La alemana de origen judío Gerta Pohorylle huyó de su país por la presión de los nazis en los años treinta emigrando al París de entreguerras. Allí se enamoró un año después del fotógrafo húngaro André Ernö Friedmann. Los jóvenes pasearon por el Sena su amor peleando por sobrevivir. La picaresca hizo que creasen en 1935 a un «famoso fotógrafo norteamericano» al que bautizaron como «Robert Capa» lo que provocó también nacer a su versión femenina «Gerda Taro». La pareja estaba detrás de esta campaña ingeniosa para generar más trabajo en su lucha por la supervivencia.
El periódico Le Soir de París les envió a los dos a la Guerra Civil española para cubrir sus noticias con las fotografías de Robert Capa y Gerda Taro. En Madrid se les extendió una tarjeta de identidad como reporteros de guerra de donde proceden las fotografías que publicamos en este artículo. En septiembre de 1936 la revista norteamericana Life divulgaba la foto del miliciano convirtiéndose en un icono de la guerra a nivel internacional al retratar el momento exacto de la herida de muerte del soldado republicano.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraPero entre las fotografías de la Guerra Civil española son muy abundantes las imágenes con españoles que posaban de forma preparada y que no se corresponden con fuego real. Muchos son retratos pésimos, pero la famosa del miliciano es una obra de arte. Para la vida en la retaguardia debió ser divertido entretener las horas muertas con esta pícara práctica y tras realizarse una serie con distintos milicianos haciéndose el muerto se realizó otra con todos los miembros del grupo contentos levantando sus brazos victoriosos. Se lo habían pasado pirata y entre aquellos aparece eufórico nuestro protagonista que inventó la muerte de manera genial.
Se trata por tanto de una imagen real de la actividad de la retaguardia en donde se produce este montaje propagandístico haciendo parecer que las fotografías se toman en el frente. Parapetados en unas trincheras y lejos de las balas en aquel momento la única preocupación que tendrían los milicianos era la llegada de la comida a diario, unos días gachas, otros migas, judías, cocido, etc., mientras otros españoles morían en los frentes y en la retaguardia.
«Las fotografías de la serie no son muy buenas salvo una. Una pequeña y atractiva alemana se haría fácilmente con el servicio de unos milicianos que a falta de tiros entretendrían su ocio en la retaguardia jugando a soldaditos»
Ambos reporteros de guerra estuvieron en Córdoba haciendo fotografías que se publicaron en Europa y América. La revista Life contrató las fotografías de Robert Capa y muchos años después se han atribuido gran cantidad de imágenes del señor Capa a la malograda Gerda Taro. La única manera de conocer si al grupo de milicianos los fotografiaron una mujer o un hombre es encontrar un testimonio de los descendientes de aquellos figurantes. Sin duda un reportaje fotográfico en la retaguardia hecha en la España de 1936 quedaría en la memoria de aquellas gentes. La única mujer que ejerció este oficio en aquellas fechas al norte de Andalucía era G. Taro lo que debería quedar en la memoria colectiva de los familiares. La historia oral podría desvelar esta duda, aunque desconocemos si quedan parientes.
Sin embargo las noticias que la prensa nos está dejando desde que empezó este siglo avanzan en la buena dirección. Se atribuyó equivocadamente el nombre del miliciano a un anarquista y aun no conocemos a los otros. No se celebró la sesión de fotos en el Cerro Muriano, donde tampoco había combates en aquel momento, sino en la Loma de las Dehesillas, cerca de Espejo (Córdoba), también lejos del frente.
En esta línea para intentar conocer la verdad de esta fotografía este artículo atribuye al “Taller Fotográfico de Robert Capa” la famosa imagen porque pudo realizarla cualquiera de ellos dos y siempre vendería más la del varón en aquella etapa de entreguerras. De hecho las fotografías de la serie no son muy buenas salvo una. Una pequeña y atractiva alemana se haría fácilmente con el servicio de unos milicianos que a falta de tiros entretendrían su ocio en la retaguardia jugando a soldaditos. Lo que no quita que probablemente todos murieran defendiendo la democracia. El valor del soldado se entretuvo jugando a ser protagonista de otra batalla, la de la propaganda.
Pero Capa/Taro no siempre estuvieron alejados del frente, de hecho los dos murieron de la misma manera (R. Capa pisaría una mina en Vietnam, 1954). La alemana cubría el frente de guerra en Madrid cuando fue atropellada por un tanque republicano en el descontrol de la Batalla de Brunete en julio de 1937. Medio muerta fue trasladada y asistida en el Hospital de El Escorial. Allí falleció, no sin antes dejarnos el testimonio de su última fotografía a sus 26 años.
El médico que la atendía era húngaro y el fotógrafo que realizó su última foto debe ser otro húngaro, André Ernö Friedmann (Robert Capa). Esta vez sí se retrataba la muerte de verdad. La fotografía supuso un delicado último recuerdo de su compañera hecho desde las tripas y con el corazón roto.