El mejor alcalde, el Khan

    Tan imprescindible es que Occidente conserve su identidad, como lo es que personajes como Sadiq Khan nos recuerden que la especie humana ha triunfado sobre las demás porque en cada situación de emergencia ha sabido emplear su inteligencia.

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    Sadiq Khan, alcalde de Londres
    Sadiq Khan, alcalde de Londres / EFE

    “Jamás imaginé que alguien como yo pudiera ser elegido alcalde de Londres”, confesó el político laborista musulmán Sadiq Khan el 6 de mayo de 2016, tras vencer ampliamente al candidato conservador Zac Goldsmith, poniendo fin a ocho años de permanencia de la derecha británica en el consistorio de la capital del Reino Unido.

    No habían pasado ni dos meses desde los atentados islamistas de Bruselas, que se saldaron con 35 muertos. Si el conservador Goldsmith hizo una agresiva campaña electoral basada en el factor pánico, intentando relacionar a Khan con el “extremismo musulmán”, el laborista convenció a 1.300.000 votantes con su rechazo frontal de lo que él llama la política del miedo.

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    El alcalde recién electo se define como londinense, europeo, británico, inglés, islámico, asiático de origen paquistaní, padre y marido. Por ese orden. Khan es un abogado de 45 años especializado en derechos humanos, quinto hijo de un matrimonio de inmigrantes paquistaníes –él, conductor de autobús; ella, costurera–, cuyos ocho hijos se criaron en una vivienda de protección social.

    «Hasta Trump está empleando la elección de Khan como argumento en su campaña electoral»

    La noticia del primer alcalde musulmán de Europa no ha dejado indiferente a nadie, hasta el punto de que el candidato republicano Donald Trump la está empleando como argumento en su campaña electoral. Como es sabido, Trump ha asegurado que si llegara a ocupar la Casa Blanca prohibiría a los musulmanes extranjeros (no estadounidenses) entrar en su país, pero sugirió la posibilidad de que Khan fuese tratado como un caso excepcional.

    Cuando el alcalde londinense rechazó convertirse en una excepción al polémico plan antimusulmán, que catalogó como una medida peligrosa solo explicable por la ignorancia de Trump, el candidato republicano respondió que Khan y él deben hacerse un test para ver quién tiene más alto el cociente intelectual.

    Conviene recordar que cuando Trump hizo pública su propuesta de veto a los musulmanes, en el Reino Unido más de medio millón de personas firmaron un escrito para vetar la entrada de Trump al país, cuestión que –por increíble que pueda parecer– se acabó debatiendo en el Parlamento británico. Dado que Londres alberga al 40% de los musulmanes que viven en el Reino Unido, no es descabellado pensar que la controversia con Trump haya podido influir en la elección de Khan.

    Tras la sorpresa inicial, parece razonable preguntarse si este fenómeno hubiera podido darse en otras grandes capitales europeas como París o Madrid, ambas golpeadas como Londres por un terrorismo islamista que ha generado en la última década un estado de alerta permanente ante la posibilidad de nuevos atentados.

    En París los residentes de procedencia extranjera constituyen un 14% de la poblacion total de la ciudad. En Madrid la proporción de habitantes de origen no español es del 17%. En Londres, sin embargo, hay un 36% de residentes nacidos fuera del Reino Unido. Dada la proximidad geográfica y cultural de las grandes capitales europeas, los atentados reivindicados por el fundamentalismo islámico –los más recientes en París y Bruselas– generan una reacción de desconfianza frente a los ciudadanos de origen musulmán.

    Occidente parece querer autodestruirse, presa de una crisis existencial superpuesta a la profunda recesión económica

    El retraso dramático que hoy padece el Islam respecto de Occidente se intenta maquillar desde los organismos de la Unión Europea con buena fe y corrección política, pero es obvio el choque de dos mentalidades drásticamente distintas, que se sufre hoy en vivo y en directo en las grandes ciudades del Viejo Mundo. La libertad que ha definido durante mucho tiempo al mundo occidental es el principal instrumento que aprovechan los terroristas islamistas contra el mundo libre. Paradójica víctima de su propia civilización –que produce en países menos desarrollados un nocivo sentimiento de alienación–, Occidente parece querer autodestruirse, presa de una crisis existencial superpuesta a la profunda recesión económica.

    En este contexto convulso, la victoria del musulmán Sadiq Khan marca un hito sin precedentes, pues este político europeo-asiático simboliza la fusión entre esos dos mundos que –antes de la declaración unilateral de guerra por parte del terrorismo islamista– parecían estar condenados a entenderse. Tan imprescindible es que Occidente conserve su identidad y marque límites sin dejarse avasallar, como lo es que personajes multiétnicos como Sadiq Khan nos recuerden que la especie humana ha triunfado sobre las demás porque en cada situación de emergencia ha sabido emplear su inteligencia para adaptarse a las necesidades ambientales, biológicas y culturales.

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    Periodista, escritora y traductora de inglés de literatura, ensayo y cine. Pasó su infancia entre París y Washington DC. Licenciada en Filología Inglesa, trabajó durante una década el sector cultural, en empresas como Microsoft Encarta y Warner Music. Tiene tres novelas publicadas. Ha traducido al español a clásicos como Dickens, Kipling, Wilde, Poe y Twain. Colabora desde hace décadas en prensa española y latinoamericana. Tras una década colaborando en revistas femeninas como Vogue, Gala y Telva, se inició como columnista en La Razón, labor que continuó en La Gaceta.