Cuando HazteOir.org lanzó la campaña «Los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Que no te engañen», hubo medios de comunicación que decidieron ignorarla, aunque la mayoría se posicionaron en contra para agradar a los lobbies «progresistas» y a los partidos de izquierdas (o de derechas acomplejados).

Sólo unos pocos supimos darnos cuenta de lo que la sociedad se jugaba con esa campaña: la importancia de defender la verdad aunque fuese a costa de enfrentarse al consenso progre y su proyecto de reingeniería social cuya raíz es, sin duda, la nefasta ideología de género.

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Algunos recordamos entonces la célebre frase de Chesterton que ahora vemos con cierta frecuencia en las redes sociales: «Llegará el día en el que será preciso desenvainar la espada por afirmar que el pasto es verde». Recuerdo también las entrevistas que hice en la radio a Ignacio Arsuaga, con una inevitable estupefacción, llena de incredulidad, por mi parte: «¿Es posible que os estén persiguiendo, insultando, difamando, amenazando, por decir algo biológicamente indiscutible?», preguntaba con ingenuidad. Sí, era posible. Corría el año 2017.

En los últimos cuatro años, también en este asunto, las cosas han ido a peor. Lo vimos, por ejemplo, hace unos días, cuando Twitter decidió suspender temporalmente la cuenta del diputado de Vox, Francisco José Contreras, por haber dicho en una entrevista (asómbrense ustedes) que «un hombre no puede quedarse embarazado». Un catedrático de Filosofía del Derecho afirmando categóricamente lo que sabían nuestros abuelos sin haber ido al colegio. Naturalmente. Las verdades eternas, esas que proceden de Dios o de la Naturaleza, no necesitan demostración empírica porque están impresas en el corazón de los hombres desde su nacimiento.

Ignacio Arsuaga y Charlotte Goiar
Ignacio Arsuaga y Charlotte Goiar ante el #AutobúsDeLaLibertad/ Actuall

Curiosamente, la primera transexual que recibió permiso del Tribunal Supremo para cambiarse de sexo, Charlotte Goiar, apoyó la campaña de HazteOir.org, afirmando que, en efecto, «los niños tienen pene y las niñas vulva». Esta mujer padece el muy poco frecuente Síndrome de Harry Benjamin, que consistía (en su caso) en haber nacido «con cerebro de mujer y cuerpo de hombre», consiguiendo su plena identidad sexual a través de varias operaciones quirúrgicas. Goiar afirmó que «transexual es una etiqueta ambigua y politizada por el lobby LGTB» y que «las asociaciones de gays, lesbianas transexuales y bisexuales, que están subvencionadas, quieren imponer sus postulados a la sociedad». Pero su testimonio, rebosante de sentido común y valentía, no interesaba al lobby transexual.

La pasada semana echó a andar en el Congreso de los Diputados la llamada «ley trans» que ha impulsado Podemos, pero que ni siquiera ha votado a favor su socio de Gobierno, el PSOE, que encuentra «deficiencias en el texto» que la harían discutible constitucionalmente. Vamos, que es otra chapuza, una más, del partido morado, acostumbrado a llevar a la sede de la soberanía sus onanismos mentales sin tener, por lo menos, la delicadeza de darles un barniz jurídico que los haga medio digeribles. En este caso, hablamos de un texto que no hay por donde coger, ni en la forma ni en el fondo.

Un auténtico bazar de identidades, una tómbola de caprichos relacionados con el sexo para que un larguísimo listado de ongs puedan seguir viviendo del momio del dinero público

Como muy bien explicó la diputada de VOX Lourdes Méndez, esta ley aberrante permite que un niño pueda empezar a ingerir hormonas del sexo contrario con tan solo 9 años, lo que les puede provocar daños irreversibles para el resto de sus vidas. La diputada subrayó también las consecuencias que esta barbaridad tendría, por ejemplo, para el deporte femenino, que quedaría seriamente amenazado, o sobre la posibilidad de que un hombre condenado por violación, que se declare mujer, fuese internado en una cárcel femenina, teniendo la oportunidad de abusar de las reclusas (algo que ya ocurrió en el Reino Unido en 2018). El escenario casuístico es tan atroz que pone los pelos de punta solamente imaginarlo.

