¿A qué hora murió Franco? La mortaja llegó a la Paz a las 22 horas del día 19

    La hora oficial de su muerte fue las 5:25 del 20 de noviembre de 1975, pero Carmen Polo pidió la mortaja del general la noche anterior, como revela el autor en esta crónica de los últimas semanas de Franco.

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    Féretro de Francisco Franco

    En julio del año 1974 con motivo del ingreso del Caudillo en el hospital por una flebitis se aplica por primera vez el artículo 11 de la Ley Orgánica del Estado de 1967 y el Príncipe de España, Don Juan Carlos de Borbón, asume las funciones del Jefe del Estado.

    Un momento delicado. Aquellos días los ojos de ciertos personajes empezaron a bizquear; mientras un ojo miraba a El Pardo y sonreía, el otro miraba a La Zarzuela y hacía una mueca. Faltaba, acababan de asesinarlo, quien jamás dudó, quien siempre miró de frente, el intérprete fiel y justo de la voluntad de Franco: el Almirante Carrero Blanco.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    Y se notaba. Se notaba en el ambiente enrarecido de aquel Madrid que tomaba posiciones. La realidad del Príncipe Don Juan Carlos, en la que algunos nunca creyeron, se materializaba definitivamente. Hubo intentos para volver a jugar con las cartas marcadas que el Almirante descubrió en su momento, pero no se atrevieron.

    El 9 de agosto de 1974 Don Juan Carlos preside el Consejo de Ministros. El primero de su vida. Lleva unas notas manuscritas con varios puntos a destacar. Lee, antes de comenzar la parte formal del Consejo, y lo hace recordando la figura de Franco:

    «Conocéis mejor que yo su gran personalidad y su obra. Pero quiero resaltar una característica suya que, a lo largo de su vida ha sido enormemente significativa y que está por encima  de todos los elogios o de todas las críticas que pudieran hacerse, y es, la serenidad con que ha afrontado todos los problemas que se le han presentado. En esta serenidad, está la clave de la confianza que en él tiene el Pueblo [sic] español. Esta Fé [sic] en su persona es fruto del acierto en las resoluciones, pero también de la tranquilidad en los momentos difíciles. Esta cualidad es la que Hoy [sic] más que nunca, debe presidir las decisiones, pues estoy seguro que será la clave del éxito en las etapas que se avecinan».

    Significativos subrayados y mayúsculas.

    Aquello fue como un ensayo. Sirvió para probar los mecanismos de sucesión y ver las reacciones de unos y otros. También fue un susto, aunque breve. Las razones para asustarse, las de unos y otros, eran diferentes. Unos bizqueaban de El Pardo, otros, menos, de La Zarzuela; el Pueblo en mayúscula, como lo escribió el Príncipe, estaba en su sitio, el más sensato. Todo duró algo más de cuarenta días. Están por escribir.

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    El diario ‘Arriba’ informa de la muerte de Franco

    Jueves 30 de octubre de 1975. La situación es muy distinta

    ¿Qué tengo? pregunta Franco.

    Se hace un eterno silencio. Desconcierto, ¿quién responde?

    -Ha padecido usted un infarto de miocardio y, además, una complicación intestinal grave.

    Franco se queda en silencio. Después, emocionado, dice con energía:

    ¡Artículo 11; que se aplique el artículo 11!

    Franco dejaba de ser Jefe de Estado.

    Hace ahora cuarenta años.

    Así lo cuenta su médico de cabecera, el doctor Vicente Pozuelo Escudero, en el libro: «Los últimos 476 días de Franco».

    A las tres de la madrugada del día 2 de noviembre la hemorragia se agudiza. Franco pasa el día en la cama de su dormitorio, sondado, medio inconsciente. Por la tarde hay un momento en que entre la sonda y la faringe un coágulo le impide respirar. Se lo extraen pero no se puede detener la hemorragia.

