Si hubiera que nombrar al Divulgador Mayor del Reino, sin duda que Fernando García de Cortazar (Bilbao, 1942) se llevaría la palma con todos los honores, al menos en su especialidad, la Historia.
Académico, catedrático de Historia Contemporánea, Premio Nacional de Historia, director de las Fundaciones Dos de Mayo y Vocento, este jesuita ilustrado ha dirigido medio centenar de tesis doctorales y es autor de más de 60 libros traducidos a varios idiomas. Muchos de ellos son meritorios compendios que, con un tono didáctico, tratan de enseñar Historia en comprimidos a un público amplio.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDesde Breve Historia de España hasta El siglo XX, diez episodios decisivos, pasando por Historia de España para dummies, Album de la Historia de España o Historia de España, de Atapuerca al euro.
Por otro lado, Cortázar es un paladín intelectual de la nación española, sometida a la doble amenaza del separatismo catalán y del vasco. El historiador sabe de lo que habla cuando critica las aristas más indeseables del nacionalismo vasco y sus complicidades con el terrorismo.
España como problema: parece que hoy en día muchos se han quedado en el problema y se han olvidado de España.
Ese es el drama de España, el que continuamente nos estamos flagelando o preguntando por lo que somos en lugar de trabajar por seguir haciéndonos, como ocurre en otros grandes países. Menos preguntas y más trabajo para reforzar lo más hondo de nuestra experiencia colectiva y evitar el ridículo vaciado de una cultura que permite reconocernos como proyecto esperanzado.
Debemos vigilar por dónde se están abriendo las costuras de nuestra convivencia y los muros de nuestra patria, puesta en riesgo por la impugnación de unos y la indolencia de otros.
¿De quién es hija España: de los Reyes Católicos o del pueblo que se echa a la calle en 1808?
España es hija de un enorme número de personajes: reyes, filosofos, poetas, exploradores. Muchos son los arquitectos y muchos más los albañiles en cuyas manos quedó la labor de configurar y defender lo que habría de ser la nación inacabada de nuestros días.
Pero concrete… ¿la toma de Granada, de la que se acaba de cumplir 525 años, o la Constitución de Cádiz?
Los Reyes Católicos, claro, – y antes, por supuesto, Alfonso VI de Castilla, Jaime I de Aragón… –, pero también, por ejemplo, los anónimos campesinos y pastores que poblaron las tierras desiertas de la Alta Meseta castellana y los valles al pie de los Pirineos. Carlos III, los reformistas ilustrados…
¿Y el 2 de mayo?
Y sin duda, el pueblo de 1808, ese coro tumultuoso, bestial y generoso, ingenuo y marrullero, despistado, intuitivo, manipulado, mezquino y tierno.
¿Mezquino?
Gigantesco siempre.
¿De qué parte de su Historia se siente vd. más orgulloso?
De las grandes creaciones de los siglos XVI y XVII. ¿Cómo no sentir admiración por un pintor como Velázquez, poetas como San Juan de la Cruz, Quevedo o Góngora, dramaturgos como Lope de Vega y Calderón de la Barca, o juristas y teólogos como Francisco de Vitoria y Francisco Suárez?
Y menos orgulloso…
De las guerras civiles.
La España de las tres culturas: cristiana, mora y judía ¿mito o realidad?
La España de las tres culturas puso alas a la creatividad humana, es cierto, pero fue en momentos puntuales – la Córdoba califal de Al-Hakam II, el reinado de Alfonso X –.
Por otra parte, cristianos, judíos y musulmanes siempre vivieron bajo la amenaza de los intolerantes, prueba de ello son los pogromos que se producen en este periodo o la gran hoguera que los juristas defensores de la dictadura de Almanzor hicieron con la gran biblioteca de Al-Hakam II.
¿Cree que Europa será Eurabia, como pronosticaba Oriana Fallaci?
Soy historiador, no profeta, pero lo veo altamente improbable.
Pero tal como están las cosas, ¿no está perdiendo su identidad?
En cualquier caso, Europa dejará de ser Europa si, centrándose exclusivamente en lo económico, termina repudiando su gran tradición cultural, basada en el humanismo cristiano, el reformismo social y el liberalismo político.
Los franceses tienen a Napoleón, pero nosotros tenemos a Carlos V.