De nuevo, vemos el empeño político de un partido de extrema izquierda que quiere «la libre determinación de la identidad de género», o dicho en lenguaje que entienda cualquiera, que si naces Mariano, con los atributos sexuales propios de un hombre, puedas pasar a ser Marianela, simplemente porque te apetece dejar de ser hombre. O más aún, puedes declararte «no binario», es decir, que no te identificas ni con el sexo masculino ni con el femenino. Un auténtico bazar de identidades, una tómbola de caprichos relacionados con el sexo para que un larguísimo listado de ongs puedan seguir viviendo del momio del dinero público a través de las jugosas subvenciones que reciben desde hace años.

Precisamente, hace unos días que la presunta cantante Demi Lovato anunciaba con gran pompa a sus millones de fans, a través de su perfil de Instagram, que se declara «de género no binario». Por supuesto que Demi es una mujer, e incluso más de uno diría (aún a riesgo de ser llamado machista cavernícola) que es una mujer «de muy buen ver», pero deben saber ustedes algo más. Demi ha grabado un documental titulado Bailando con el diablo (bien sabemos los escritores que ningún título se pone por capricho ni al azar). En él reconoce su adicción al alcohol y a las drogas, e incluso la sobredosis que sufrió hace tres años. También ha padecido ataques cerebrales con distintos daños cognitivos. Y por si fuese poco, Demi sufrió abusos sexuales por parte del «camello» que le vendió las drogas la noche de su sobredosis. Tras estas tormentosas experiencias, la artista se declara «no binaria».

Sería bueno que el PP recuperase algo de la cordura perdida a lo largo de los últimos años, en los que ha coqueteado de forma penosa con los dogmas relativistas en ideología de género

Como ya hemos apuntado en anteriores ocasiones, las sociedades que están en trance de descomposición total llegan a los estertores de su muerte en medio de una confusión total acerca de lo que las cosas son. Y como decíamos al principio, ni la Naturaleza ni Dios se equivocan. No es que «masculino» y «femenino» sean «constructos sociales» (como dicen estos panolis podemitas) sino, muy al contrario, es el pretendido «género no binario» lo que carece por completo de sentido. Lo mismo que la transexualidad, salvo en ese mínimo porcentaje de «excepciones» al que nos referimos anteriormente; excepciones que confirman la regla general.

Sería bueno, por cierto, que en este asunto el PP recuperase algo de la cordura perdida a lo largo de los últimos años, en los que ha coqueteado de forma penosa con los dogmas relativistas en ideología de género, hasta asumir como propias la mayoría de las aberraciones izquierdistas. El partido de Casado ha defendido al dislate de la «autodeterminación de género» en varias comunidades autónomas, siguiendo el criterio socialista y por puro interés electoral, por lo que un voto en contra de esta ley aberrante que ha comenzado su trámite parlamentario le haría, una vez más, situarse frente al espejo de sus propias contradicciones ideológicas.

Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo. Un hombre no puede quedarse embarazado. El pasto es verde. Son afirmaciones «provocadoras», «ultracatólicas», «antidemocráticas», «reaccionarias» para quienes se han convertido en dictadores de lo políticamente correcto. Una dictadura terrible porque niega lo que las cosas son por naturaleza.

Nos jugamos mucho en esta batalla; nada menos que un mundo todavía habitable o un mátrix progre en el que decir la verdad te puede conducir directamente a la cárcel o al señalamiento público.

Pero, como suelo decirles, algunos estamos ya mayores para pasarnos al bando equivocado.

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