    Hay que operar, urgente, no hay tiempo. El Regimiento de la Guardia de Su Excelencia está pegado al Palacio y en su botiquín hay un quirófano que nunca se ha usado como tal. El equipo médico consulta a la familia y deciden el traslado a aquel vetusto quirófano.

    Trasladaron a Franco en una camilla de lona y le subieron a un ambulancia Simca 1200, matrícula del Ejército de Tierra

    Muchas historias se han contado sobre el traslado de Franco. Lo que escribo es fruto de lo vivido por los que allí se encontraban y participaron, en uno u otro nivel, en los acontecimientos de aquellos largos días. Se lo contaré a grandes rasgos.

    Tomada la decisión se llama al Regimiento y todo se pone en marcha. Son aproximadamente las nueve de la noche. Un Simca 1200 ambulancia, con matrícula del Ejército de Tierra, sale hacia Palacio. De su interior, el conductor y algunos escoltas, extraen una camilla de lona que suben a la habitación de Franco.

    La colocan en el suelo, junto a la cama, y cogiendo los extremos de las sábanas ensangrentadas bajan a Su Excelencia hasta depositarlo en la camilla y trasladarlo entre cuatro hombres hasta el vehículo ambulancia. Franco va entubado, inconsciente, pálido, y sangrando por la comisura de los labios.

    Se ha ordenado cortar el suministro eléctrico en El Pardo y Mingorrubio, colonia donde viven los Guardias del Regimiento; toda la energía la necesita el quirófano.

    Se buscó un adaptador en una ferretería de El Pardo y se usó una jarrita de la cafetería para extraer sangre del enfermo

    Primer y grave problema: el foco del quirófano lleva una clavija para enchufarlo tipo americano y los enchufes de la pared son de tipo europeo. Jamás se había probado. Son ya más de las diez de la noche.

    Se busca en la ferretería de El Pardo un adaptador. Pasa el tiempo, llega gente, todos preguntan. Están los Príncipes de España, los primeros, pendientes, inamovibles del lugar. Doña Carmen espera en Palacio. El equipo médico habla, discute y espera.

    Llega el material quirúrgico y… el adaptador para el foco. Aquel quirófano solo disponía de material digno de museo. Falta de todo, incluso para extraer la sangre que inunda al enfermo durante la operación se utiliza una jarrita de acero inoxidable de la cafetería del Regimiento. De El Pardo a Madrid no para de ir y venir un vehículo con plasma y suero. Es el conductor de este vehículo el que lleva al doctor Hidalgo Huerta a su domicilio una vez finalizada la operación. En el trayecto le pregunta sin rubor:

    -¿Doctor, como está el Caudillo?

    Regresa el conductor de dejar al médico y, rendido, se sienta en un banco, en la puerta del botiquín. No se da cuenta que hay dos personas sentadas junto a él; son los Príncipes de España.

    -Perdón Altezas.

    -¡Siéntese, por favor! Tiene que estar agotado. ¿Qué le ha dicho el doctor?, pregunta la Princesa.

    -Señora, me ha dicho que tenemos Caudillo solo para cuarenta y cinco minutos.

    Utilizaron secadores de pelo para calentar la ambulancia helada en la que trasladan a Franco

    Durante la operación había llegado una ambulancia de la Seguridad Social, una Dogde Dart, para el traslado de Franco a Palacio. Está helada por dentro y durante un buen rato los escoltas intentan calentarla utilizando secadores del pelo.

    Todo, lo más parecido a una intervención en campaña. Eso sí, con más de veinte especialistas en aquél reducido botiquín. Los médicos sabrán. A las doce y media la operación había terminado. Franco era trasladado de nuevo a su cama en Palacio.

    Después llegaron días de tensa calma, en cualquier momento se podría precipitar el desenlace. No fueron 45 minutos los que sobrevivió a la operación como dijo el doctor Hidalgo Huerta, aunque él sabía muy bien lo que decía.

