El escándalo que se desató cuando Marta Rivera de la Cruz propuso equiparar las penas de hombres y mujeres implicados en la violencia de género resultó revelador de las características distorsionantes de la politización.
La sola sugerencia de la escritora y candidata de Ciudadanos de que lo malo es la violencia en el hogar, no el sexo de quien la ejerce, y de que para un hijo es tan grave ver cómo su padre mata a su madre como la situación inversa, encendió el pensamiento único, que procedió a lincharla con la saña y la intoxicación habituales. Al final, la señora Rivera de la Cruz, en una muestra notable de ingenuidad, declaró que le parecía “terrible” que se utilice un tema como este en la batalla electoral: “muestra la peor política”. Pues no, doña Marta, no muestra la peor política, sino la política tal cual es.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa política tal cual necesita legitimar una coacción creciente sobre los ciudadanos a partir de tres ingredientes indispensables. Primero, señalar un problema que no sólo es grave, sino que además se agrava. Segundo, insistir en que se trata de un problema creado por las personas libres e insoluble desde la libertad, con lo cual se hace imprescindible el recorte de la misma. Y tercero, señalar que se trata de conflictos entre grupos definidos, con intereses radicalmente contrarios entre sí, y con víctimas determinadas que puedan ser utilizadas políticamente con la pretensión de defenderlas atacando a los grupos victimarios.
El antiliberalismo de todos los partidos funciona generalmente así. Por recordar un antiguo ejemplo, así entendieron los socialistas la explotación de los trabajadores en el capitalismo: un problema que era cada vez más grave, porque empobrecía cada vez más a los obreros; era un problema creado por el mercado libre, y que requería su corrección o supresión; y era un problema derivado de los intereses completamente opuestos de empleados y empresarios, que reclamaba la presencia y acción de unos partidos políticos que representaran a los primeros y pusieran coto a las inicuas usurpaciones de los segundos. Con estas bases tan falsas y endebles el comunismo arrasó con la libertad, la prosperidad, y la vida de millones de trabajadores.
La antes llamada ‘violencia de género’ pasó a llamarse ‘violencia machista’, incluso algunos izquierdistas hablan ya de «terrorismo machista»
Precisamente, una vez caído el Muro de Berlín, florecieron otras causas para que los enemigos de la libertad aplicaran esa misma lógica, y desviaran la atención de hasta qué punto la clase obrera había sufrido sus desmanes. Es el caso de la antes llamada violencia de género, que ha cambiado reveladoramente de nombre a “violencia machista”, e incluso algunos de nuestros izquierdistas ya hablan directamente de “terrorismo machista”.
Si los casos de violencia de género se dieran dentro de matrimonios cristianos, los políticos y grupos de interés hubiesen dejado de denunciarlo de manera tan destacada
Observemos los ingredientes. El problema no sólo es obviamente grave sino que se agrava, o al menos eso se afirma de modo tajante, aunque no he visto estadísticas que prueben dicho agravamiento a largo plazo; simplemente se da por sentado, como se da por sentado que la libertad y las instituciones de la misma, como el matrimonio, generan o agravan el problema, lo que no es cierto en absoluto –no creo que, por ejemplo, si la mayoría de los casos de violencia de género se dieran dentro de matrimonios cristianos, los políticos y los numerosos grupos de interés ligados lucrativamente a la lucha contra dicha violencia hubiesen dejado de denunciarlo de modo muy destacado. Y lo que tampoco es cierto es que sea un problema de un grupo en exclusiva. La violencia de la mujer contra el hombre existe, aunque casi nadie habla de ella, a excepción de nuestro periódico.
Así se entiende el revuelo contra Marta Rivera de la Cruz, que, por cierto, prueba una vez más que el antiliberalismo de todos los partidos no cuida de las mujeres en general, y puede ser notablemente cruel con las que no secundan sus consignas. Ese revuelo, efectivamente, era preciso porque cuestionaba el tercero de los ingredientes: si la violencia no es en exclusiva contra las mujeres, se deslegitima la coacción política que pretende erigirse en defensora de un grupo específico atacado por otro grupo específico. La violencia tiene que ser solamente “machista”. El macho es el terrorista.