De repente, Arabia Saudí y otros conmilitones menores de la Península Arábiga le han dicho a Qatar que ya no se ajuntan, acusando al pequeño pero riquísimo emirato de financiar el terrorismo.
Tengo para mí que lo más difícil de ser un líder en la escena internacional es hacerte de nuevas con cierta verosimilitud. Yo no valdría; me daría la risa floja en seguida, o me pondría como un tomate.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPero en geopolítica, quien más, quien menos, todos son el capitán Renault de Casablanca cuando exclama: «¡Qué escándalo, aquí se juega!», mientras se embolsa sus ganancias en la ruleta.
Pero usted, querido lector, no es idiota, aunque solo sea porque tiene el buen gusto de leerme, y entiende que las posibilidades de que Ryad se escandalice de que un país, no digamos un vecino y correligionario árabe, financie el terrorismo en Dar al Harb, las tierras de los infieles, ascienden a cero.
La causa real es bastante más sólida, pero en realidad es exactamente lo contrario a sólido: es gas. Qatar nada en gas
Diría que la causa real es bastante más sólida, pero en realidad es exactamente lo contrario a sólido: es gas. Qatar nada en gas. Qatar es un producto de esa estrategia de los británicos al abandonar la zona, antiguas posesiones turcas, de «poner una bandera en cada pozo de petróleo», razón por la que todos estos emiratos de beduinos, cuya economía antes de que los occidentales refinásemos el petróleo no iba mucho más de pastorear cabras, tienen un peso descomunal en la geopolítica mundial.
Está muy bien pretender que vivimos como vivimos por nuestra avanzada cultura política, la libertad y todo eso, pero la cruda realidad -nunca mejor dicho- es que nuestra prosperidad es hija directísima de ese mágico líquido que mueve el mundo, el petróleo, así como de otros hidrocarburos como el gas natural.
Si esta tarde se agotase, esta tarde se nos acabaría la buen vida. Nada puede suplir su falta, ni siquiera (hoy por hoy) la energía nuclear, no digamos las energías alternativas.
De ahí que nuestros líderes, incluyendo al presidente americano, se deshaga en zalemas con un régimen que aplica idénticas políticas de consumo interno que el odiado Estado Islámico, Arabia Saudí.
El gas ha convertido a Qatar, favorecido con el mayor yacimiento de gas natural del mundo, en el país más rico de la Tierra en renta percápita, 130.000 dólares que se reparten los ciudadanos qataríes, una minoría en su propio emirato (la mayoría es la mano de obra importada que hace algún trabajo). No hay riesgo de ‘primavera’ alguna aquí.
Qatar es el mayor exportador mundial de gas natural, pero tiene un pequeño problema: tiene que licuar el gas, meterlo en contenedores y mandarlo así por barco a los países clientes en Europa.
Ahorraría una millonada si pudiera construir un gasoducto para llevarlo de puerta a puerta, por así decir. Y para eso tiene que atravesar, (¡problema!), Siria.
Ahora, Siria es aliado de Rusia, que es quien nos vende gas a Europa, y Rusia tiene todo el interés del mundo en que ese gasoducto no se construya. ¿Se entiende un poco mejor por qué Qatar ha adelantado incluso a Arabia Saudí como financiador de los ‘rebeldes’ sirios que, de derrocar a Assad, serían más favorables a su construcción?
Sí, ya sé lo que está pensando. Pero en el mundo real nadie hace una guerra porque haya un dictador muy malo que gasea a su propio pueblo, lo lamento.
Pero, últimamente, Qatar ha entendido que su estrategia anti-Rusia no le está llevando a ninguna parte y que a veces se consigue más con una gota de miel que con cien de hiel, y ha cambiado radicalmente de posición a una más cercana a Moscú.
De hecho, ya el año pasado decidió invertir 2.700 millones de dólares en la empresa estatal rusa de gas Rosneft, un movimiento bastante audaz en un país que alberga la mayor base militar norteamericana en la zona.
La riqueza creciente de Qatar molesta desde hace tiempo. Ryad estaba acostumbrado a ver al emirato como un territorio vasallo de Arabia Saudí, y ahora su opulencia le permite actuar por su cuenta, y a los norteamericanos no les hace la menor gracia la nueva cercanía con Rusia.
Verán: se trata de la gran batalla por el alma del Islam entre suníes y chiíes. Irán es el campeón de los segundos y los saudíes, los de los primeros
Para colmo de males, el yacimiento del que Qatar extrae la fuente de su riqueza lo comparte con Irán, lo que puede ser una razón para llevarse a tiros pero también para cooperar y no querer hacerse daño. E Irán es el malo malísimo de la escena mundial, amén del odiado rival de Arabia Saudí.
Verán, se trata de la gran batalla por el alma del Islam entre suníes y chiíes. Irán es el campeón de los segundos y los saudíes, los de los primeros (aunque Turquía aspira a ese papel). Los dos nadan en petróleo y comparten un Golfo, que se llama Pérsico o Arábigo según dónde se encuentre uno.
Como efecto colateral pero no menor, Trump se apunta un tanto con este desplante como fruto de su reciente periplo y prueba de su ‘lucha contra el terror’.