Carlos V sugiere a la imaginación algo así como un alférez en torno al cual se produce el giro más espectacular que la historia de Europa ha conocido.
¿Tenía talla de genio político, de estratega, de humanista?
La talla eminente de su persona en la historia, se debe menos a su genio político – considerable sin imponer admiración – o a su genio militar – que se afirma todavía con más color y perfil sin por eso elevarlo al rango de gran capitán – que a su integridad, a su dignidad y a la envergadura de las ideas políticas que guiaron su conducta y que, por la índole de su destino, resultaron a la vez a la zaga y en vanguardia de su época. Porque este gran emperador fue al mismo tiempo el último de los herederos de Carlomagno y el precursor de los europeístas del siglo XX.
«A la gesta de Elcano y Magallanes alrededor de la tierra sólo se puede comparar los viajes espaciales»
¿No le parece que la odisea real de Elcano deja pequeña a la imaginaria de Ulises?
De Elcano, y ¡Magallanes! Por supuesto. Las grandes hazañas de la humanidad tienen en la aventura de aquellos exploradores al servicio de Carlos V un referente esencial. Las crónicas de su tiempo llamaron a esa travesía alrededor del mundo “la gesta más asombrosa de la historia”. Y en mi opinión sólo pueden comparársele los viajes espaciales.
¿Y que Cortés o Pizarro son más magnos que Alejandro?
La aventura de los conquistadores españoles está a la altura, por sus peligros, por sus atrocidades y maravillas, a las grandes hazañas de Alejandro Magno, y por supuesto, excede en mucho a todo lo que soñaron “los ciclos de Rolando y de Bretaña”.
Pero hoy en día quieren desprestigiarla y silenciarla…
El descubrimiento y la conquista de América fue un hecho de tales proporciones que lo primero que produjo en Europa y España fue silencio, y así nos encontramos con que el hecho más importante de la historia planetaria en los últimos siglos apenas fue advertido en su magnitud por los hombres de letras de la época.
¿Por qué nos avergonzamos de un pasado tan glorioso?
Lope de Vega decía en el siglo XVII : “¡Oh patria …cuántos sucesos y victorias grandes pues que tienes quien las haga ¿por qué te falta España quien lo diga”. Esto mismo ocurre en el siglo XXI: que no cantamos las baladas de nuestra nación y que nos hemos creído las barbaridades que se han dicho de nosotros desde el extranjero. Somos el país de Europa al que más le preocupa la opinión foránea que se tiene de él.
Por el contrario, Gran Bretaña es el que menos está pendiente de lo que se dice fuera de sus fronteras.
Y lo que han dicho de nosotros ha sido de todo menos bonito…
La Leyenda Negra nos ha hecho mucho daño, pero hay que reconocer que ha prendido con fuerza por la propia autocrítica flagelante y masoquista que históricamente nos ha caracterizado. Siempre se dice que la historia la hacen los ganadores. Sin embargo, en España parece que la hacen los perdedores.
¿Cómo evitarlo?
La conciencia nacional, el amor a la patria y a sus símbolos hay que cultivarlos en los años de formación, como se cultiva la piedad en la infancia.
«En cualquier otro país, Francisco de Vitoria, que puso las bases del derecho internacional, sería venerado como un genio»
El siglo fue de Oro no sólo por la literatura, sino por las contribuciones de España a Trento o al Descubrimiento, ¿podría explicarlo?
En el Concilio de Trento hay una nueva fundamentación de nuestra relación con Dios, y los teólogos españoles, frente a la Omnipotencia divina, defienden la autonomía del ser humano, que no es simplemente una criatura sumisa. Esa idea del hombre es la que cuaja después en las ideas de la Ilustración.
En cuanto a América, su descubrimiento presenta la pregunta: los habitantes de ese territorio ignoto, ¿tienen los mismos derechos que nosotros? Es impresionante la respuesta que da la Escuela de Salamanca en el siglo XVI. Francisco de Vitoria, en cualquier otro país, sería venerado como un genio, porque es quien pone las bases del derecho internacional.
Pero en Ciencia perdimos pie frente a la Europa protestante: ¡que inventen ellos! decía Unamuno.
