La joven cristiana de 20 años Sonia Bibi, originaria de la ciudad paquistaní de Multan ha sido rociada con gasolina por su pretendiente musulmán tras negarse por enésima vez a casarse con él mediante el rito islámico. Ahora, con quemaduras en el 80% de su cuerpo, Sonia lucha por su vida en el hospital.

Esta violencia extrema ha despertado una vez más la atención nacional e internacional sobre el sufrimiento que padecen en Pakistán las minorías religiosas, y en especial, las mujeres cristianas, en un país donde son víctimas constantes de abusos y violaciones. Según fuentes de la agencia vaticana Fides, más de mil mujeres son quemadas vivas al año en Pakistán, sobre todo en las zonas rurales.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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El abogado cristiano, Sardar Mushtaq Gill, quien se ha ocupado de casos parecidos al de Sara, advierte que “es muy difícil tener justicia y llegar a un castigo para los responsables. En estos casos, a menudo, la policía no actúa o, peor, toma partido por los violadores”.

Y añade: «Las familias cristianas o los testigos sufren presiones para retirar las denuncias. La violencia contra las mujeres y ninos de las minorías religiosas a menudo sucede en silencio: las historias no emergen».

Sardar, además, narra la historia de Fouiza, una mujer cristiana casada y madre de tres hijos, que fue secuestrada por un hombre musulmán, Mohammed Nazir, en julio de 2015. El hombre la obligó a convertirse al islam y la hizo su esposa por la fuerza. Nazir que era el terrateniente del campo donde trabajaba la familia de Fouiza amenazó con “graves consecuencias” a la familia de la cristiana si protestaba.

En casos así, el abogado explica que el juicio queda cerrado porque “las chicas, amenazadas y bajo presiones terribles, confirman la libre elección, terminan apoyando a sus secuestrados”.

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