Un historiados asegura que los vikingos sostenían la teoría queer del sexo
Un historiados asegura que los vikingos sostenían la teoría queer del sexo "fluido".

El Doctor en Medicina Ruiz de Galarreta, nuestro querido Don Alberto, que Dios tenga en su gloria, fue durante más de 40 años médico del Colegio Mayor Jorge Juan. Don Alberto era una persona culta y muy dada a la conversación. En una de las múltiples tertulias que mantuvimos en su consulta, a la que íbamos con asiduidad, evitando que fuese por motivos de salud, nos dijo con cierta sorna que «la Historia solo podía ser dos cosas: o una herramienta de manipulación política o un pasatiempo inútil».

Recuerdo mucho las palabras de Don Alberto cuando leo artículos como el que hace un par de días leí en El País, titulado Vikingos ‘queer’, transculturales y bastante inclusivos, que hacía una amplia reseña del último libro del arqueólogo e historiador británico Neil Price.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Y es que no nos vayamos a pensar que los vikingos se limitaban al binarismo sexual y vivían su vida ateniéndose a los rígidos esquemas normativos del heteropatriarcado. Para los vikingos el sexo era una realidad fluida, anticipándose de esta forma en más de mil años a los postulados de la teoría queer formulada por autoras (o autores, discúlpenme si me cuesta acertar) como Judith Butler o Paul B. Preciado.

¡Quién lo iba a decir! Tan machotes ellos, con esas barbas, esos pesados escudos y esa afición por violar y saquear, resulta ahora que entre los vikingos el heteropatriarcado estaba de capa caída.

La verdad es que el titular de la noticia me llamó la atención, porque hace poco menos de año y medio estuve en Oslo y tuve la ocasión de visitar el museo de los vikingos y de leer un par de amenas publicaciones sobre las costumbres de los pueblos escandinavos y en ningún lugar escuché hablar de nada semejante.

Según Price los vikingos estaban familiarizados con lo que hoy denominamos identidades que se extendían “a lo largo de un amplio espectro que iba mucho más allá de la lógica binaria del sexo biológico, e incluso más allá de lo que uno llamaría humano”

Y es que no estamos hablando de un pueblo desconocido u oculto del que no tengamos testimonios escritos. Existen abundantes fuentes escritas que nos hablan de los vikingos e incluso algunos de ellos se cristianizaron y fundaron prósperos estados como el reino de Normandía y el ducado de Kiev. Además, en los últimos años se han alcanzado grandes avances en el descifrado de las runas, el antiguo alfabeto vikingo, que nos está ofreciendo mucha información sobre la vida cotidiana de estos pueblos. ¿De verdad algo tan importante como la existencia entre los vikingos de una sexualidad fluida o un tercer sexo ha podido ser silenciado durante tantos años?

Siguiendo con el artículo, que recogía declaraciones textuales del profesor Price, los vikingos estaban familiarizados con lo que hoy denominamos identidades que se extendían “a lo largo de un amplio espectro que iba mucho más allá de la lógica binaria del sexo biológico, e incluso más allá de lo que uno llamaría humano”.

Es todo muy ridículo, la verdad. Lo que se supone que es un historiador de prestigio saca unas conclusiones descabelladas a partir del descubrimiento de una única tumba

¿Y en que fundamenta Price estas afirmaciones? Pues ni más ni menos en el hallazgo de unas tumbas de unos guerreros vikingos enterrados con vestidos y accesorios femeninos y en el descubrimiento de lo que desde 2011 se llamó la Guerrera de Birka, una mujer enterrada según el ritual reservado a los guerreros y que “quizá fuera una persona transgénero o no binaria o de género fluido”.

Sin duda Price no conoce la historia de Ana María de Soto, la valerosa mujer que, disfrazada de hombre, sirvió en los Batallones de Marina en el siglo XVIII a la que el rey concedió por su heroicidad el grado y sueldo de sargento. De conocerla, Price tendría que concluir que entre los españoles de aquella época estaba extendido esto del género fluido.

Ana María de Soto, primera mujer infante de Marina en España.

Es todo muy ridículo, la verdad. Lo que se supone que es un historiador de prestigio saca unas conclusiones descabelladas a partir del descubrimiento de una única tumba. Y un periodista del que se supone que es uno de los periódicos españoles más serios y que ha destacado siempre por tener una sección de ciencia de alta calidad, divulga semejante patraña entre el público general.

Por mucho que se empeñen, el sexo es una realidad binaria. La totalidad de la población se distribuye entre hombres y mujeres

La realidad es que la teoría Queer, que sostiene que el sexo no es una realidad binaria sino un continuum en el que existen múltiples graduaciones y que, además, es fluido y cambia a lo largo de la vida, es un auténtico disparate. Los autores de esta delirante teoría son filósofos y sus afirmaciones no están avaladas ni por el método científico ni por investigaciones sociales o históricas.

Por mucho que se empeñen, el sexo es una realidad binaria. La totalidad de la población se distribuye entre hombres y mujeres. Una pequeña minoría, que no llega a suponer más de un 0,01% de la población sufre un trastorno llamado disforia de género, que consiste en un malestar o una disonancia entre el sexo sentido y el sexo real. Esas personas necesitan una terapia que les ayude a superar su situación, y esa solución se ha de guiar por estrictos criterios médicos.

Pero, por alguna razón que se nos escapa, la izquierda actual ha decidido imponernos esta peculiar versión de la sexualidad. Y para ello utilizan los medios de comunicación, el sistema educativo y la cultura. Y no contentos con ello, pretenden cambiar las leyes, como veremos muy próximamente con la Ley Trans que quiere sacar adelante el Ministerio de Igualdad.

Una Ley que supone una grave amenaza para nuestras mujeres y para nuestros menores, contra la que lucharemos como si fuéramos verdaderos vikingos.

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