Charlie Gard será desconectado de su soporte vital por orden de un juez contra el criterio de sus padres.
Charlie Gard fue condenado a muerte por orden de un juez contra el criterio de sus padres.

El caso del bebé Charlie Gard, sentenciado a muerte por la Justicia británica y el Tribunal de Estrasburgo para que ‘deje de sufrir’, ha causado una gran polémica en el mundo de la medicina, sobre todo por el impulso de muchos partidos políticos en favor de la eutanasia.

Miles de ciudadanos, y un Estado, el Vaticano, se han movilizado para pedir más tiempo para Charlie, a quien iban a desconectar el pasado jueves en el hospital sin dejar siquiera a los padres llevárselo a casa y despedirse como se merecen de su hijo.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Esa presión logró comprar algo de tiempo, pero la Justicia ya dictaminó la sentencia de muerte sin apelación posible, y ahora solo es cuestión de saber cuánto dejarán vivir a Charlie.

Este caso ha provocado que algunos de los genetistas y bioéticos más reconocidos del mundo defiendan la necesidad de luchar por la vida, con el temor de que este la Justicia haya creado un precedente.

Uno de estos expertos es el cardenal Elio Sgreccia, expresidente de la Academia Pontificia para la Vida y reconocido bioético en el mundo. Para Sgreccia Charlie Gard debería tener una oportunidad, y da argumentos para ello:

Incurabilidad no es intratabilidad

El cardenal Sgreccia, que lleva décadas vinculado al mundo de la relación entre la medicina y la ética, asegura que precisamente la persona “incurable” es paradójicamente la que “tiene derecho más que ninguna otra a solicitar y obtener la asistencia y el cuidado así como la dedicación y atención continua”. 

Charlie tiene “el derecho a ser asistido en cada etapa de su enfermedad” por su necesidad, por su edad y por la enfermedad»

En su opinión, este aspecto es un “fundamento clave de la ética del cuidado, que tiene como principales destinatarios a los que están en un estado de vulnerabilidad y debilidad importante”.

Y Charlie es precisamente el mejor ejemplo de alguien que tiene “el derecho a ser asistido en cada etapa de su enfermedad” por su necesidad, por su edad y por la enfermedad que sufre.

Recuerda además que “el rostro humano de la medicina se manifiesta en la práctica clínica de ‘cuidar’ de la vida de los que sufren y de los enfermos».

Y que el pequeño Charlie posee una dignidad inviolable, la “dignidad puramente ontológica de la persona”, aunque esa persona no esté en posesión de sus facultades, se encuentre impedida o lleve una vida puramente vegetativa.

Alimentación artificial

En su escrito, Sgreccia insiste en que “en ningún caso se puede considerar esto como una terapia” que habría que retirar como si fuese un tratamiento médico.

Y pone como ejemplo que la “artificialidad del medio para suministrar la alimentación” se podría asemejar  a la leche que se da en un biberón a un bebé. En este último caso no se considera una terapia sino una ayuda a una persona que no puede valerse por sí misma.

“El agua y los alimentos no se convierten en dispositivos médicos por el único motivo de ser administrados artificialmente”, explica, recalcando de manera importante que retirárselo no es interrumpir una terapia sino “dejar de morir de hambre y sed a una persona” que simplemente no puede alimentarse de manera independiente.

Tratamiento experimental

Para Sgreccia la prohibición de someter a Charlie al tratamiento experimental no podrá en ningún caso justificarse “apelando al estado de sufrimiento que está viviendo actualmente”.

Los jueces no permiten a Charlie ir a EEUU por la supuesta inutilidad de esta terapia para la curación del bebé y en los sufrimientos que le podrían generar

Reconoce que es posible que esta terapia no consiga los resultados médicos esperados pero no es menos cierto -añade el cardenal- que “las dolencias de Charlie piden un enfoque paliativo integral  y sistemático que hipotéticamente podrían acompañar al tratamiento mismo”.

Los jueces se han basado en la inutilidad de esta terapia para la curación del bebé y en los sufrimientos que le podrían generar a Charlie aun consiguiendo alargarle la vida.

Estos argumentos no son para este experto una solución paliativa adecuada sino una «muerte inducida».

Doble moral

El experto critica la doble moral y la hipocresía de aquellos que defienden la muerte de Charlie. Asegura no comprender la “ambivalencia” de los que reivindicando el acceso total e indiscriminado de la eutanasia en nombre de la autonomía individual pero niegan al mismo tiempo esa decisión personal en otros casos, como en el del pequeño Charlie, cuyos padres quieren luchar por la vida de su hijo.

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