Hay varias formas de censura de noticias. La primera y más obvia es no darlas; la segunda, el orden en que se dan (en la portada o en un breve). En la época de la ‘posverdad’ hay otra tercera más corrosiva, que es manipularlas hasta tal punto que se les da la vuelta y se convierte al asesinado en asesino.
Juan Luis Cebrián reconoce en sus memorias que publicó un reportaje sobre una conspiración del Opus Dei y la banca para colocar a Adolfo Suárez en la presidencia del Gobierno sospechando que era una invención de su subdirector.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraY Luis María Anson borraba de la camiseta del ciclista Miguel Induráin el logo de Banesto y de la plaza del Castillo las ikurriñas en los sanfermines. Desde hace unos años, ambos son académicos de la Española.
Hoy las ‘fakenews’ son mucho más abundantes, sutiles y peligrosas. La CNN monta una manifestación de una docena de musulmanes contra el yihadismo y luego la graba. ¿Para qué? Para difundir un modo de pensamiento.
Demasiados redactores se sientan a escribir sus noticias con las anteojeras de su ideología o de las consignas imperantes
Demasiados redactores se sientan a escribir sus noticias con las anteojeras de su ideología o de las consignas imperantes. Ya sabe usted, amigo lector: “un camión atropella a una multitud”, Trump es presidente gracias a Putin; asesinos armados que gritan “¡Alá!” se describen como “de aspecto mediterráneo”; “el hielo del Ártico habrá desaparecido en 2014”; los bombardeos en Alepo mataban a niños pero en Mosul sólo a yihadistas…
Un suicidio en el que no se pide opinión al suicidado
En enero encontré en El País esta joya de titular: “Pueblos inundados por el franquismo afloran por la insólita sequía en Galicia”. ¡Qué malvado era el franquismo: explotaba a los pobres, enriquecía a los estraperlistas, torturaba a los demócratas… y construía pantanos para inundar pueblos, no para regar los campos de los terratenientes. Ante las burlas de algunos en Twitter, el periódico progresista rectificó. Pese al favor que les hice, Antonio Caño me bloqueó.
Todo lo anterior palidece ante un trino (que es como llaman en Colombia a los tuits) enviado el día 15 por la cadena de televisión Cuatro. Una madre envenenó a sus tres hijos y a sus propios padres para no dárselos a su exmarido, que pedía que se le retirara la custodia por incapacidad mental… lo que se ha demostrado cierto. Para la televisión progresista no fueron parricidios, sino un “suicidio colectivo”.
El suicidio colectivo, propio de las sectas, presupone algún tipo de consentimiento en la administración de la propia muerte. Esto fue un asesinato, con premeditación y alevosía.
Pero los progresistas, periodistas o políticos, no pueden admitir que una mujer mate, porque contradice la ideología feminista de que hay una guerra secular entre sexos, en la que los hombres llevan matando a las mujeres desde hace 2.000 años (curiosamente desde el nacimiento de Jesucristo, no desde de Mahoma o desde el Código napoleónico, que convirtió a las mujeres en sujetos sometidos a sus padres o maridos).
Nuevas disculpas: depresiones y despechos
Siempre que una mujer mata a sus hijos, los periodistas que cubren la noticia le buscan una excusa o una disculpa; la más habitual es que estaba deprimida. Por ejemplo, en Gerona una madre tiró a sus dos hijos por la ventana y luego saltó ella. En seguida se explicó que el parricidio se debía a una depresión posparto.
El varón, nunca tiene atenuantes, siempre mata porque está programado para ello por el heteropatriarcado
El varón, por el contrario, nunca tiene atenuantes, siempre mata porque está programado para ello por el heteropatriarcado. Y para erradicar ese condicionamiento y conseguir la igualdad entre sexos, perdón, géneros es imprescindible re-programar a las personas mediante la política y la educación. ¿A que nos vamos entendiendo?
Por ello, no se consideran nunca ‘violencia de género’ los asesinatos de mujeres a sus parejas masculinas ni a sus hijos. Y por ello, se han de eliminar datos como el siguiente: en 2010, de 23 niños asesinados por sus progenitores en España, 16 lo fueron a manos de sus madres y 7 a manos de sus padres. Es decir, el 69%. ¡Menos mal que las mujeres no matan! (Tampoco presentan denuncias falsas, por supuesto.)
Mientras escribo esta columna, El País, del mismo grupo que Cuatro, titula un artículo así: “Argentina exculpa a tres feminicidas que apalearon y torturaron a su víctima hasta su muerte”.
Para el feminismo y sus compañeros de viaje hay un nuevo tipo penal: el feminicidio, que es el asesinato de una mujer. Si se mata a un varón, se aplica la ley ordinaria y no sale en la prensa.
Hace unos meses, este periódico calificó el asesinato del embajador de Grecia en Brasil a instancias de su esposa como “crimen pasional”. La expresión, en cambio, está prohibida para los varones que matan a sus compañeras y el periodista o político que la emplee se expone a ser ‘escrachado’ por los chekistas del feminismo.
Contra la custodia compartida
Pero la realidad no derrumba los prejuicios, como vemos en los izquierdistas que siguen reivindicando la URSS o elogiando la sanidad cubana.
El feminismo no puede retroceder, como el PP en su sempiterno viaje al centro. La partitocracia al completo, encabezada por la ministra del PP Dolors Montserrat, está preparando una nueva reforma de la legislación de ‘género’.
El nuevo objetivo de las ‘hembristas’ es la custodia compartida, que, de convertirse en ley nacional, les privaría de mucha de la influencia que tienen, tanto en la elaboración de la ideología de género, como en los procesos judiciales.
Algunos medios de comunicación, como en el caso de Trump, han escogido bando, el de los poderosos, los ‘lobbies’ y las subvenciones. ¡Y luego se lamentan sus editores de que venden cada vez menos!