El listón, por Victoria Lafora

    Màxim Huerta debería dimitir porque su llegada al poder coincide con el periodo de mayor hartazgo de la ciudadanía ante los reiterados casos de corrupción y coincide también con el inminente ingreso en prisión del cuñado del Rey.

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    El ministro de Cultura de España, Màxim Huerta, en la final de Roland Garrós de 2018 /EFE-EPA
    El ministro de Cultura de España, Màxim Huerta, en la final de Roland Garrós de 2018 /EFE-EPA

    Cuando un partido llega al Gobierno tras ganar una moción de censura, porque su antecesor flotaba en un magma de corrupción, tiene que poner el listón muy alto. De ahí el escándalo por la noticia de que el flamante ministro de Cultura, Màxim Huerta, haya defraudado a Hacienda.

    Estaba llamado a ser un ministro polémico desde que Pedro Sánchez anunció su nombramiento. Lo inimaginable era que el crédito le durara solo una semana. Es verdad que el sistema utilizado por él y muchos compañeros de otros medios para pagar menos impuestos (crear una Sociedad para pagar solo el 25% cuando como persona física hubiera debido cotizar al 48%) era aceptado por Hacienda hasta la llegada de Montoro al ministerio. Que esa práctica habitual, para cobrar colaboraciones en televisión y radio, les supuso millonarias sanciones por algo que les habían recomendado sus asesores fiscales. Todo eso es cierto. Pero ahora está el listón.

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    En la política de símbolos con la que pretende arrancar su mandato Sánchez, dada su precaria situación parlamentaria, quedan pocas opciones para no exigir la dimisión a Huertas. Sobre todo porque el PP le va a recordar, sin tener nada que ver, el caso del ex ministro Soria.

    «Queda por saber si, en la conversación telefónica en la que el presidente Sánchez le ofreció el cargo, el periodista Huerta le confió sus problemas con el fisco»

    Tampoco Podemos va a desaprovechar la coyuntura para exhibir la salida de la dirección de Juan Carlos Monedero, aunque parezca por su actitud que sigue mandando igual y en su caso nunca se haya sabido el origen de los fondos que cobró en su sociedad fantasma.

    Queda por saber si, en la conversación telefónica en la que el presidente Sánchez le ofreció el cargo, el periodista Huerta le confió sus problemas con el fisco. Sabiendo, como sabían los dos, que las biografías de los nuevos ministros iban a ser analizadas con lupa; como, sin duda, debe ser.

    Porque nada tiene que ver la mayor o menor afición a la práctica del deporte, manifestada en las redes sociales y que se ha convertido en motivo de mofa y chanza, con un fraude fiscal según sentencia judicial. Al margen de que, cualquier persona que aspire a ocupar un cargo público debe tener especial cuidado con los mensajes en Twiter. Frases estúpidas se convierten en el verdadero y olvidado relato biográfico de su autor. Que se lo digan a Quim Torra quien no podrá desprenderse nunca del halo de xenofobia y racismo que destilaban sus frases de devoción a unos fascistas.

    Màxim Huerta debería dimitir porque su llegada al poder coincide con el periodo de mayor hartazgo de la ciudadanía ante los reiterados casos de corrupción y coincide también con el inminente ingreso en prisión del cuñado del Rey, y con las sentencias de la Gürtel de Valencia. Y aunque los hechos no sean ni parecidos, la tolerancia en todos los casos debe ser cero.

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