El dispositivo policial apenas dejó un margen de 18 pasos -los que contó Santiago Abascal- durante el mitin de apertura de campaña de Vox en la vallecana plaza de la Constitución en Madrid. Una distancia física suficientemente corta para permitir el lanzamiento de piedras y adoquines al escenario del evento y herir a tres personas: un diputado nacional, una mujer y un joven.
La plaza, rebautizada por los grupos de ultraizquierda como la «plaza roja», estaba como el coso taurino del chiste canónico de ‘El dúo sacapuntas’: «abarrotá». En el centro, un grupo relativamente reducido, pero suficientemente significativo de cargos, militantes y simpatizantes de Vox, incluidos algunos niños. Muchos de ellos tuvieron que llegar al lugar escoltados por dos columnas de agentes pertrechados con equipamiento antidisturbios (protecciones, cascos, escudos, etc.).
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraAlrededor, un buen número de ultras convocados por grupos de delincuentes como los «bukaneros» que no dejaron de ejercer la violencia para impedir el normal desarrollo de un mitin electoral. (Nota al margen: el jefe de los «bukaneros» es el jefe de seguridad de Pablo Iglesias e Irene Montero en la dacha de Galapagar).
En medio, un exiguo dispositivo de las Unidades de Intervención Policial -los antidisturbios, para entendernos- que recibió las órdenes justas para que los violentos pudieran lanzar piedras y lograran interrumpir los parlamentos previstos de Rocío Monasterio y Santiago Abascal quien, forjado en los años de plomo en el País Vasco, se creció en la palabra ante la violencia de la ultraizquierda.
El mitin estuvo interrumpido durante más de media hora. Y, tras algunas conversaciones con el jefe del dispositivo policial -que según comentaba algún diputado de Vox era el máximo responsable de estas unidades en Madrid- hubo alguna carga menor para intentar apaciguar a los que, como lobos, rodeaban a los simpatizantes de Vox, que vitorearon estas acciones. No fue suficiente para evitar las pedradas.
«Ha hecho una pequeña carga por un lado, podría ordenar otra por el otro lado», ironizó Abascal desde la tribuna preparada al efecto antes de señalar al ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska como responsable: «El ministro del Interior debe pagar por los delitos electorales contra VOX. Esto no ocurre en ningún otro país. Marlaska, a prisión”.
La Policía ejerció finalmente la violencia legal necesaria para permitir una salida suficientemente segura de los asistentes, con un balance de 14 heridos atendidos in situ (tres de ellos hospitalizados) y 20 policías policontusionados (al menos uno de ellos pateado en el suelo). Sólo dos detenidos.
Desde el Partido Popular se publicaron duras condenas por la situación sufrida por sus rivales políticos. Una de las primeras, Isabel Díaz Ayuso. Incluso Pablo Casado, que en los últimos tiempos ha comparado de manera repetitiva a los seguidores de Vox con la ultraizquierda de Podemos, ha condenado los hechos.
Más equidistante han sido la reacción del candidato de Ciudadanos Edmundo Bal que, si bien condenaba la violencia, lamentaba a continuación «que se pretenda convertir al Madrid libre y abierto en una batalla campal de otro siglo», sin distinguir a agresores y agredidos.
Lo de la izquierda política ya fue otra cosa. Aunque no es de extrañar, conociendo el comunicado conjunto horas antes, firmado al alimón por PSOE, Más Madrid y Podemos, en el que se tildaba la convocatoria de «acto provocador».
Pablo Iglesias mantuvo y aumentó esta tesis tras los incidentes acusando a Vox de hacer «apología del terrorismo». Tal vez le había escocido el dardo dialéctico envenenado que espetó Abascal desde la tribuna a los violentos: «La izquierda pija os domina desde Galapagar».