
Hace unos días falleció uno de los psiquiatras más relevantes de las últimas décadas en EEUU. Se trata de Robert Spitzer (1932-2015), que de icono del lobby gay pasó a ser su enemigo número uno. Icono, porque fue una de las piezas fundamentales para que en 1973 se eliminase la homosexualidad del DSM norteamericano, es decir, el manual de referencia sobre trastornos psiquiátricos.
Gracias a esa decisión, la homosexualidad alcanzó gran visibilidad social en los años 70 y 80 y, no mucho más tarde, se convirtió en moda cultural. Y finalmente en una imposición ideológica.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPero años más tarde, no convencido con el papel que desempeñó en los 70, el doctor Spitzer realizó una investigación que ese mismo lobby gay no le ha perdonado. En él defendía el derecho a dejar de ser gay, aportando para ello los resultados que obtuvo con personas con tendencias homosexuales, citando además el éxito de ciertas terapias para dejar la homosexualidad.

Este informe que publicó en 2001 le supuso graves ataques y descalificaciones del lobby gay. Fueron tan furibundas las críticas que hicieron mucha mella a un Spitzer ya anciano y enfermo, por lo que intentó dar un paso atrás retirando su informe para así dejar de ser atacado.
Robert Spitzer falleció el pasado 25 de diciembre a los 83 años y Religión en Libertad recoge un recordatorio publicado por Linda Ames Nicolosi, exdirectora de publicaciones de la NART, la Asociación Nacional para la Investigación y la Terapia de la Homosexualidad. Ella colaboró con el psiquiatra en el polémico informe en el que defendía que se podía dejar de ser gay por lo que cuenta en primera persona cómo se fraguó y cómo quedó afectado tras los ataques del lobby homosexual.
Nicolosi relata que en 2001 Spitzer le pidió que colaborase con él en un estudio sobre personas que habían abandonado un estilo de vida gay. “Como el héroe cultural que supuestamente había ‘normalizado’ la homosexualidad, debía ser –pensé- uno de los principales expertos en el asunto”.
El «sentimiento de culpa» de Spitzer
Sin embargo, descubrió que “no sólo Spitzer sabía muy poco sobre la homosexualidad (tema en el que parecía haber tenido poco interés en profundizar), sino que también tenía un conocimiento muy pequeño o un mínimo interés en la psicología psicodinámica”. Por ello, estaba sorprendida de que el psiquiatra tuviera un papel tan importante en 1973.
La exdirectora de Narth asegura que “Spitzer era un hombre verdaderamente compasivo, y estaba orgulloso de haber ayudado a liberar a las personas LGB de la opresión cultural mediante la decisión de 1973. Pero cuando me llamó en 2001 me pareció que le inquietaba un sentimiento de culpa”.
Nicolosi: A Spitzer no le gustaba la presión dentro del establishment psiquiátrico contra quienes no se sentían felices con su atracción por el mismo sexo
A su juicio, se lanzó a este nuevo proyecto porque “no le gustaba la presión, dentro del establishment psiquiátrico, para impedir a los clínicos que ayudasen a pacientes que se sentían infelices con su atracción por el mismo sexo”.
Parece como si hubiera convertido en verdad científica que es imposible recuperar la tendencia sexual biológica. Spitzer se topó con un verdadero muro ideológico, y buena parte de la comunidad científica le declaró una guerra sorda.
Nicolosi recuerda que los resultados que obtuvo el psiquiatra fueron que simplemente una persona “no apaga y enciende sus orientaciones” sino que se podía describir mejor como una “reducción en las atracciones homosexuales y un aumento en las atracciones heterosexuales”.

Una lluvia de ataques tras el estudio
La conclusión de Spitzer era prudente: “Contrariamente a la creencia convencional, individuos altamente motivados, mediante diversos esfuerzos de cambio, pueden lograr un cambio sustancial en múltiples indicadores de la orientación sexual y conseguir un buen funcionamiento heterosexual”.
Pese a que su conclusión no era muy contundente pronto se desató la ira del lobby gay, pues consideraban una traición de Spitzer la investigación realizada. Y esto era algo que no se esperaba el psiquiatra. “Pensaba -comenta Nicolosi- que apoyar a cualquier comunidad culturalmente marginada debía ser –como lo había sido en tiempos- algo popular incluso entre los progres culturetas de Nueva York”.
Los ataques fueron muy numerosos y eso que sólo se había prepublicado el estudio. En un mail enviado a Nicolosi, Spitzer decía: “He estado revisando los e-mails que he recibido…¡y debo admitir que he tenido la tentación de rendirme ante todo esto”. Y tuvo intención de dar marcha atrás. Los ataques y el qué dirán hicieron mucha mella en él, tantos que años después quiso retirar la publicación. Finalmente no se hizo y su investigación sigue siendo un referente para los gays que quieren cambiar de vida.