Celia Ramos Durand, madre de 3 niñas, murió a los 31 años de edad a consecuencia de una esterilización en uno de los numerosos “festivales de ligaduras” realizados por el gobierno peruano a fines de la década de los 90. Celia fue una de las cerca de 300.000 mujeres pobres a quienes se les ligaron las trompas en una campaña impulsada por el mismo presidente Fujimori, financiada con fondos de USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional) y promovida por ONG feministas locales e internacionales. Los procedimientos fueron en serie y cuasi veterinarios, en medio de pésimas condiciones de salubridad y con personal deficientemente capacitado.
El de Celia es el típico caso de un ataque selectivo a la fertilidad de mujeres de las provincias más pobres del Perú, que se extendió de 1996 a 1999. A ella le aplicaron las tácticas de presión que los trabajadores de salud del gobierno usaron en miles de mujeres para inducirlas a operarse. Así lo cuenta su esposo, Jaime: “No sólo iban casa por casa para reunir a las candidatas, sino que hacían visitas repetidas a las que se negaban a hacerlo”. Jaime dice que le aseguraron a su esposa que la operación iba a ser “simple y rápida”, y que además le dijeron que “ella se podría ir a bailar esa misma noche”.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraAunque Celia sabía que el puesto de salud local estaba equipado con poco más que una camilla para examinarla, la presión de los trabajadores de salud del gobierno finalmente hizo efecto en ella. El 4 de julio de 1997, Celia, acompañada por su madre, Baltazara, se dirigió a regañadientes a someterse a la cirugía.
A la madre de Celia no le permitieron el ingreso y la hicieron esperar fuera. Pasaban las horas y sin noticias de Celia, la preocupación aumentaba más y más. «No me dejaban entrar», recordó. “Le pregunté a las dos personas que la cuidaban. Me mintieron diciendo que mi hija caminaba y se reía, pero que nadie podía entrar. Estuve en la clínica hasta el amanecer, pero no me dejaron entrar. ¿Qué está pasando?, pregunté.¿Por qué no me dejan entrar?”.
Resultó que la cirugía había salido mal, y Celia había entrado en coma. “Mi hijita ya estaba gravemente enferma cuando finalmente la vi”, recuerda su madre. Le pregunté “Celita, mi hijita, ¿cómo estás? Pero nunca volvió a responder”.
Después de 2 semanas, sin salir nunca del coma, Celia murió por las complicaciones.
22 años después, casi la totalidad de estas víctimas no han recibido justicia y los responsables por este daño irreparable a la familia de Celia siguen impunes
Desde ese entonces, la familia de Celia ha vivido un calvario clamando por justicia. Su madre Baltazara, su esposo Jaime, sus hermanos Alfonso, Pedro y Alberto, sus hermanas Esmilda y Rosa y especialmente sus 3 hijas Marisela, Emilia y Marcia también han sido víctimas de las esterilizaciones forzadas. A todos ellos se les privó de la compañía y del amor de Celia para el resto de sus vidas.
Marisela, una de las hijas, compartió lo que vivió:
“Cuando pasó todo,… pensaba que era grave y que volvería a casa en una silla de ruedas o algo así, pero que volvería y no importaba cómo. La verdad es que solo deseábamos que regrese un día y que al volver del cole la encontraríamos en casa. Pero finalmente un día supimos que Diosito se la llevó al cielo y solo sentí la mayor tristeza de mi vida.
Pasaron los años y entre momentos buenos, malos, felices y tristes, crecimos. Si nos preguntan en qué momentos nos hizo falta mamá… pues responderemos que cada día, hasta ahora y hasta siempre. La mamá no se reemplaza, pero gracias a Dios tuvimos personas que estuvieron siempre para nosotras de manera incondicional, sobre todo nuestro papá Jaime, mi abue Baltazara, mi tía Esmilda y mi tía Rosa”.
La “salud reproductiva” que esterilizó a 300.000 mujeres
22 años después, casi la totalidad de estas víctimas no han recibido justicia y los responsables por este daño irreparable a la familia de Celia siguen impunes. El rechazo a sus reclamos y la indiferencia han sido una constante. Sin embargo, a diferencia de otras miles de otras víctimas de la misma campaña de esterilizaciones, quizás ellos se conviertan dentro de poco en una de las pocas excepciones y puedan recibir justicia.
Su querella penal presentada el año pasado está ante un tribunal peruano especializado en corrupción de alto nivel que pronto decidirá si acusar al ex presidente peruano Alberto Fujimori (1990-2000) y otros altos funcionarios de violación a los derechos humanos. Y puede que, por fin, tengan el día en la corte que tanto esperaron.
