Seis películas entregadas a lo largo de 20 años no es un ritmo de creación vertiginoso. Alejandro Amenábar regresa con Regresión, y Ágora no es de ahora, data de 2009. ¿Lento, pero seguro? No. Si algo caracteriza a los personajes de su cine es la inseguridad, imposible alcanzar certezas en un mundo tenebroso en el que no se puede creer.
Un reflejo del estado interior del propio cineasta, que me hablaba en una entrevista en 2009 de su educación en el catolicismo para, insatisfecho, derivar primero al agnosticismo y luego al ateísmo. Lo que formaría parte de las claves de su cine.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEn una de esas bromas que a veces gasta la providencia –no pienso que Amenábar o los responsables de marketing lo hayan hecho adrede–, Regresión, una película sobre demonios, se estrena un 2 de octubre en el que la Iglesia Católica conmemora a los ángeles no caídos; e imagino que no es aposta la coincidencia, en cartel de novedad ese mismo día, con El apóstata, otra cinta española no especialmente amable con el cristianismo.
Regresión sigue el formato de thriller policial con ribetes de terror psicológico, influida por La semilla del diablo y El exorcista, Amenábar siempre ha sido un aplicado estudiante de las buenas películas, de las que extrae ideas para las suyas.
El protagonista, detective de la Policía, investiga un caso ligado a cultos satánicos, en el que una joven habría sido víctima de los abominables crímenes de su padre que como ella frecuenta una iglesia presbiteriana. El progenitor no parece recordar nada, así que un psicoterapeuta practica regresiones, para sacar a la luz hechos reprimidos.
Una mirada superficial al cine de Amenábar puede tildarlo de bien rodado y puramente comercial, sin más. Pero lo cierto es que el cineasta, como su admirado Kubrick, es cerebral y piensa mucho lo que cuenta en sus películas, atravesadas de su personal cosmovisión. Ya en Los otros, historia de fantasmas que no son tales, la protagonista ve cuestionada su muy elemental fe, firme y tozuda al principio. Su película sobre Ramón Sampedro y la eutanasia, Mar adentro, reincidía en el tema del agnosticismo del personaje y el choque con otro sacerdote tetrapléjico.
Mientras que Ágora contraponía la ciencia de una mujer, Hipatia de Alejandría, con el fanatismo de unos cristianos que acabarían cargándose la Biblioteca de la ciudad, un tesoro irreemplazable. Una muesca más en la desazón de Amenábar, la triste Regresión ahonda en la desconfianza ante el mundo. No sólo supondría un error confiar en una confesión religiosa, que para él siempre será manipuladora, sino que también la ciencia e instituciones como la Policía defraudan.
Quedan entonces las limitadas personas y su capacidad individual de decidir, de superar los moldes que tratan de aprisionar nuestras mentes. Aunque tal y como pinta las cosas el cineasta, sería muy difícil, casi imposible, romper las cadenas.
Desde su punto de vista, el ser humano no podría estar nunca poseído por un diablo inexistente, pero, paradoja, todos seríamos unos posesos, y ante tanto diablo de carne y hueso por ahí suelto, los exorcismos laicos valdrían tan poco como los eclesiásticos. Por supuesto, si llevamos el razonamiento a su propio cine, tampoco sus películas lograrían el efecto pretendido. Y así el espectador común que disfruta del cine de Amenábar lo hace porque se queda con el envoltorio. ¿Quién se resiste a ver la nueva película marca Amenábar, donde actúa además la chica de Harry Potter?