Imagen referencial / Pixabay
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* Por Enrique Jaureguízar, presidente de Médicos por la Vida.

Soy médico, soy católico, soy padre, pero sobretodo soy un ser humano. Sin tener en cuenta mi fe, ni mi profesión científica, desde mi posición como persona, me niego a aceptar que nadie tenga menos dignidad que yo.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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El más débil, el más vulnerable o el más necesitado debe ser el receptor de toda nuestra humanidad. No podemos eliminar a una persona para aliviar las pensiones, la sobrecargada Sanidad, la falta de cobertura en Dependencia o la escasa dotación de unidades de cuidados paliativos, con la excusa de aliviar el sufrimiento. Sólo 5 países de los 194 que hay en todo el planeta creen que la eutanasia aporta algo valioso a la sociedad y no debe estar prohibido en algunos supuestos.

¿Qué aporta la eutanasia a la Sanidad?

  • Disminución en investigación en enfermedades raras, crónicas, invalidantes o incapacitantes. ¿Creen que después de aceptarse la eutanasia aumentará la financiación?
  • Todo lleva a un deterioro de la relación sanitaria: medico-paciente-familia-sociedad.
  • Conlleva a una consiguientedesconfianza en los médicos que realicen la eutanasia y en general en la medicina. ¿Si me ingresan saldré vivo del hospital? Es lo que muchos ancianos, que viven en los países se ha legalizado, piensan.
  • Deterioro de la calidad de vida de los pacientes crónicos, ancianos, discapacitados, dado que tendrán miedo, presiones externas, se sentirán culpables por querer seguir viviendo, siendo una carga y un estorbo.
  • Pérdida de valores como sociedad: humanidad, solidaridad, compromiso. Nos volveremos una sociedad individualista. Perderemos a los médicos que se dediquen a ello, dado que si faltan a su juramento, a su ética, a sus principios, a defender la vida de sus pacientes… ¿qué les queda?

Nosotros no decidimos cuando recibimos la vida y tampoco cuando se termina. Creer que sí podemos decidirlo es creernos dioses y con la capacidad de poder decidir sobre la vida de otros. Nosotros, los médicos, tenemos una vocación de salvar vidas. A veces tenemos que reprimir nuestros impulsos porque no todos quieren someterse a nuestros tratamientos. Que un paciente con cáncer decida libremente no someterse a un tratamiento después de entender la situación, es muy diferente a que un médico aplique una dosis letal de una droga con intención de acabar con la vida de un paciente, se lo haya o no pedido.

Cuando algunos afirman que nosotros no somos quién para obligar a vivir a nadie, se confunden desde el principio. Nosotros no le otorgamos la vida y por tanto no le obligo a vivir. Al igual que una madre embarazada que tiene un hijo, no puede decir que le obligamos a tener a su hijo, porque nos neguemos a eliminarlo. Su hijo ya lo tiene, su vida ya la tiene, nuestro deber en todo caso sería el de intentar curar y paliar cualquier dolencia o enfermedad. Jamás podremos aceptar que la muerte es un tratamiento y menos aún buscarla. Todos conocemos el camino fácil y a quien lo sigue, sabemos también a dónde lleva. Como diría mi hijo, “al lado oscuro de la fuerza”.

Los médicos que se dedican a las personas más frágiles y que necesitan más protección saben perfectamente lo que necesitan y lo llevan años pidiendo:

1.- Un Plan Integral Nacional de Ayuda a la Mujer Embarazada (PINAME) que promueva la natalidad y ayude a las mujeres que tengan un embarazo no deseado y los prevenga.

2.- Un Plan Integral Nacional de Cuidados Paliativos (PINCUPA), que es lo que necesitan los pacientes al final de su vida o con sufrimiento: necesitan acogimiento por equipos profesionales multidisciplinares que traten al paciente en todas sus dimensiones y a la familia. 

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