
Salimos a la calle, gritamos, nos llenamos la boca de consignas reaccionarias… En 1997, tras la muerte de Miguel Ángel Blanco, los españoles dijimos basta, nos resistimos a seguir permaneciendo impasibles mientras ETA regaba la existencia de sangre segando ilusiones, sueños y vidas. Les íbamos a plantar cara, la osadía se abría camino entre la sumisión, servilismo que permaneció camuflado entre una aparente rebeldía estéril que no ha impedido la continuidad de las coacciones por parte de los terroristas.
Estábamos equivocados, -como relata la Carta abierta a los jóvenes que no conocen quien fue Miguel Ángel Blanco publicada en Actuall-, cuando en las marchas de finales de los 90 tras el asesinato del concejal del PP nos autoconvencíamos de que ETA no era nada sin las armas. Los terroristas, integrados ahora en EH Bildu, donde una blanqueadora de los crímenes a través del diario GARA, Mertxe Aizpurua da lecciones de moral en el Congreso de los Diputados sin condenar las atrocidades de sus colegas, continúan chantajeando a los españoles y teniendo maniatado al Estado. Amenazas que han pasado de ser criminales a políticas.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraSaben que son decisivos, se ha visto estos últimos meses en las prorrogas del estado de alarma, y conocen de buena tinta la predilección de Sánchez a pactar con ellos antes que hacerlo con los constitucionalistas que abogan por la tolerancia y la libertad. Tengo grabada en la retina la escena en la que otro parlamentario batasuno, Oskar Matute, se regodeaba ante una periodista de lo fundamental que habían sido los votos de su banda para hacer presidente a Sánchez. “Sabíamos que llegaría el día en el que la izquierda radical nacionalista pondría y quitaría gobiernos en España”, decía. Si antes mataban con la pistola, ahora la dinamita sale de su boca amenazando con hacer saltar por los aires nuestra democracia.
Libertad, que, pese a que sus ensoñaciones les digan lo contrario, no está siendo defendida por el PSOE y sus acólitos. De ser así, jamás pactarían con los verdugos de algunos de sus dirigentes. Siempre que entro por la puerta trasera del Congreso de los Diputados y me topo con el busto de Ernest Lluch que preside el vestíbulo, en mis adentros me cuestiono si podrán mirarlo fijamente los diputados socialistas minutos antes de abrazarse con el brazo político de aquellos que le quitaron la vida. Un servidor, desde luego, no podría saborear después de esa conducta tan cínica los famosos combos de desayuno del célebre restaurante de la Cámara Baja. Otros socialistas de bien como José María Mújica tienen mi misma visión y le han dado un portazo a la deriva desvergonzada del PSOE.
¿De verdad ETA ha sido derrotada? Más que diezmada, se encuentra legitimada
Es la perspectiva de los que mantenemos la vergüenza, pudor por reflexionar en una democracia vendida al mejor postor. Acreedores que debajo de sus aires de hombres de paz esconden una intención de seguir coaccionando a España. Enemigos de la vida, de las libertades, que como relata Rogelio Alonso en su fundamental obra La derrota del vencedor, saben que están ganando la batalla. No solo penetrando en las instituciones, si no dibujándose como los liberadores satanizando a los que de verdad luchan por nosotros. Se está viendo con Vox, partido fundado por Ortega Lara, víctima de ETA secuestrado durante 532 días en un zulo de madera, húmedo y frio de tres metros de largo, dos de ancho y 180 centímetros de alto, que es tachado de extremista mientras a Bildu se le dulcifica ubicándole en la moderación. ¿Desde cuando apoyar homenajes a asesinos es moderado y defender la democracia es radical? Me tienen que explicar esto… Me he debido de perder una temporada entera de la serie de nuestra existencia. Se aceptan spoilers.
Deformación de la realidad, que se plasma en las elecciones en el País Vasco. Bildu, el aparato institucional de una ETA en hibernación, -que no les extrañe la vuelta a las armas de los terroristas si Bildu es ilegalizado en algún momento de nuestra historia-, no deja de ganar relevancia en la cámara autonómica mientras el PP está pasando a la intrascendencia. Si Miguel Ángel levantará la cabeza… Se daría cuenta de que su muerte ha sido en vano. Mártir que habrá presenciado desde arriba el colegueo de los Populares vascos con los herederos de sus asesinos. Javier Maroto se jactaba de pactar con Bildu animando a que cundiera el ejemplo… Borja Semper, -menos mal que se ha ido de la política-, vive en una ensoñación en la que ETA ha sido derrotada…
Quizá sea ese amedrentamiento cómplice el que provoca un dominio del PNV apoyado entre otros por conservadores que se sienten vascos y españoles. Puestos a ser foralistas, serlo de verdad y sin medias tintas. Con el liderazgo de Alfonso Alonso el PP se había convertido en una derecha pijo progre que intentaba camuflarse entre el nacionalismo por miedo a desaparecer de las instituciones. Habían traicionado sus principios por meros intereses electorales… Pese a que la realidad vasca tiene poco que ver con la que se vivían décadas atrás, en las herriko tabernas se sigue asesinando con la mirada a los que tienen un halo sospechoso o los regentes de los bares continúan cambiado de cadena para poner la televisión vasca cuando acuden filo-etarras a almorzar.
¿De verdad ETA ha sido derrotada? Más que diezmada, se encuentra legitimada. Recuerden como el actual vicepresidente Pablo Iglesias se alegraba en 2016 de la puesta en libertad de Otegui lamentándose de su estancia en la cárcel por sus ideas o piensen en 1999 cuando José María Aznar dijo que había que ser generosos con la banda terrorista ETA. Todos nuestros gobernantes han compadreado con los verdugos… Al final el único que tuvo la osadía de ser desproporcionadamente contundente fue Felipe González y sus GAL, comando que no habría existido si ETA no hubiera asesinado a cientos de españoles. Esto último lo digo porque a veces se nos olvida, obviamos que aquello fue una causa del efecto generado por la sangre inocente derramada.
“Quien olvida su historia está condenado a repetirla”, dijo el filósofo Jorge Santayana. Memoria histórica que, de ignorarla, se volverá a producir. El blanqueo del pasado lo que intenta es que la realidad sea sustituida por unas mentiras preconcebidas diseñadas para convertir al héroe en villano, al vencedor en derrotado y a la víctima en verdugo.