
La noticia que esta semana más espacio ha ocupado en las televisiones, por delante del juicio de los ERE (741 millones de euros) en el que están imputados dos expresidentes del PSOE y de la Junta de Andalucía y casi empatada con el tremebundo escándalo del máster de Cristina Cifuentes, ha sido el desbordamiento del río Ebro debido a lluvias y las nieves de este invierno.
¿Pero cómo la realidad se atreve a desmentir a Greenpeace y a la ONU?
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEn noviembre de 2007, en la Valencia de la corrupción pepera, se presentó el cuarto informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), uno de esos chiringuitos de la ONU que mandan por encima de los Gobiernos electos.
La reunión del IPCC en Valencia en 2007 fue la ocasión para que Greenpeace lanzara una de sus campañas de terror sobre las catástrofes que se nos venían encima
El entonces secretario general de la ONU Ban Ki-moon clamó que sólo quedaban ocho años para evitar la catástrofe. Hasta 2015, semana más o semana menos.
Greenpeace aprovechó la ocasión para una de sus típicas campañas alarmistas. Difundió un libro en el que instaba a la Humanidad a aplicar el Protocolo de Kioto y sus propias recomendaciones para reducir las emisiones de CO2. Photoclima consistía en montajes fotográficos sobre “los devastadores efectos” del cambio climático, el nuevo nombre del calentamiento global, sobre varios paisajes españoles en 2018 si el hombre desoía a los ecologistas y los funcionarios de la ONU.
Los ecologistas recurrieron al ‘acollonamiento’: unos campos de naranjos en Valencia convertidos en secarrales; los edificios de la Manga del Mar Menor bajo un mar desbordado; las Tablas de Daimiel, secas; los bosques del Parque Natural de los Alcornocales quemados; el Ebro reducido a un arroyo a su paso por Zaragoza; y el glaciar del Monte Perdido, fundido.
Greenpeace pronosticó que, a causa del ‘cambio climático’, en unos pocos años el Ebro se convertirá en un arroyo y la Manga del Mar Menor acabará sumergida
Nada de eso se ha cumplido más de una década después de su presentación. Salvo el encogimiento de los glaciares pirenaicos, que empezaron a fundirse cuando concluyó la ‘pequeña edad de hielo’, a principios del siglo XIX, y en lo que la actividad humana no tuvo nada que ver.
En el libro de marras varias firmas progres –todas ellas entonces con columna o púlpito en PRISA, fuese en la SER, fuese en El País- reñían a los lectores.
Las inundaciones, las sequías y el deshielo de los glaciares eran por culpa de la avaricia humana y del capitalismo. Por lo que se ve, ellos viven del aire.
Rosa Regás: “Todo lo vamos destruyendo a cambio de un enriquecimiento momentáneo que se esconde tras la pretendida búsqueda del bienestar. Un enriquecimiento que somete a la mayoría de la Humanidad, la de hoy y la del futuro, a la más sórdida pobreza ambiental y por tanto real”.
Los agricultores acusan a las autoridades de no limpiar los cauces de los ríos porque lo prohíben las legislaciones ambientales de España y la UE
Manuel Rivas: “El llamado ‘cambio climático’, que suena a técnico eufemismo, no es el producto de una fatalidad, sino la consecuencia de una dictadura, basada en la codicia, la explotación y el terror sobre la naturaleza”.
Iñaki Gabilondo reclamó para sí y sus ‘compis’ el amor a la patria: “Algunos de los que la habrán arrasado se dirán dispuestos a lo que sea para salvar el suelo patrio… después de lucrarse con él. Los que de verdad aman a esta tierra y los que amamos a la Tierra debemos defendernos de ellos. Mientras quede tiempo”.
Miguel Delibes Castro, famoso por el apellido de su padre, hace activismo ‘oenegero’: “El cambio global está detrás del hambre, de la desesperación, de la agonía. El cambio climático ensucia hoy la belleza de los cayucos”.
¡Qué oportuno y periodístico sería que alguna televisión o algún periódico de los que en 2007 difundieron la campaña alarmista de Greenpeace recordaran semejante fiasco! También podrían preguntar a los intelectuales que firmaron las amonestaciones su opinión actual.
¿Y nadie se pregunta qué ocurre para que se produzcan estas riadas en el Ebro, que ya las hubo en 2015, 2013, 2008 y 2003? ¿Qué hacen los Gobiernos y los Parlamentos de las comunidades de Aragón, La Rioja y Navarra?
¿Es normal que el río Ebro se haya desbordado en Zaragoza cinco veces en los últimos quince años: 2018, 2015, 2013, 2008 y 2003?
¿Es cierto que el cauce del Ebro, como el de otros ríos españoles, no se limpia de arena, grava y matorrales desde hace años ni se construyen nuevos embalses porque la legislación medioambiental comunitaria y española lo dificulta?, ¿y que además las ONG ecologistas exigen su cumplimiento?
Como ya sabe quien me lea, yo no me opongo a la protección y cuidado de la naturaleza, ni mucho menos. A los reaccionarios nos encantan los bosques, que protegieron a Pelayo de los invasores musulmanes y sirvieron de tumba a los Románov masacrados por los bolcheviques.
Pero no admito que nos mienta el Poder (la ONU, los Gobiernos, las ONG…) para controlarnos todavía más. A pesar de los pronósticos sobre la desertificación de la Península Ibérica, la realidad es que el 54% de la superficie española es bosque; y que éste crece a un ritmo de unas 180.000 hectáreas anuales.
La mentira es el arma del Diablo.