El pasado 18 de agosto falleció a los 93 en Berlín el historiador Ernst Nolte. Una noticia de la que casi ningún medio se ha hecho eco como se merece, y eso que el mes de agosto no viene muy cargado de novedades y casi cualquier cosa se aúpa a la portada de los diarios.
Probablemente la causa del silencio que se ha cernido sobre la muerte de Nolte no sea más que la continuación del silencio que se ha querido imponer sobre su obra. Incapaces de hundirlo en el campo de la historia, sus enemigos hace tiempo que optaron por ignorarlo. Pero, ¿qué escribió Nolte para convertirse en un apestado?
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraResumiendo, la investigación histórica de Nolte se centra en un tema tabú: el carácter totalitario tanto del nacionalsocialismo como del comunismo. Por encima de diferencias de forma, ambos comparten una raíz que los unifica, una matriz ideológica común. Una afirmación, sólida y documentada, que quiebra la imagen fabricada por la propaganda izquierdista que presenta el marxismo-leninismo y el nacionalsocialismo como fenómenos radicalmente opuestos.
Nolte mostró el nacionalsocialismo alemán como una reacción frente al bolchevismo comunista en el poder en Rusia desde 1917
El “antifascismo” oficial, asumido hoy por casi todos con mayor o menor entusiasmo, aparece como un montaje para despistar acerca de la verdadera naturaleza del comunismo. Fue Nolte quién se atrevió a cuestionarlo, mostrando el nacionalsocialismo alemán como una reacción frente al bolchevismo comunista en el poder en Rusia desde 1917. Una reacción que no cuestiona el modelo, sino que lo asume como ejemplo a imitar y que da lugar a una lucha entre dos “hermanos” totalitarios, no a una batalla entre la luz y las tinieblas.
La fascinación recíproca entre Hitler y Stalin, como bien explicara John Lukacs, está bien documentada. Poco dispuesto a callarse ante la imposición de lo políticamente correcto, el historiador alemán explicaba que era imposible entender a Hitler sin Stalin, ni Auschwitz sin el Gulag, y que lo que había ocurrido en Europa era una “guerra civil” entre dos versiones del totalitarismo. Así, Nolte quebraba el maniqueísmo oficial (del que en España la versión local ha dado en autodenominarse, de modo paradójico, “memoria histórica”), ganándose las iras de los “bienpensantes”.
La polémica en torno a su obra se convirtió en la gran disputa histórica de los años 80, la “Historikerstreit”. Acusado de querer relativizar la maldad del nacionalsocialismo, e incluso de negar la Shoa (una falsedad malintencionada), se convirtió en el objetivo a derribar, en el chivo expiatorio al que es legítimo y necesario agredir.
Fue el ilustrado Jürgen Habermas quien negó el debate y capitaneó el ataque contra ese supuesto justificador del nazismo (algo que cualquiera que haya leído su obra con un mínimo de honestidad intelectual sabe que es un disparate). Fue atacado con un líquido corrosivo durante una conferencia en el antiguo Berlín Este: gracias a sus gafas no perdió la vista. Se le dejó de invitar a congresos académicos (en 1994 la fundación “Clásicos de Weimar” suspendió un congreso sobre “Judaísmo y Nietzsche” porque cinco profesores se negaron a sentarse en la misma mesa que Nolte) y en 1988 extremistas de izquierdas calcinaron su coche.
Y sin embargo, sus investigaciones, sus tesis, perduran. Activo hasta el final, nos deja una sugerente idea acerca del islamismo y la situación presente de Europa: Ernst Nolte afirmaba que “el islamismo debe de considerarse como el jacobinismo del siglo XXI” (Nolte veía en el jacobinismo el precedente de la guerra civil entre versiones del totalitarismo). Aviso para navegantes: estamos asistiendo al inicio de una nueva guerra civil europea.
Más que las agresiones y atentados, lo que más dolía a Nolte era el silencio, la censura, el miedo a estudiar y debatir que se cernía sobre su obra
Algunos han escrito que, más que las agresiones y atentados, lo que más dolía a Nolte era el silencio, la censura, el miedo a estudiar y debatir que se cernía sobre su obra. Quizás el mejor homenaje que podemos hacer a este gran historiador sea releer o descubrir su obra. La guerra civil europea (1917-1945), editada por el Fondo de Cultura Económica, y su intercambio epistolar con el historiador francés François Furet, recogido por Alianza Editorial en Fascismo y Comunismo, son ya dos clásicos de la historia del siglo XX por mucho que les duela a algunos.