Se lleva lo retro, que decíamos hace mil años; lo ‘vintage’, que se dice hoy. Este gobierno me está rejuveneciendo tanto que los pies se me van al botellón ese que, por lo visto, desborda el Madrid fascista en estas noches de vino y rosas.

Vuelve Franco. Y con él vuelve esa entrañable moralina del cura de mi cole -un santo varón, no se crean-, que parece que estoy oyendo a don Ceferino en boca de la delegada del Gobierno en Madrid, Mercedes González, cuando dijo recientemente aquello de que “una falsa libertad lleva a un libertinaje”. ¿No me digan que no va bien con pantalones de campana y chicas yeyé?

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Y, como diría mi admirado Pedro Fernández Barbadillo, eternamente Franco. Franco para desayunar, Franco para comer y Franco para cenar.

Vuelve, todo vuelve, porque las sociedades que recuperan y reviven su pasado más o menos lejano lo hacen para huir del presente y el pasado cercano. De ahí Franco, tan muerto hace ya casi medio siglo, tan olvidado en las primeras décadas de la Transición, vuelto en un holograma fantasmal retocado al gusto por un Gobierno que no quiere hablar de la atroz gestión de la pandemia de ayer mismo, de los arrumacos con los herederos y homenajeadores de ETA, de la ruina absoluta y la violación diaria del Estado de Derecho.

España es Weimar, anegando sus lágrimas en un regreso al pasado, siempre peor. Por volver, vuelve Miguel Ríos, ni os sonará, aunque sonaba mucho cuando… Franco, más o menos. El Estado de Alarma se abrió con la resurrección del Dúo Dinámico, justo es que se cierre con Miguel Ríos, que no solo sigue entre nosotros, sino que amenaza con un nuevo trabajo (iba a decir LP, pero me he contenido a tiempo), y con él regresa el Caudillo. El veterano cantante ha pasado este fin de semana por Liarla Pardo de La Sexta para analizar la actualidad política, fundamentalmente la madrileña, marcada por el arrollador éxito de Isabel Díaz Ayuso en las últimas elecciones autonómicas y el rotundo fracaso del PSOE de Pedro Sánchez, y ha dicho que «el franquismo ha vuelto» a España, vaya novedad.

Sí, claro que ha vuelto. En concreto, lo ha desenterrado Sánchez, no sé si lo recuerdan, que tiene que agitar de vez en cuando el monigote, tomándonos por niños a los que puede distraer haciéndonos mirar al coco. Y cuando les parece que ya sabe a poco, van más lejos.

Porque, ¿qué mejor manera de alejar el fantasma del fascismo que confiar ciegamente en el gobierno y dejar que se ocupe de todos los aspectos de nuestras vidas?

Nuestra vicepresidente primera, sin ir más lejos. La arrolladora victoria en Madrid de Isabel Díaz Ayuso, con su campaña centrada en la libertad, puso nostálgica a la egabrense Carmen Calvo, quien comentó soñadora que el fascismo ha llegado a menudo bajo la bandera la libertad, para acabar llevando a un montón de gente a los hornos crematorios, que a Ayuso solo le falta el bigotito a lo Charlot para ser clavadita al Führer.

No sé, ella es la profesora universitaria, pero la verdad es que no recuerdo que el fascismo diera mucho la vara con la libertad, no es la idea que uno extrae de los libros de Historia, pero esta gente sabe mucho, pero mucho más que nosotros y solo piden que dejemos nuestros cuidados diarios en sus amorosas manos. Porque, ¿qué mejor manera de alejar el fantasma del fascismo que confiar ciegamente en el gobierno y dejar que se ocupe de todos los aspectos de nuestras vidas?

Pero no teman, que Miguel Ríos, tras advertirnos solemne de la vuelta del franquismo, añadió que «la democracia no está en peligro», que no sé si es gusto por el oxímoron o se refería a la democracia orgánica del régimen de nuestros abuelos.

No me juzguen mal si no me estremezco de terror ante tanta alerta antifascista y tan amenaza de un nuevo 18 de julio. Debe de ser porque un régimen donde el poder ejecutivo se ha comido al legislativo y está en proceso de devorar al judicial; que pone al servicio del partido las instituciones del Estado; que amenaza la libertad de expresión abiertamente, que nos encierra en nuestras casas durante meses, que incluye orgullosos comunistas por primera vez en su historia, que nos tapa la boca para ir por la calle a cielo abierto, que nos dice cuándo podemos y cuándo no movernos por nuestro propio país, que ha convertido cada telediario en un NO-DO a la mayor gloria del amado líder y donde tomarse un caña con amigos en una terracita es un acto subversivo; ese régimen, digo, ya me ha quitado el miedo a la vuelta de aquella dictadura.

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