La historia de la pandemia global del virus chino ha tenido en términos generales características de thriller hollywoodense. Pero el debate sobre su origen comenzó como un cuento chino sobre animales exóticos y nos ha regalado algunos episodios de serie policial. Al principio se especuló con varias hipótesis sobre el origen natural de este virus y se puso en tela de juicio reputaciones de serpientes, civetas, pangolines y murciélagos.
Poco a poco el panorama se fue clarificando para tranquilidad de estos pobres animalitos, salvo estos últimos que pagaron los platos rotos cuando las autoridades comunistas chinas construyeron un relato basado en dos afirmaciones ostensiblemente falsas. La primera es que el Chinavirus, llamado inicialmente SARS-Cov-2, era un coronavirus natural que se encuentra en las patas del murciélago herradura. La segunda es que este virus “saltó” de su huésped natural a los seres humanos en el mercado de Wuhan, donde hay comercio de animales exóticos y comida en base a algunos de ellos. Fue así que muchos creyeron que todo empezó con una sopa de murciélago.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraLos hechos comprobados que apuntan en dos direcciones: la improbabilidad del cuento chino de los murciélagos y la filtración del virus del laboratorio de Wuhan
Ya había escrito varios artículos cuestionando la tesis del origen natural del brote epidémico en Wuhan pero el del New York Post del 22 de febrero desató una guerra mediática. El título no podía ser más directo: “No le compren el relato a China: el virus se habría filtrado de un laboratorio”. A los dos días, Facebook bloqueó mi post con este artículo mediante un cartel que decía que sus “fact checkers independientes” lo habían calificado de información falsa (fake news).
Tres semanas después una reportera puso al descubierto que Danielle Anderson, uno de esos censores, tenía fuertes vínculos con el Instituto de Virología de Wuhan. Y así quedó en evidencia (una vez más) que los verdaderos fake news están dentro de Facebook. La red social levantó la censura, pero lo hizo sin dar explicaciones ni pedir disculpas.
Tanto en el artículo del New York Post como en numerosas entrevistas en cadenas de TV, radio y prensa escrita he ido dando cuenta de hechos comprobados que apuntan en dos direcciones: la improbabilidad del cuento chino de los murciélagos y la filtración del laboratorio de Wuhan como explicación más consistente sobre el origen del virus chino.
Empecemos con los murciélagos. Como expliqué en el programa “Watters World” de la cadena FOX, si el mercado de Wuhan hubiese sido en realidad “el punto cero” para el brote del virus, las autoridades chinas lo hubieran destruido hasta los cimientos. Ahora incluso lo han reabierto. Es un secreto a voces que en ese mercado nunca hubo murciélagos, ni a la venta ni en sopas. Así lo señaló un equipo de científicos de Wuhan a finales de febrero.
Otros dos intelectuales de nombre Xiao reportaron en un estudio que en efecto había murciélagos en Wuhan, miles de ellos, pero en cautiverio con fines de investigación, tanto en el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China (CCPE) como en el Instituto de Virología de Wuhan (IVW), ambos situados no muy lejos del mercado.
El CCPE tiene un encargado en jefe de la caza de murciélagos en China. Se llama Tian Junhua. Su trabajo a tiempo completo desde 2012 ha sido acopiar virus de murciélagos vivos, así como muestras de orina y heces con fines de investigación, de cuevas a más de 900 kilómetros de distancia de Wuhan. Como señalaron irónicamente los dos doctores Xiao, “la probabilidad de que los murciélagos hayan llegado volando al mercado de Wuhan era muy baja”. Los pequeños mamíferos obviamente no llegaron a esa ciudad por sus propios medios, sino que fueron atrapados y transportados al CCPE y al IVW por el afanoso Sr. Tian.
Así como estos hechos echan por tierra la explicación del origen natural y transmisión directa de murciélagos a seres humanos, otros hechos aún más contundentes respaldan la idea de la filtración del virus de un laboratorio. Como resultado de los esfuerzos del Sr. Tian y otros, China se jacta de haber “tomado la iniciativa” en la investigación mundial descubriendo más de 2.000 nuevos virus desde la epidemia del SARS Coronavirus en 2003.
Para tener una idea de la magnitud de este emprendimiento, el número total de virus descubiertos en los doscientos años previos era sólo de 2.284. Por supuesto, son muchísimos patógenos potencialmente dañinos sobre los cuales hacer seguimiento y un enorme stock de coronavirus sobre los cuales se pueden extraer partes y piezas cuando uno está buscando desarrollar uno mucho más letal. Y eso parece haber sido exactamente el objetivo, hasta finales del 2019, de un grupo de investigadores del IVW dirigidos por una mujer llamada Shi Zhengli. Si el Sr. Tian es el “Batman” de China, la Dra. Shi es la “Batichica”.
Se trata de un coronavirus cuyo punto cero fue Wuhan y del mismo tipo que Shi y su equipo han estado creando en laboratorio los últimos 10 años, ¿sería acaso descabellado pensar que el Chinavirus fue fabricado?
