Kaira Bell demandó al estado británico por permitirle mutilarse los pechos siendo adolescente al pensar que era un
Kaira Bell demandó al estado británico por permitirle mutilarse los pechos siendo adolescente al pensar que era un "niño trans".

Existe un viejo aforismo en el derecho británico para explicar la soberanía del Parlamento, piedra angular de la Constitución del Reino Unido: “El Parlamento puede hacerlo todo… salvo convertir a un hombre en mujer”.

En el año 2004 los parlamentarios británicos decidieron terminar con tan pedagógica afirmación y aprobaron la llamada Gender Recognition Act, que permite a los transexuales cambiar sus datos de registro (nombre y sexo) sin necesidad de someterse a una operación de cambio de sexo. Eso sí, el transexual tiene que acreditar que lleva al menos dos años viviendo con la identidad elegida.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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La Ley Británica ha sido elogiada desde entonces por la mayor parte del colectivo LGTBi+, que la ha considerado como la Ley más “avanzada” de Europa. Al parecer, el gran avance de la legislación transexual británica es la llamada “despatologización” del colectivo transexual. En el Reino Unido no es necesario que un informe médico certifique que la persona en cuestión sufre de una disforia de género, es decir de un malestar causado por sentirse de un sexo diferente del sexo biológico.

Tanto presumir de feministas, y las protagonistas del 8-M son las que van a conseguir que “ser mujer” sea también cosa de hombres

Si el borrador de ley transexual que el Ministerio de Igualdad ha preparado sale adelante, el Reino Unido perderá la posición de privilegio que actualmente ostenta en el medallero LGTBi+. Porque la ley española, que tampoco exigirá el informe de un facultativo, va un paso más allá. La persona que pida registrar el cambio de sexo ni siquiera tendrá que demostrar que lleva dos años viviendo de acuerdo con el “género” al que quiere apuntarse. Bastará una mera declaración de voluntad ante el funcionario responsable del Registro Civil para que Juan pase a ser Lola y pase a vivir como una mujer. O, incluso, para que Juan siga siendo Juan, y siga viviendo como un hombre, pero con un sexo legal que concuerde con el sexo con el que él íntimamente se siente identificado.

El borrador de Ley redactado por la ministra Montero y sus acólitas causará un perjuicio grave a las mujeres. Tanto presumir de feministas, y las protagonistas del 8-M son las que van a conseguir que “ser mujer” sea también cosa de hombres.

Pero no solo se verán perjudicadas las mujeres. Sin lugar a dudas, la peor parte de esta nefasta ley se la llevarán los niños. Y es que, después de 17 años de una legislación similar en el Reino Unido, ya están llegando a los tribunales los primeros casos de menores arrepentidos.

Porque lo peor de este tipo de leyes es que en su afán por “despatologizar” dejan a la persona que va a ser sometida a una terapia de cambio de sexo absolutamente indefensa y le permiten tomar decisiones que, en muchos casos, suponen mutilaciones irreversibles, sin ni siquiera contar con un informe que identifique las causas de su malestar y les plantee otras soluciones que no sean la reasignación de sexo. Y esto, en el caso de los menores, no puede ser más doloroso.

Como el caso de Kaira Bell, una joven de 23 años que demandó al National Health Service por aconsejarle someterse a tratamiento hormonal cuando tenía 16 años y sufría disforia de género. Años después se arrepintió y denunció a los médicos que la trataron por considerar que se habían precipitado a asumir que era transexual.

La joven argumentó en su demanda que los médicos deberían haberle cuestionado su decisión. Con 14 años Keira se empezó a sentir a disgusto con su cuerpo y deseaba ser un chico. La clínica le aconsejó como un tratamiento de bloqueadores de pubertad sin hacerle una evaluación psicológica.

Después de varias consultas se sometió con 16 años al tratamiento hormonal y a una mastectomía doble a los 20 años. Tras realizarse el tratamiento, según cuenta la propia Keira, su malestar no despareció, sino que se agravó aún más.

La chica británica considera que los médicos tendrían que haberse tratado de dar un una solución a su problema, sin descartar otras posibles causas de su disforia como la depresión o el odio a sí misma, y no asumir, sin ningún tipo de prueba, que era un “chico trans”

Keira ahora vive como mujer y ha dejado de tomar hormonas. Confiesa que cuando mira atrás lo hace con tristeza, ya que se ha dado cuenta de que el problema no era su cuerpo.

Si el borrador de Ley Trans que Irene Montero pretende sacar adelante se convierte en Ley, muchos niños y niñas que se encuentran momentáneamente confundidos serán sometidos a tratamientos irreversibles sobre sus cuerpos sin que exista un informe médico que avale que ese tratamiento es el más adecuado. Muchos de ellos serán cruelmente mutilados y verán alterado su crecimiento natural por las hormonas.

Lo más asombroso es que el borrador de Ley Trans ya es público y no está habiendo una especial reacción de asociaciones de padres, organizaciones de médicos y juristas.

De vedad, ¿tanto miedo tenemos a que nos llamen tránsfobos?

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