España entera está conmocionada desde que este pasado domingo al mediodía se tuvo conocimiento de la aparición del cadáver del pequeño Gabriel, que llevaba doce días desaparecido. El nivel de impacto de la noticia fue mayor al saberse que el cadáver era trasladado en el maletero de un coche por la actual pareja del padre del niño.
Todos los indicios y las pistas que maneja la Guardia Civil apuntan a esta mujer, Ana Julia Quezada, como la presunta autora del crimen. Habrá que esperar a que se confirme este extremo -la presunción de inocencia es algo al que tiene derecho cualquier persona aunque sea algo que cada vez se respeta menos-, así como para saber si hay más personas implicadas en este horrible suceso.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahora«En este caso del pequeño Gabriel que ha tenido un final tan trágico, habrá que quedarse con la parte positiva: con el afecto y la solidaridad que han mostrado tantas personas»
Independientemente del grado de implicación de esta mujer en el crimen, las preguntas que se formula cualquier persona son múltiples: ¿qué pasa por la mente de un ser humano para acabar o ayudar a acabar con la vida de una criatura de ocho años que además es hijo de su actual pareja? ¿Cómo ha podido estar viviendo estos días esa mujer en la esquizofrenia absoluta de aparecer en las diversas concentraciones de apoyo a Gabriel y a sus padres naturales, sabiendo que el niño estaba muerto? ¿No ha tenido en todo este tiempo transcurrido desde la desaparición del pequeño ningún momento de desfallecimiento, de flaqueza, de duda, de conmiseración con lo que estaban pasando los padres de Gabriel?
Estas preguntas y otras muchas que se podrían plantear no tienen una fácil contestación. Desde luego, no la tienen desde la lógica y la razón humana. Por eso, en un intento de aproximación, para buscar alguna explicación, habrá que admitir que la existencia del mal es algo real. Un mal que está dentro de las personas y que todas, de una manera o de otra, desde los valores morales, éticos, religiosos, debemos empeñarnos en que no prevalezca sobre la otra realidad que también anida en el ser humano, que es la existencia del bien. Y en esa batalla, entre hacer el mal o el bien, es en la que nos movemos con bastante frecuencia las personas, en la vida diaria, con nuestros semejantes. Lo que sucede es que normalmente lo hacemos en torno a cuestiones que no tienen la trascendencia del hecho que estamos comentando.
Por eso, en este caso del pequeño Gabriel que ha tenido un final tan trágico, habrá que quedarse con la parte positiva: con el afecto y la solidaridad que han mostrado tantas personas, tantos voluntarios que durante doce interminables días han dedicado su tiempo y esfuerzo a buscar al niño y a apoyar a sus padres. Y también habrá que alabar, una vez más, el trabajo impecable de la Guardia Civil en las labores de investigación de este horrendo crimen. Esta es la parte buena del ser humano. Lo doloroso es que en este caso, aparentemente ha vencido el mal. Descanse en Paz el pequeño Gabriel.