Shi Zhengli obtuvo su maestría en el IVW en 1990. Hizo un doctorado en Francia y regresó al IVW para dirigir el proyecto de investigación de coronavirus en murciélagos. Algunos de los artículos publicados por la Dra. Shi y su equipo de virólogos describen la presencia natural de SARS coronavirus similares al SARS original del 2003 que, al igual que éste, podrían infectar directamente a los seres humanos.
Y no se limitaron a estudiar los coronavirus existentes. También hicieron ingeniería genética para modificar los existentes y crear nuevos virus. En un artículo publicado en 2008 en el Journal of Virology describieron cómo estaban modificando genéticamente virus similares al SARS de murciélagos de herradura para darles la capacidad de utilizar la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2) y que pudieran penetrar células humanas.
Es decir, Shi ya lleva más de 10 años traspasando los límites éticos con el objeto de crear nuevos y potencialmente aún más letales coronavirus. Para ello necesitaban una nueva y más avanzada técnica recombinante. Esta puede haber sido la investigación en curso sobre “clones infecciosos” de la Universidad de Carolina del Norte dirigida por el Prof. Ralph S. Baric. La Dra. Shi Zhengli colaboró con Baric en algunas de estas investigaciones como consta en un artículo de 2015 de la revista Nature Medicine en el que se analizaba si los coronavirus de murciélagos eran potencialmente capaces de infectar seres humanos.
Sin embargo, el propósito de Baric era totalmente opuesto y lo explica así: “En 2013, los SARS con potencial emergente (de contagio a seres humanos) como el Coronavirus se descubrieron en murciélagos de herradura y se encontró que estaban a punto de entrar en seres humanos… los coronavirus con este potencial emergente (COV) constituyen una amenaza mundial que requiere una intervención inmediata. Intervención inmediata significa tener la capacidad de generar, cultivar y manipular genéticamente COV infecciosos para evaluar rápidamente los mecanismos patógenos, la permisibilidad del huésped y del tejido, y postular formas eficaces de terapéutica antiviral”.
Y aunque Baric se limitó a ver cómo esos virus infectaban y mataban ratones, el Dr. Anthony Fauci director del National Institutes of Health (NIH) de EE. UU. ordenó poner una pausa a su proyecto a finales del 2014. En una carta documento adjunto de la oficina de “Emergencia de Salud Pública” de Human Health Services señalaron una posible violación a una nueva moratoria sobre los estudios de virología riesgosa que involucraran influenza, MERS y SARS. En concreto se referían al concepto “Ganancia de Función” en coronavirus tipo SARS que definen como “investigación que mejora la capacidad de un patógeno para causar la enfermedad… confiriendo atributos a … SARS [coronavirus] de manera que el virus resultante haya aumentado la patogenicidad y/o la transmisibilidad (a través de la vía respiratoria) en mamíferos. … [que] puede entrañar riesgos de bio-seguridad y bio-custodia”.
Recién el 29 de diciembre de 2017, NIH cambió la pausa por lo que llamó “una fuerte auditoría” sobre “el potencial para crear… o utilizar un mayor potencial patógeno pandémico” y ponderando “los méritos científicos y los beneficios potenciales”.
En otras palabras, mientras que las autoridades de EE. UU. decidieron que los riesgos asociados con tales investigaciones no compensaban los beneficios, la Batichica china siguió adelante sin pausa ni supervisión efectiva, pues la China comunista no se caracteriza por su preocupación por el cuidado y respeto de la vida humana.
Un virus tan infeccioso como el SARS-Cov-2 habría requerido un estricto cumplimiento de rigurosos protocolos de seguridad para laboratorios de “alta contención” BSL-4. Pero las prácticas del IVW eran tan laxas que incluso la OMS (¡!) se negó a otorgarle la certificación. El laboratorio era una invitación a que ocurriera un accidente como finalmente sucedió a fines de 2019. Un trabajador de laboratorio pudo haberse infectado al manipular el coronavirus o a un animal infectado.
Si estamos lidiando precisamente con el mismo tipo de coronavirus mortales e infecciosos que Shi y su equipo han estado creando en el laboratorio durante al menos los últimos 10 años, ¿acaso es descabellado pensar que el virus chino fue fabricado? Salvo opiniones marginales, todo apunta a que la Dra. Shi fabricó un virus con la “ganancia de función” de Baric, mucho más infeccioso y más letal. En todo caso, la fuga puede haber sido un accidente pero la “mejora” fue deliberada.
A fines de diciembre de 2019, la desesperación por encubrir los hechos hizo que la Dra. Shi cometiera un grave error que la dejó en evidencia aún más. Para ese momento, la pandemia ya se había propagado a todo el mundo y desde el 2013 no habían registrado el genoma del coronavirus de los murciélagos en el Centro Nacional de Información Biotecnológica (NCBI) de los Institutos Nacionales de Salud de los EE.UU. depósito habitual para dicha información.