Hoy no queda duda de que fue un ataque dirigido a la fertilidad de las mujeres pobres
Las Conferencias de la ONU en El Cairo y Beijing
La campaña de esterilización masiva de las cuales fueron víctimas fue iniciada por Fujimori a mediados de 1995. Ese año Fujimori asistió personalmente a la Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing, que junto a la de Población realizada en El Cairo un año antes, resultaron una orquestada presión internacional para reducir la tasa de natalidad a toda costa. El poder político de USAID, la ONU y otros organismos financieros internacionales empujaron a los gobiernos a emprender agresivos programas con los eufemismos de “planificación familiar” y “salud reproductiva”. Casi la totalidad ONGs feministas se convirtieron en aliados y operadores recibiendo millones de dólares.
Por ejemplo, la ONG feminista peruana Manuela Ramos en sólo uno de estos proyectos llamado REPROSALUD recibió 25 millones de dólares para promover los programas de “salud reproductiva” del gobierno de Fujimori, el mismo programa del que Celia y su familia fueron víctimas.
Lo que originalmente se vendió en Perú fue un programa altruista destinado a ayudar a las mujeres pobres. Pero hoy no queda duda de que fue un ataque dirigido a la fertilidad de las mujeres pobres. Tal como lo hicieron alrededor del mundo, la misma orquestación de los poderosos contra los pobres, las mismas ONGs aliadas, las mismas tácticas y mentiras, y lamentablemente las mismas víctimas. El objetivo, para decirlo sin rodeos, fue reducir el número de niños indígenas pobres.
El primer indicio de lo que se avecinaba llegó en junio de 1995 cuando Fujimori anunció repentinamente que su gobierno “distribuiría métodos de planificación familiar a todo el mundo” para que “las mujeres peruanas… fueran dueñas de su destino”.
Fue muy elocuente que esta decisión la tomara precisamente después de una visita del entonces vicepresidente de EE. UU., Al Gore, reconocido promotor del mito de la sobrepoblación.
A instancias de Fujimori, el Congreso peruano actuó rápidamente para legalizar la esterilización voluntaria, que hasta ese momento había sido ilegal. Tan pronto como esto sucedió, el ministro de Salud de ese entonces, el Dr. Eduardo Yong Motta, anunció que el método principal de planificación familiar sería la esterilización. Y luego resultó ser el único método. Antes de esta campaña se habían estado utilizando otros anticonceptivos, como el Depo-Provera inyectable. “Depo cuesta demasiado”, insistió Yong Motta. “Además… Una mujer podría olvidarse de ir para su inyección o podría no querer hacerlo”.
La Agencia de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos, USAID siempre acompañó y celebró estos esfuerzos. También proveería fondos. Durante tres décadas había estado empujando al gobierno de Perú a tomar medidas decisivas en lo que se refiere al crecimiento demográfico. De hecho, USAID rápidamente puso 10 millones de dólares para ayudar a llevar a cabo la campaña de salud reproductiva donde se realizaban las esterilizaciones.
Después de las denuncias que tuvieron impacto a nivel mundial y congelaron toda la ayuda internacional de EE. UU. al Perú, el gobierno se vio obligado a detener el programa. Se autorizaron las investigaciones. Un equipo de campo de Population Research Institute pudo constatar muchos de los abusos cometidos. En una entrevista que este equipo realizó el Dr. Yong Motta dijo: “Los estadounidenses no deberían objetar [la campaña de esterilización] porque han estado ayudando en el programa de planificación familiar desde el principio”.
Se recogió evidencia y se presentaron testigos al Congreso de EEUU: Cuotas nacionales, cuotas para médicos, enfermeras y personal de salud, incentivos económicos, sanciones a quienes no participaban.
En el penoso levantamiento de información de estos terribles abusos contra las mujeres pobres y sus familias, resonaba internamente la frase de Fujimori “dueñas de su destino”, pues quizás es la que resume mejor este fraude global. A Celia y a millones de mujeres en el mundo les arrebataron todo: su fertilidad, su futuro, sus derechos, su familia y hasta su vida. Es casi imposible no compararla a aquella otra frase del Génesis bíblico: “Seréis como dioses”. El fraude de quien vende una felicidad ilusoria y que luego muy pronto se convirtió en precisamente todo lo contrario. Sin felicidad, sin destino y dueñas de nada pues con esa mentira les robaron todo.
Ahora que el presidente Fujimori y otros altos funcionarios que orquestaron esta campaña pueden ser finalmente acusados de violar derechos humanos de una generación de mujeres peruanas, las palabras llenas de sabiduría de Marisela, hija de Celia Ramos Durand, son un clamor de justicia para toda la nación peruana:
“No hay nada que se pueda hacer para cambiar lo que pasó. Pero si podríamos hacer algo para que no vuelva a pasar con otras familias. Porque esto no es solo cuestión de género ni de política, es cuestión de justicia para todos. Esperamos poder contribuir de alguna manera con la lucha de cada víctima de las esterilizaciones forzadas en nuestro país”.
Su dolor y su esperanza la han acompañado estos 22 años. Y tal parece que su espera terminará pronto.