    Carmen Polo, esposa de Franco
    Carmen Polo, esposa de Franco

    La vida política en España se detuvo y algunos de sus más activos personajes quedaron aparentemente desconcertados y desconcertantes. Entre bambalinas, hombres del segundo y tercer nivel lograron acuerdos y pactaron sosiego. En el primer nivel era más difícil.

    En todos los organismos de la Administración llevaban tiempo funcionado las llamadas «Plataformas Democráticas» de funcionarios – con más o menos visto bueno- y empezaron a dar señales de actividad con reuniones, cambios de punto de vista y actitud a tomar. En estas plataformas estaban desde Directores Generales a simples funcionarios.

    El día 5 de noviembre el estómago de Franco vuelve a sangrar. En la mente de todos está el dantesco espectáculo de la noche en el botiquín del Regimiento. No se puede volver a repetir semejante espectáculo. La situación se convierte de nuevo en un acto de vida o muerte.

    Una ambulancia le lleva a la Ciudad Sanitaria de La Paz donde directamente entra en el quirófano. Tres días después de vaticinar que le quedaban cuarenta y cinco minutos de vida, Franco estaba de nuevo en manos del doctor Hidalgo. Eran las cuatro de la tarde. Madrid se convertía en el centro de las noticias del mundo.

    Pero en la Ciudad Sanitaria de la Paz el espectáculo era folclórico. Curiosos, periodistas, médicos amigos de…, gente que se tenía que hacer ver, todos hablaban y difundían lo que no sabían, como si de primera mano fuese su información. Solo una cosa era segura: Franco se moría. También se supo que el que allí mandaba era su yerno, el doctor Martínez-Bordiú.

    A Franco no le gustó Arias Navarro, fue un remedio impuesto por circunstancias personales y la debilidad de los últimos momentos

    Está sedado pero consciente. El día 12 entra a verle Carlos Arias Navarro. Franco se da cuenta, no abre los ojos. Le ha molestado. No quiere ver a nadie. En cualquier caso nunca le gustó Arias Navarro. Fue un remedio impuesto por circunstancias personales y la debilidad de los últimos momentos.

    El día 15 de nuevo aparece la hemorragia. Una peritonitis gravísima. Vuelve al quirófano y a las manos del doctor Hidalgo.

    La mañana del día 16 el Príncipe recibe la noticia: la situación es irreversible. Está en fase terminal.

    Los siguientes días hay una gran angustia. Máxima tensión que produce fuertes discusiones, acusaciones y gestos torcidos. Ya no solo se piensa en la muerte de Franco sino en la posición a ocupar cuando fallezca. El día 18 ya está absolutamente inconsciente y el 19 se corre por Madrid que Franco ha muerto.

    A las seis y doce minutos del día 20 el ministro de Información y Turismo, León Herrera leyó el comunicado con la muerte del Caudillo.

    Vayan a El Pardo y recojan una caja que les entregarán -dijo Doña Carmen Polo a los escoltas, la noche del 19 de noviembre

    La noche del día 19 los escoltas de doña Carmen estaban, como siempre, en los sótanos  y garajes del hospital de La Paz. Fue una sorpresa para ellos ver a doña Carmen que llorando se acercaba a ellos.

    Sin intermediarios, directamente, de manera insólita, doña Carmen entra en los garajes y se dirige a su jefe de escolta:

    – Vayan a El Pardo y recojan una caja que allí les entregarán.

    Era el uniforme de capitán general de gala del Caudillo, la mortaja. Aquella noche, sobre las 22.00 horas el uniforme llegó al hospital de La Paz. No debía, ni podía, haber indiscreciones hasta el momento acordado.

    Franco dejaba de ser Jefe de Estado. Definitivamente.

    Se establece la seguridad de la muerte a las 5:25 del día 20. El doctor Vicente Pozuelo firma el certificado de defunción a las seis de la mañana. Absoluta discreción, tanta que la duda sigue rodeando las horas, algunos hechos, y así seguirá para siempre.

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