El número real de víctimas mortales solo en Wuhan no eran 2.535 sino alrededor de 50.000
Por miedo a ser descubiertos recién lo hicieron el 27 de enero de 2020 bajo el nombre de RaTG-13, 7 años después. Pero lo hicieron añadiendo algunos errores de codificación intencionales. De esa manera podrían negar plausiblemente que su virus era la “columna vertebral” del virus SARS-Cov-2. Esa es la razón por la cual, la Dra. Shi, luego de desaparecer todo registro de investigación originales, puede decir que no hay secuencias genómicas en su laboratorio que coincida con el nuevo SARS-Cov-2 y que su laboratorio no tuvo nada que ver con los orígenes de la pandemia del coronavirus. Pero, a estas alturas, ¿quién le puede creer?
¿Qué nos ha estado contando la China Comunista y por qué?
Cada vez son menos quienes creen en el cuento de la sopa de murciélagos, así como casi nadie cree el relato de un exitoso control de la pandemia en China. La realidad viene siendo muy distinta a lo que nos han venido contando el gobierno chino usando a su corifeo de la OMS.
Esta agencia no se ha ahorrado halagos para el sistema de salud chino poniéndolo como modelo para el mundo. El “Aprendan de China” que nos ha repetido tanto la OMS últimamente no comenzó con la actual pandemia sino que ha sido su consigna desde hace un buen tiempo.
Con una crisis de inseguridad globalizada, China pretende ser el gran poder mundial que ofrezca seguridad. Su “control de la pandemia” es un mensaje de superioridad moral y no simplemente técnica. China quiere ser la potencia hegemónica mundial en todo sentido y su presidente Xi Jinping ha encarnado ese sueño como lo he explicado en detalle en mi libro ‘Bully of Asia: Why China’s Dream is the New Threat to World Order’.
Pero para mala suerte de China, la inoperancia de la OMS frente a la emergencia real de la pandemia ha evidenciado el carácter demagógico… de ambos. Es necesario tomar con mucho escepticismo las cifras que salen de China pues siempre se elaboran con un objetivo en mente: hacer que el Partido y sus líderes se vean bien.
Según los datos oficiales, en Wuhan hubo 2.535 fallecidos por el coronavirus. Muchos datos indicaban un subregistro como el reporte de la agencia de noticias china Caxin sobre la distribución de una inusitada cantidad de urnas funerarias, así como avisos en diarios con extraños pedidos de personal y equipo extra para las funerarias entre el 23 de enero y 23 de marzo del 2020.
Así que empecé a buscar otras métricas que me dieran una pista de cuál era el número real de muertos por Chinavirus. Y encontré una respuesta en los hornos de los siete crematorios de Wuhan, pues por ley todos los fallecidos son cremados en China. Según mis cálculos basados en el uso total de la capacidad instalada para cremar cadáveres en Wuhan, las cifras oficiales están subestimadas por un factor de 20. Es decir, el número real de víctimas mortales solo en Wuhan no eran 2.535 sino alrededor de 50.000.
Hasta el día de hoy, China sigue ocultando la verdad sobre la epidemia dentro de sus propias fronteras publicando datos falsos. Y no son mentirillas blancas. Son mentiras que matan. Los líderes del Partido Comunista Chino tienen la obligación de dar muchas explicaciones a la población mundial. Ya es hora de que China sea honesta.
Para determinar el verdadero origen de la pandemia solo necesitamos una cosa: Que China libere inmediatamente los registros de investigación de coronavirus tanto del IVW como del CCEP. En particular, nos gustaría echar un vistazo muy de cerca a las investigaciones de la Dra. Shi que en una entrevista muy emotiva juró por su propia vida que su instituto no liberó el virus.
Hasta el día de hoy, China sigue ocultando la verdad sobre la epidemia dentro de sus propias fronteras. Y no son mentirillas blancas. Son mentiras que matan
Mientras muchos países han puesto a trabajar a sus científicos a toda prisa para encontrar una vacuna, China se ha negado a toda solicitud de información que podría ahorrar tiempo vital. Por el contrario, China se ha dedicado a destruir la escena del crimen. Médicos y otras personas que advirtieron sobre la verdad del origen de la pandemia han desaparecido sin dejar rastros.
Miles de personas morirán innecesariamente porque las autoridades chinas comunistas no advirtieron de la gravedad de la epidemia en Wuhan ni compartieron los datos que estaban recopilando sobre la propagación y el tratamiento de la enfermedad. Otras decenas de millones de personas sufrirán porque sumieron a la economía mundial en una recesión que costará muchísimas vidas, quizás más que las que se haya llevado el COVID-19.
Si el régimen de Beijing no tiene nada que ocultar, entonces debería autorizar la publicación de los registros que limpiarían su nombre de toda sospecha. Si el Presidente Xi Jinping se niega, ello debe considerarse como admisión de culpa.
Entonces tendremos razón para seguir llamando al virus que salió de Wuhan como la pandemia made in China. O, si prefiere, el virus chino.