Pablo Casado, presidente del Partido Popular. / EFE
Pablo Casado, presidente del Partido Popular. / EFE

Recuerdo cuando un exalcalde socialista de Alicante me telefoneó para amenazarme tras haberme referido en un artículo a sus conductas delictivas sentenciadas judicialmente y Miquel González, director del periódico Alicante Plaza, me llamó minutos después para tranquilizarme además de felicitarme con un “si molestamos, es que algo estamos haciendo bien”. Han trascurrido muchos meses y esa conversación, así como mi interlocutor, han pasado a representar un modelo de independencia insumisa hacia todo tipo de prejuicios o complejos.   

Miedo a las apariencias del que no parece desprenderse parte de la oposición al Gobierno de España. Pretenden criticar al Ejecutivo con discursos amedrentadores estériles diseñados para envolverse en el atributo de estadistas. Están diezmados por los complejos hacia lo que representan, por el resquemor aparente hacia lo que dicen defender. Amparo de unos ideales que se hace en ocasiones con cierto reparo, con temor a ser acosado como si lo que se dijera fuera mentira a sabiendas de las verdades escondidas en el discurso promulgado por los sectarios.

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Figuras del PP me confiesan su preocupación ante el sosiego de su líder a la par que afirman con resignación que no será presidente del Gobierno

Incluso algunos liberales se han llegado a pavonear de haber sido alabados por radicales de izquierdas. Lo digo por el presunto liberal Álvaro Martín, un pupilo que hace algunos días compartía orgulloso que Antonio Maestre, uno de los mamporreros mediáticos de la izquierda, le había citado junto a Malena Contestí certificando a ambos con el carné de liberales. Vaya panorama. Como un servidor le dijo al propio Martín, me daría vergüenza ser liberal y que me nombrara para bien un sectario intolerante.

No se enteran de la película… Aunque es difícil pillarle el hilo a la historia cuando ni algunos personajes como Malena Contestí saben dónde ubicarse ideológicamente. Si hace no tanto tiempo la exdiputada defendía con uñas y dientes a Vox desde el escaño ahora a golpe de tweet o compadreando con Gabriel Rufián se dedica a despotricar contra antigua formación como si hubiera tenido una iluminación mariana desvelándole los males del proyecto de Abascal. No hay quien se lo crea. Más que ante una disidencia programada estamos ante una cuadrilla de ingenuos embriagados de protagonismo que aprovechan cualquier ocasión para darse bombo, aunque renuncien a sus principios.

Valores de los que parece haber apostatado Pablo Casado. Figuras del PP me confiesan su preocupación ante el sosiego de su líder a la par que afirman con resignación que no será presidente del Gobierno. No pisará la Moncloa como inquilino porque pese a que parezca estar siguiendo los pasos de Mariano Rajoy, -él que ascendió al poder aupado por los errores de ZP-, a diferencia de su antecesor, su formación tiene que enfrentarse a la división del voto de la derecha además de a la destrucción de España tal y como la conocemos. Desgraciadamente, -pido disculpas por haberme equivocado al señalar únicamente a Pablo Iglesias como el peligro para nuestro sistema-, Pedro Sánchez también anhela hacer de nuestro país una caricatura de lo que era. Como señala el periodista Álvaro Martínez en su artículo en ABC, Sánchez ya ha elegido bando, el presidente del Gobierno no deja de cortejar a Bildu recibiéndole en salones alfombrados mientras desprecia a Casado demorando los encuentros con el líder de la oposición.

Desaire manifestado también hacia Ciudadanos, una formación enfrascada en una especie de esquizofrenia política en la que sus dirigentes critican sin cesar al ejecutivo central mientras Inés Arrimadas no deja de intentar cortejar a Sánchez ofreciéndole sus votos para los presupuestos a pesar de que el Gobierno manifiesta un desprecio constante hacia su grupo. La cantinela naranja me recuerda al típico despecho contradictorio en el que el ultrajado critica con desdén al que ha cometido la traición, pero en el fondo continúa escondiendo detrás de ese rencor cierta admiración hacia el otro. Ciudadanos es el pagafantas de Sánchez.  

Lealtad inmerecida en la que cae también Pablo Casado con su buenismo provocado por los complejos estimulados por el ala más aguada de su partido. Corriente conciliadora que no se entera de que va la vaina encendida por Sánchez y su banda. Fiesta en la que no cabe la España democrática que conocemos, ya lo estamos viendo con el engendro de la ley de desmemoria antidemocrática o con las últimas declaraciones de Pablo Iglesias en las que ha vuelto ha enarbolar una III República. Planes mortales para nuestro sistema en los que no caben medias tintas o amagos de estadista servil al Gobierno, porque en una situación como la que estamos viviendo, los verdaderos moderados somos los que defendemos la permanencia del régimen del 78.

Todo lo que no sea combatir a los verdaderos enemigos de España no es ser estadista, sino ser un irresponsable. Temeridad emanada del miedo a ser linchados por expresar unas ideas libremente. Persecuciones ejercidas a políticos como Isabel Díaz-Ayuso, que está sola ante la maquinaria mediática diseñada por los sectarios ante el carácter pusilánime de un Pablo Casado que ha confinado a su conciencia para llegar al poder. Poder, que de perderlo la presidenta de la Comunidad de Madrid el siguiente en caer será él.

A ver si así despierta y se da cuenta de que si no lucha ni por sus compañeros de partido… ¿Cómo va a defender a todos los españoles como presidente del Gobierno?   

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