto en momentos críticos del mismo. Hoy sabemos que agentes como la talidomida u otras drogas, incluido el alcohol, el tabaco, las radiaciones, etc. pueden interferir con el delicado programa de expresiones genéticas durante el desarrollo embrionario y fetal. No es baladí tener en cuenta esto y extremar los cuidados de la madre y las condiciones ambientales internas y externas, toxicológicas y nutricionales durante el embarazo.
Lo cierto es que los partidarios de liberalizar el aborto aprovecharon aquella tragedia para la legalización del aborto en Estados Unidos, que en los años sesenta se limitaba a los casos en que estaba en peligro la vida de la madre. Argumentaron que las mujeres que habían tomado talidomida deberían tener derecho a abortar, a pesar de que no había manera de saber si sus hijos habían sido afectados por la droga. Las trágicas imágenes de ninos sin extremidades, promovieron una campaña pro-aborto que empezó en California, en 1966 y que seis años más tarde alcanzaba a veinte Estados de los Estados Unidos, donde se había legalizado el aborto, en casos en que la vida y la salud física de la madre no estaban amenazadas.
No ha sido demostrado el vínculo entre la microcefalia en recién nacidos y la infección por el virus Zika
Cincuenta años más tarde, la historia se repite en una buena parte de los países de América Latina. De forma precipitada, sin pruebas que lo demuestren se está utilizando la expansión de un virus de nombre Zika al que se atribuyen efectos negativos sobre el desarrollo del sistema nervioso de los no nacidos durante el embarazo. Tras el brote del Zika en el Brasil en 2015, las autoridades sanitarias locales han observado un aumento de los recién nacidos con microcefalia en el nordeste del país. Sin embargo, la sospecha de la relación entre la infección y la aparición de ninos con microcefalia está pendiente de confirmación. Sin embargo, esta circunstancia no había sido observada en anteriores brotes del Zika, como las que tuvieron lugar en Uganda y Tanzania en 1952, o la más reciente de la Polinesia Francesa en 2013.
A pesar de ello, los funcionarios de salud de las Naciones Unidas han anunciado cuatro millones de infecciones del virus Zika en los países de América para los próximos meses, y ha activado la maquinaria de presión a los legisladores de los países en los que o no existen o son restrictivas las leyes que permiten abortar, como Brasil, Colombia, El Salvador, etc.
Antes de continuar, conviene saber que el virus Zika pertenece a la familia de los Flavivirus, causantes del dengue y la fiebre amarilla, que se transmiten por la picadura de un mosquito, el Aedes aegypti. Sin embargo, sus efectos son mucho más leves. Sus efectos se reducen a fiebre, dolores de cabeza y articulaciones, conjuntivitis, dolores musculares y erupciones cutáneas, cuyos síntomas desaparecen en pocos días.
Lo cierto es que en el momento actual no ha sido demostrado el vínculo entre la microcefalia en recién nacidos y la infección por el virus Zika durante el embarazo de sus madres. Todo lo que podemos decir con certeza es que existe una sospecha de tal relación.
Un ejemplo de la incertidumbre con la campaña de inducción al aborto de las madres que han sido infectadas con el Zika, la presenta Colombia. Cuando ya van miles de mujeres colombianas embarazadas que han contraído el Zika, no se conocía hasta hace unos días ningún caso confirmado de que alguna de ellas hubiera dado a luz a un nino con microcefalia.
Justo el 4 de Marzo se ha publicado un comentario y un trabajo de investigación en revistas científicas de gran solvencia como Nature y Stem Cells Stem, respectivamente, que tratan sobre el asunto y que cuestionan la relación entre el virus Zika y la microcefalia.
El comentario, firmado por Declan Butler, ha sido publicado en Nature y señala la aparición del primer caso de un nino nacido en Colombia con microcefalia, cuya madre había sido infectada por el Zika. Pero como bien señala el artículo el caso no puede ser considerado significativo pues el país está en segundo lugar, tras Brasil, con miles de personas infectadas con Zika. Incluso en Brasil, según el citado artículo, en donde se ha desatado una campaña pro-aborto como propuesta a las mujeres embarazadas infectadas con el Zika, la relación de la microcefalia con el virus es muy dudosa.
El Ministerio de salud del Brasil dice que se han registrado 5.909 casos de sospecha de microcefalia desde principios de noviembre de 2014, de los que hasta ahora sólo han sido investigados 1.687. De ellos, 1.046 se han descartado como falsos positivos, y solo han sido confirmados 82 casos por pruebas moleculares de laboratorio. Los últimos datos del Ministerio brasileño de salud muestran que el aumento de los casos de microcefalia y malformaciones congénitas del sistema nervioso central se concentran en el noreste, y plantea dudas en cuanto a si otros factores de carácter ambiental, tal vez específicos de esta región, podrían estar en juego.
Los científicos dicen que sus resultados no prueban que los virus transmitidos por mosquitos sean la causa de un desarrollo anormal del sistema nervioso central de los bebés
El Ministerio de salud de Brasil ha afirmado que se están investigando muchas otras posibles causas de la microcefalia, incluyendo a un grupo de infecciones que se denominan colectivamente STORCH (sífilis, toxoplasmosis, rubéola, infección por citomegalovirus y herpes simple), así como la exposición a productos químicos tóxicos y el consumo de alcohol durante el embarazo.
El trabajo de investigación publicado el 4 de Marzo en la revista Stem Cell Stem, tiene como primer firmante al Dr. Hengli Tang, y se refiere a un trabajo experimental llevado a cabo por científicos de la Universidad John Hopkins y la Universidad de Florida, En este trabajo se revela que cuando se cultivan en el laboratorio células neuronales humanas y se exponen al virus Zika, este infecta las células y es capaz de producir un gran número de copias de sí mismo. Los investigadores también observaron que el virus es capaz de interrumpir la actividad celular y limitar su crecimiento. Sin embargo, los científicos dicen que sus resultados no prueban que los virus transmitidos por mosquitos sean la causa de un desarrollo anormal del sistema nervioso central de los bebés durante el embarazo. El Dr. Zhexing Wen de la Universidad John Hopkins, coautor de la investigación, ha señalado textualmente que «no existe evidencia directa que demuestre el vínculo entre el virus Zika y la microcefalia”.
De modo, que mientras se demuestra, si es que algún día llega a demostrarse tal relación, supone una hipocresía por parte de los funcionarios de Sanidad de las Naciones Unidas que solo miran por la la transformación del aborto en un derecho de la mujer, la utilización de algo carente de prueba científica. Es así mismo inhumana la presión a que se somete a las mujeres embarazadas ante la duda de cómo se desarrollará el bebé que llevan en su seno. La vida es un fin en sí mismo y nadie tiene derecho a decidir sobre la misma, máxime cuando como en este caso y como ocurriera hace más de cincuenta años con el episodio de la talidomida ni la vida ni la salud física de la madre están amenazadas, ni hay forma de diagnosticar la microcefalia antes del nacimiento.
Lo único que sabemos es que la tragedia del virus Zika se está utilizando como pretexto para eliminar las protecciones legales para todos los ninos por nacer en América Latina, hayan estado o no sus madres en contacto con el virus Zika.
Recordaremos una vez más lo que señala el Código de Deontología Médica de la Organización Médica Colegial española, en su artículo 51.1: “El ser humano es un fin en sí mismo en todas las fases del ciclo biológico, desde la concepción hasta la muerte. El médico está obligado, en cualquiera de sus actuaciones, a salvaguardar la dignidad e integridad de las personas bajo sus cuidados.”