En primer lugar, el carácter violento de la marcha antiviolenta. Violencia extrema en los esloganes: “vamos a quemar la Conferencia Episcopal», violencia contra aquellas manifestantes que se atrevían a constatar una obviedad (la violencia no tiene género), violencia en el tono agresivo, casi gore, con el que reclamaban el derecho al aborto libre que es, por definición, el acto más violento y más injusto, porque se comete contra el más débil, con el que no tiene central sindical o partido político que le defienda.
Esa es la primera gran incoherencia de muchos –no todos- movimientos feministas. Tú no puedes luchar contra el terrorismo machista mediante el terrorismo abortista. Porque entonces te quedas sin razones, sin legitimidad. Durante años se cometieron intolerables abusos y brutalidades con las mujeres, y eso es vergonzoso y execrable, y merece prisión. Pero lo que no se puede hacer es aplicar la ley del péndulo y poner bajo sospecha a todo el género masculino. “Género”, ya salió la palabreja.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraQuien no jure los principios fundamentales de la Ideología de Género queda automáticamente fuera del sistema o lo que viene a ser lo mismo fuera de la subvención
Porque esta es la segunda paradoja que llama la atención de la Marcha contra las Violencias Machistas. Al conjuro de la palabra “Género” las fuerzas vivas –partidos, sindicatos, cátedras universitarias- se ponen en primer tiempo de saludo y acuden a hacerse la foto, a encabezar manifestaciones o hacer declaraciones, no vaya a ser que le pongan faltan. Allí estaban representantes de todos los partidos, izquierda, derecha y mediopensionista. Rara unanimidad.
Quizá porque esas siglas (PP, PSOE, C’s etc.) son sólo el numerador pero la Ideología de Género es el común denominador. Quien no jure los principios fundamentales de la Ideología de Género queda automáticamente fuera del sistema o lo que viene a ser lo mismo fuera de la subvención. Por eso estaban todos.
Decía Jean François Revel que lo que mueve el mundo es la mentira. Y el feminismo radical es uno de los grandes camelos de nuestro tiempo. Se sustenta en dogmas delirantes, como el de Andrea Dworkin, líder feminista norteamericana (“Toda cópula es una violación”), con no menos inquietantes corolarios jurídicos (…luego el hombre es culpable o está bajo sospecha).
No hablamos de EEUU, sino de España: la Ley de Violencia de Género asume el discurso feminista al establecer una pena extraordinaria para el hombre en los casos de maltrato doméstico. ¿Por qué? Porque se asume que la violencia es consustancial al hombre y es preciso corregir esa tendencia. Así de científico.
La igualdad de derechos es una conquista social necesaria, lo mismo que la lucha por la dignidad de la mujer, frente a intolerables abusos por parte de varones. Pero lo que persigue el feminismo radical no es la igualdad, sino la revancha. Parte de un prejuicio marxista: aplica la lucha de clases a las relaciones hombre-mujer (opresor-oprimida) y lo que pretende es demonizar al varón y derribarlo del Palacio de Invierno. Caído el Muro, el feminismo radical se ha quedado solo con su absurda cruzada, con aliados circunstanciales (como los lobbies gays que satanizan a los heteros).
Su loco empeño no tiene futuro. Porque se basa en la imposibilidad de la convivencia de géneros (“una mujer necesita a un hombre como un pez a una bicicleta”, llega a decir Gloria Steinem, editora de MS, la más influyente revista feminista). Lo que equivale a sentenciar las relaciones hombre-mujer, y destruir el núcleo duro de la familia y, por tanto, de la sociedad.
Todo esto no pasaría de ser una suprema extravagancia si no fuera porque ciertas leyes están impregnadas de ese espíritu y tienen una traducción judicial. La española de violencia de género, ideada por feministas, es un ejemplo muy próximo.
Y unos por miedo, otros por moda y otros por adulación, aquí todos tragan tan indigesto sapo
Y de esa forma la imponen a la sociedad. A falta de argumentos buenas son multas, condenas o censuras. Es decir, violencia. Y unos por miedo, otros por moda y otros por adulación, aquí todos tragan tan indigesto sapo. Y llegan a confundir la consigna ideológica con verdad científica y ahí tienes a Pedro Sánchez pidiendo funerales de Estado para las víctimas de la violencia de género
Una cosa es poner coto al drama terrible de las mujeres maltratadas -brutalidad que merece repulsa y exige justicia-, y otra muy distinta, elaborar leyes que no sólo no solucionan el problema, sino que crean otros nuevos. Y la ideología no es nunca la solución, y el género menos todavía.