El Doctor Sánchez está en apuros. En interesante mostrar, como hacen todos los medios, qué elementos hay para desconfiar. Pero ha llegado el momento de ir un poco más allá y plantearse cuál es el motivo por el que Pedro Sánchez ha recibido tantas ayudas.
Su tesis, titulada “Innovaciones de la diplomacia económica española: Análisis del sector público (2000-2012)”, está en entredicho. Hay varios elementos para desconfiar de ella. El que ha despertado más revuelo es el que se refiere al plagio. En la tesis de Sánchez aparecen textos que son calcados de otros trabajos anteriores y de artículos escritos anteriormente por Sánchez. En este caso, esos artículos, como presuntamente ocurre con la propia tesis, no están escritos sólo por él, pues siempre aparece su firma al lado de otro.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa acusación de plagio es muy grave para una tesis; mucho más que para un libro. Pues la tesis ha de ser un trabajo original. La capacidad de un autor de hacer una contribución original al conocimiento es el objetivo de la elaboración de la tesis. El doctorando no debe repetir lo que han dicho otros, si no es para construir sobre esas bases una nueva perspectiva, o revisarlo a la luz de nuevos datos. Y, desde luego, por encima de todo, no debe apropiarse lo que no le corresponde.
Tres de los cinco miembros del jurado se habían doctorado recientemente. Y uno de ellos era coautor de uno de los artículos del propio Sánchez
Pero más grave es la otra acusación, la de que no es que haya plagiado a otro autor, sino que como si fuera una novela escrita por una bella presentadora de televisión, tiene un negro. El exministro de Industria, Miguel Sebastián, dejó caer en un corrillo unas palabras que han rebotado en los medios de comunicación, según las cuales a Pedro Sánchez le habrían hecho el 90 por ciento de su tesis doctoral en el Ministerio de Industria.
El periodista Jesús Maraña publicó en su libro “Al fondo a la izquierda” (2017) que a Sánchez la tesis se la elaboraron desde el departamento que dirigía Sebastián. Atento a la evolución del poder y los beneficios que éste, graciosamente, puedan concederle, en lugar de sacar pecho porque su denuncia estaba bien fundada, prefiere callar minuciosamente sobre el asunto y hablar de Pablo Casado. Pero su información parece ser más que correcta, a la luz de lo que se va sabiendo.
Hay un tercer elemento fundamental en este asunto, y es la composición del tribunal de la tesis. En una reciente entrevista, el doctor y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, reconoce que conocía a los miembros del tribunal que aprobó su tesis, aunque niega ningún trato de favor. Esto es relativamente común, que el candidato conozca al menos a parte del tribunal. Lo que no es tan común es que tres de los cinco miembros del jurado se habían doctorado recientemente. Y que uno de ellos era coautor de uno de los artículos del propio Sánchez.
Lo cierto es que Sánchez es un guiñol de lujo. Tiene la misma consistencia de un muñeco de trapo, habla idiomas y es guapo
Hay un elemento añadido. Trece meses antes de la lectura de la tesis, Sánchez publicaba un tuit con el siguiente texto: “Tengo que escribir unas notas sobre diplomacia Economica, alguien puede aconsejarme literatura Economica para leer? Gracias!”. Además de los errores de gramática y puntuación y la ausencia de tildes, más la aclaración, en principio innecesaria, de que la literatura es para leer, ¿qué resulta chocante de este tuit?
Primero, que no es así como un estudiante se hace con la literatura adecuada. Parece estar perdido, no ya encaminado desde sus investigaciones previas. No menciona ningún experto. Lanza la pregunta al aire, con la brújula dando vueltas en mitad del desierto. Su desierto intelectual. Un año más tarde, pasa del in albis al cum laude. ¿Cómo lo ha hecho? Muy fácil: no lo ha hecho. No es su trabajo, sino el de otro.
Volvemos entonces a la cuestión inicial. ¿Quién ha decidido convertirle en doctor? ¿Quién le ha apoyado? Y, sobre todo, ¿por qué y para qué? He repasado los curricula de todos los secretarios generales del PSOE desde Felipe González y, con diferencia, el de Pedro Sánchez es el más flojo. ¿Por qué la apuesta por un hombre tan gris? ¿Quién ha puesto sus ojos en él, quién le ha querido convertir en un activo del PSOE?
La respuesta más atractiva es vincular las patadas hacia arriba del concejal-diputado-líder socialista con la primera entrevista como presidente del gobierno, que fue con George Soros. Pero más allá de la satisfacción típica de la conspiranoia, no hay nada. Lo cierto es que Sánchez es un guiñol de lujo. Tiene la misma consistencia de un muñeco de trapo, habla idiomas y es guapo. Pedro Sánchez es candidato veleta esperando a que le soplen, un candidato de Manchuria programable, un soliloquio del sistema, un continente sin contenido. Y la pregunta de quién le posee, quién ha decidido convertirle en lo que no es, sigue estando abierta.