A los pocos días de jurar como presidente de Brasil, Bolsonaro ha puesto punto final a la impunidad de un terrorista de extrema izquierda, el italiano Cesare Battisti. Evo Morales, hoy muy obediente, ha entregado al asesino comunista a Matteo Salvini. Así acaba una carrera de sangre y de impunidad que ha durado cuarenta años gracias a la solidaridad de la izquierda de chaqueta y canapé con los pistoleros con los que comporte ideas.
Cesare Battisti nació en Roma el 18 de diciembre de 1954 en una familia comunista. Comenzó su culto a la pistola como un delincuente común, que asaltaba tiendas y supermercados por simple lucro personal, hasta que en prisión tiene una revelación y se une a una banda terrorista, los PAC, Proletarios Armados para el Comunismo.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraA partir de entonces, sus robos y atracos pasaron llamarse ‘expropiaciones proletarias’, eufemismo difundido por periodistas y abogados. Y si en ellos hay algún que otro muerto, mala suerte, son gajes del oficio.
Bolsonaro ha entregado a Italia a un terrorista que había vivido impune gracias al amparo de gran parte de la izquierda mundial
Se le detuvo en Milán en 1979, pero en 1981 escapó. En 1993 un tribunal le condenó en ausencia a cadena perpetua por dos asesinatos y complicidad en otros dos cometidos en 1978 y 1979. Sus víctimas fueron un joyero en Milán asesinado frente a su tienda y su hijo de 15 años quedó parapléjico; un carnicero, cuyo delito contrarrevolucionario fue matar a un ladrón; un funcionario de prisiones; y un chófer de la Policía. ¡Grandes enemigos del pueblo!
Battisti huyó a Francia y luego a México, ambas repúblicas entonces con gobiernos ‘progresistas’. Cuando el presidente francés socialista François Mitterrand enunció la doctrina que lleva su nombre y por la que convirtió a su país en asilo para todos los terroristas italianos de ultra-izquierda que hubieran dejado las armas, Battisti volvió a Francia. Allí se instaló y comenzó una carrera de novelista.
Cuando por fin Jacques Chirac iba a cumplir la petición de la justicia italiana de extraditar al terrorista comunista, Battisti huyó a Brasil, aunque le siguió la orden de extradición. Allí fue detenido y encarcelado. El Tribunal Supremo se pronunció a favor de extraditarle; pero el presidente Lula da Silva la denegó en 2009. En 2011 se le liberó. Con Dilma Rousseff, también miembro del Partido de los Trabajadores y miembro de un grupo terrorista, Battisti recibió un permiso de residencia permanente.
Mitterrand, Lula da Silva y Dilma Rousseff violaron el derecho a la justicia de las víctimas porque Battisti era otro de los suyos
La elección de Jair Bolsonaro ha terminado con su impunidad. El candidato de derecha se comprometió a expulsar al terrorista y el ministro de Interior italiano, Matteo Salvini, se lo recordó por Twitter. Battisti huyó con documentación falsa a la ciudad boliviana de Santa Cruz, donde ha sido detenido. El socialista Evo Morales, presidente de Bolivia, que ha perdido a sus protectores en Brasil y cuyo aliado venezolano no está en disposición de prestarle ayuda, entregó al asesino a Brasil, que lo ha enviado a Italia. Y ahora, a la cárcel.
¿Hay alguien peor que el terrorista que pone una bomba en una cafetería o pega un tiro por la espalda a su víctima? Yo creo que sí: quienes le adoctrinan, le señalan los objetivos, disculpan sus asesinatos y defienden su impunidad.
En TW, los más exaltados de la izquierda americana y europea rechazan las pruebas y sentencias de los tribunales italianos, como en España los partidarios de la ‘memoria histórica’ niegan los testimonios de las víctimas de los chekistas, por lo que es un inocente condenado por un Estado anti-democrático y fascista. A continuación, ensalzan a Battisti como “militante social”, “gran luchador revolucionario”, “activista” y “luchador social”. Algunos incluso anuncian “un gran pogromo” por parte del gobierno de Bolsonaro contra los partidos y los movimientos sociales brasileños. Así piensa la morralla izquierdista.
Sus defensores más elitistas sostienen que se ha reinsertado, pero, contradiciéndose, niegan esa reinserción a padres maltratadores
Para la izquierda que sabe usar el cuchillo del pescado, Battisti es un librepensador y, además, un ejemplo de esa reinserción que en cambio niegan a todos los maltratadores de mujeres o a los militares argentinos de la última dictadura. Gabriel García Márquez, Fred Vargas, Daniel Pennac, Bernard-Henri Lévy, Tahar Ben Jalloun y Carla Bruni, entre otros de la ‘brigada de los abajo firmantes’, exigieron a París que no concediese la extradición.
Mientras Battisti vivía en Francia, Fred Vargas (seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau) le dio dinero y le acogió en su casa; y Lévy, que años más tarde se enorgullecería de haber contribuido a la destrucción de Libia por parte de la OTAN, le prologó una de sus novelas.
Las víctimas, como no eran de izquierdas, no merecen ni un suspiro. Son los huevos rotos con los que se cocina la tortilla revolucionaria.
Ojalá el nuevo presidente haga que Brasil deje de ser refugio para numerosos delincuentes extranjeros
Ese mismo pensamiento irracional alteró a los primeros etarras. Eran hijos o nietos de franquistas, falangistas o carlistas, viejos combatientes en la guerra, concejales o funcionarios del Estado, que decidieron que había que liberar su Euskadi de fantasía de la opresión española. Lástima que antes de asesinar a taxistas, carteros o guardias civiles a los que no conocían no trataran de ajustar cuentas en sus casas. Quizás entonces sus padres (o sus madres, que menudas son en la sociedad vasca) les hubieran dado las palizas que se merecían.
Para la izquierda (casi toda la izquierda, admitamos que puede haber algunas excepciones), la violencia que practican sus grupos más alucinados tiene una función redentora y emancipadora, incluso auroral de la nueva sociedad. Por eso no la condena o lo hace entre circunloquios medidos: ya sea la de un pistolero asesinando por la espalda a un tendero o la de una chusma rodeando el Parlamento andaluz porque les van a quitar los enchufes.