
España se suicida, como las ballenas. Y ese sí que es un problema realmente grave ante el que los demás (la crisis económica, las luchas internas del PSOE, la corrupción de los partidos etc.) parecen fruslerías. En realidad, el suicidio demográfico es ‘el’ problema, aunque nadie quiera verlo y todos nos empeñemos en poner en sordina el tic-tac de la bomba de relojería.
Tiene mérito que un grupo de expertos convocados por la Asociación de Familias Numerosas de Madrid lo hayan abordado en el Aula de ABC: Que han expuesto sus causas y consecuencias y atisbado posibles soluciones, aunque quizá éstas no pasen de ser parches, porque ya es demasiado tarde: hemos perdido el último tren del relevo generacional y estamos abocados, sí o sí, a la respiración asistida de la inmigración para paliar el envejecimiento inexorable de España.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraAl menos alguien tiene la lucidez de plantear la muerte a cámara lenta de una sociedad que ha decidido castrarse. Aun sabiendo que quienes tener poder de decidir (gobernantes, legisladores) van a seguir imitando al avestruz.
A éstos no les interesa porque nunca les ha interesado. Después de todo, fueron ellos los que crearon el problema con su política antinatalista durante el último medio siglo y la guerra implícita contra la maternidad (esa obscenidad que decían los gerifaltes de “Un mundo feliz” de Huxley).
Se podrá discutir hasta qué punto las que abortan son también víctimas pero lo indiscutible es que sus bebés abortados son víctimas absolutas y absolutamente inocentes
Y fueron ellos los que la llevaron a sus últimas consecuencias con el exterminio físico de 2 millones de vidas inocentes en el seno materno, gracias a las leyes despenalizadoras del aborto. Eso sí que es suicidio directo. Directo y literal.
El objetivo -decían- era que las mujeres no fueran a la cárcel. Porque bastante tenían con el aborto. Vale, ahí podemos estar de acuerdo. Ésa es una durísima derivada que no se puede olvidar: la tragedia de muchas mujeres superadas por los acontecimientos, empujadas por las circunstancias, y ellas son las primeras que llevan sobre sus espaldas el drama y el trauma.
Se podrá discutir hasta qué punto las que abortan son también víctimas y hasta qué punto su grado de culpabilidad es relativo, pero lo indiscutible es que sus bebés abortados son víctimas absolutas y absolutamente inocentes. Y ¿quién es nadie para legitimar la muerte de inocentes?
Pues bien, hubo Gobiernos con un presidente, con nombre y dos apellidos, que legitimó la muerte de inocentes, con la ley despenalizadora que introdujo el aborto en España en 1985.
Y luego vinieron otros -de derecha-, con presidentes con nombre y apellidos, que no movieron un dedo para parar la masacre.
Y finalmente volvió la izquierda -con Zapatero- y dio una vuelta de tuerca con una nueva ley que daba paso al aborto libre en la práctica y lo convertía, de facto, en un derecho.
Y ni unos ni otros hicieron nada para evitar la sangría de inocentes. Y ni a unos ni a otros pareció importarles demasiado la suerte de las madres, a las que no ofrecieron alternativas o ayudas para evitar la tragedia, ni la salida de dar los hijos en adopción. ¿No habíamos quedado que era la tragedia de las madres el motivo que invocaban para despenalizar el aborto? ¿Entonces?
Se puede entender la falta de escrúpulos del PSOE -que tuvo el dudoso honor de introducir el aborto en España-, por su raíz marxista que el agua milagrosa de Suresnes no acabó de erradicar del todo (ahí está la politización de la justicia, el crimen de Estado, o los casos de corrupción de un Felipe González que ahora quieren beatificar pero que, a la vista de su legado, creo que está sobrevalorado).
Pero lo que sorprende es la falta de escrúpulos del PP, que en sus Estatutos se ha proclamado siempre defensor de la vida y que teóricamente es un partido liberal-conservador. Pero los hechos convierten todo eso en papel mojado.
Lo último ha sido el apoyo del PP a una moción de Podemos, en el Senado, para que se garantice el aborto sin restricciones y con cargo al bolsillo del ciudadano.
El recurso del PP sobre la Ley Aído ante el Constitucional fue un subterfugio para quedar bien y echarse la siesta mientras continúa la masacre
Es la gota que colma el vaso. Después de esto; de la exclusión de las listas electorales de los parlamentarios que defendían la vida; de incumplir la promesa de reformar la Ley de Zapatero; y del anatema formulado por Celia Villalobos (“en el PP no caben quienes dicen ‘No’ al aborto) queda bastante claro de qué lado está la formación de centro-derecha.
Y queda así demostrado que el recurso sobre la Ley de Zapatero que presentó en 2010 ante el Constitucional era un gesto de cara a la galería, un subterfugio para guardar las formas y echarse la siesta mientras continúa la masacre. Porque el PP pone una vela al derecho del nasciturus en el alto tribunal y otra a la muerte del nasciturus al ir de la mano de Podemos con la moción del Senado.
Eso sí que es cintura. Ya lo dijo Javier Hernando: «Mantener principios inquebrantables te convierte en una opción inútil».
Ya lo saben. El suicidio de España, al menos la parte más literal y más contraria al Estado de derecho –en la medida en que se trata de inocentes- tiene culpables con nombres y apellidos. Que conste en acta.