Es cierto. La historia de España, como todas las historias de la historia, está hecha de luces y sombras. Y este de la ciencia, que tiene que ver con la libertad de pensamiento, es un capítulo repleto de sombras. La España cosmopolita de Carlos V se hunde cuando aparecen los primeros brote de protestantismo. Y así, mientras la Inquisición corta por lo sano cualquier conato de rebeldía cultural, la Península se aleja de la revolución científica y tecnológica que se inicia en el continente.
¿Los planes de estudio escolares parecen hechos por los peores enemigos de España…?
El verdadero peligro es que la historia, como la filosofía, desaparezcan en los planes de estudio. Hablo de la historia seria, no de las tergiversaciones nacionalistas o localistas. “Abolid el estudio de la historia” advertía Voltaire a sus contemporáneos, “y veréis probablemente una nueva noche de San Bartolomé en Francia y un nuevo Cromwell en Inglaterra”.
«Los localismos de las comunidades autónomas son la carcoma de la historia moderna de España»
Tergiversaciones como los localismos de las comunidades autónomas…
Los localismos son la carcoma de la historia moderna de España.
¿España sería España sin la burguesía, la industria y las bancas catalana y vasca?
No, pero al revés tampoco. Es decir, la burguesía la industria y las bancas vasca y catalana no serían lo que son sin España.
Usted llevó escolta durante 11 años en el País Vasco, ¿qué le parece la pretensión de Otegi de ser lehendakari?
La pretensión de Otegi, un disparate. Pero peor aún me parecen las voces que defienden o amparan el derecho a tal iniciativa, reflejo del envilecimiento moral que atraviesa España.
El nacionalismo se cura ¿viajando, leyendo o dejando de recibir dinero del Estado central?
Tal vez con una combinación de las tres.
Usted ha escrito, entre otros, Breve historia de España, Breve historia de la cultura de España, Pequeña historia de los exploradores… ¿tanta brevedad debe costar un esfuerzo ímprobo?
La síntesis es un arte complejo y exigente. Pero yo siempre he pensado, con Voltaire, que el secreto para no aburrir consiste en no contarlo todo.
«Los historiadores no sólo debemos saber qué cosas ocurrieron en el pasado sino que también tenemos la obligación de saber contarlas, escribir con amenidad»
¿Se considera más un divulgador que investigador?
Yo siempre he creído que la historia debe buscar al público. La historia es una necesidad social. Y es justamente por esa razón por la que los historiadores no solo debemos saber qué cosas ocurrieron en el pasado sino que también tenemos la obligación de saber contarlas, escribir con amenidad y utilizar todos los recursos literarios a nuestro alcance.
Y más en un país como el nuestro, donde los esfuerzos por consensuar unos contenidos mínimos del pasado tropiezan con quienes conciben la historia de España como una invención, donde cada territorio, cada Comunidad Autónoma, se ha dedicado a inventar un ayer separado y enfrentado al de su vecino y donde políticos de todos los colores ponen el énfasis en una visión extremadamente dramática y pesimista, haciendo buena la tesis de la excepcionalidad – como si países como Francia, Gran Bretaña o Alemania no hubieran conocido crisis de violencia y dramatismo extraordinarios.
Tiene dos novelas de éxito, Tu rostro con la marea y recientemente Alguien heló tus labios, las dos históricas. ¿Hacer literatura es hacer historia por otros medios?
En mi caso, sí. La ficción me permite llegar a terrenos vedados al historiador: ofrece la posibilidad de entrar en el interior de los personajes, en sus pasiones, en sus sentimientos. La ficción es una maravillosa herramienta para atravesar la dura epidermis de los hechos y explorar el alma de los personajes históricos.
¿La ficción lo permite todo o debe haber límites?
No todo vale. El juego de la ficción tiene unas reglas cuando se trata de hechos y personajes históricos: aprenderlo todo, leerlo todo, informarse de todo. Y simultáneamente, atender a lo más duradero, a lo más esencial que hay en nosotros, las emociones, como puntos de contacto con esos hombres o mujeres, para no caer en el exotismo o en el cartón piedra.
¿Qué ha pretendido con Alguien heló tus labios, recorrido por la España del XVI al XVIII ¿curarnos contra el pesimismo que recorre nuestra Historia?
Alguien heló tus labios comienza en 1814. Napoleón ha sido derrotado, y entre los restos de un Madrid harapiento dos viejos amantes desgranan sus recuerdos y recorren, tras la memoria de sus antepasados, algunas de las páginas más decisivas de la España de los Austrias y de los primeros Borbones.
Personajes históricos – como Felipe II, Felipe IV, Antonio Pérez, el Almirante de Castilla, Goya… – y acontecimientos históricos – la guerra de Flandes, las Alteraciones de Aragón, las intrigas contra el conde-duque de Olivares, el motín de los gatos o de Oropesa , los fusilamientos del dos de mayo – se mezclan con hechos y vidas imaginarias en una novela con la que he querido evocar tres siglos de la historia de España, desde el momento en que Madrid es elegida capital hasta la invasión napoleónica y el triunfo del absolutismo fernandino.
¿Cómo se ha documentado para escribir este libro?
Aunque sea una novela, y la imaginación sea la señora de la casa, el rigor debe ser el ama de llaves. Describir los escenarios, lugares y personajes que aparecen en Alguien heló tus labios me ha exigido un esfuerzo de investigación extraordinario. No sólo sentado en la fría sala de una biblioteca sino trasladándome a muchos de los lugares donde se sitúa el argumento, para poder escribir desde la experiencia vivida.
Desde El Escorial, residencia favorita de Felipe II en sus últimos años, o el Palacio de la Aljafería, en Zaragoza, donde la Inquisición tuvo preso a Antonio Pérez, hasta el convento de San Plácido – donde se producen los hechos misteriosos que llevaron a Villanueva a los calabozos de la Inquisición – la villa de Toro – último destierro del conde duque de Olivares – o el Palacio Arzobispal de Toledo – alojamiento de Carlos II y Mariana de Neoburgo durante sus estancias en la vieja ciudad del Tajo.
La novela describe intrigas y corruptelas del poder, la acción implacable de la Inquisición, los anhelos de reforma… No me resisto a preguntarle, ¿no aprendemos de la historia?
Alguien heló tus labios acompaña al lector en su recorrido de tres siglos por una España poderosa primero, declinante después y por último recién salida de seis años de ocupación francesa. Los siglos XVI, XVII y XVIII son mundos diferentes, lo son entre sí y mucho más si se comparan con la España de hoy.
Hay, eso sí, problemas heredados – el territorial, por ejemplo – y sobre todo eternos del alma humana, que bajo rostros diferentes, hallamos en cualquier época: el fanatismo, la impostura, el amor con su doble faz de salvación y condena, la lealtad y la traición, la búsqueda de la verdad, la corrupción y los anhelos de reforma.
El libro rezuma en muchos momentos pesimismo. ¿Es el suyo?
Hay pesimismo y desencanto. Pero no es mi pesimismo sino el de los personajes. Don Francisco de Quevedo, recién salido de su prisión en el convento de San Marcos, exclama: “Este lugar es el peor y más maldito del mundo. Todo es hambre, cohecho, terror. Yo, os lo confieso, estoy harto de ver mi siglo…”.
Dijo el poeta José Luis Hidalgo, que buscaba la fe: “Vivir es una herida por donde Dios se escapa”. Para algunos de los personajes de la novela, históricos o ficticios, vivir fue una herida por donde España, la monarquía de los Austrias o la de los Borbones, se derramaba.
Así el Conde-Duque de Olivares, que desterrado en Toro exclama: “¿Quién salvará a España si yo no puedo ya salvarla, si yo tengo que rendirme, impotente, ante la fuerza bruta de los enemigos de Dios? Los enemigos de Dios que Dios mira como amigos, mientras nos abandona…”. O Moratín, que le dice al marqués de Armillas, personaje de ficción: “Nuestra plebe está habituada a lamer la mano que la golpea y a morder la que trata de brindarle algún beneficio”.
«La historia de España me ha enseñado que lo que acontece no responde a un destino ciego sino a la virtud o a la perversidad de los hombres»
¿Qué le ha enseñado a vd. la historia de España?
Que lo que aconteció ayer y acontece hoy no responde a un destino ciego e inexorable, sino a la virtud, inteligencia y sabiduría de los hombres; y, por supuesto, a la perversidad, estupidez e ignorancia de esos mismos hombres.
¿Para qué aprender historia si ahora lo que el mercado laboral demanda son informáticos y geriatras?
Entre otras cosas, para protegerse de las mentiras que los políticos cuentan sobre ella.