Salomón desarmado, por Luis del Pino

    El rey bíblico no podría ganar fama de sabio en la España actual. Porque si ordenara partir la Nación, para dar una mitad a Rajoy y la otra a Sánchez, tanto Sánchez como Rajoy aceptarían el acuerdo de inmediato

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    Pedro Sánchez y Mariano Rajoy /Wikimedia
    El secretario general del PSOE Pedro Sánchez y el presidente del Gobierno en funciones Mariano Rajoy.

    Seis semanas después del 20-D, España sigue sin gobierno. Y sin visos de tenerlo a corto plazo. La negativa de Rajoy y de Sánchez, esta semana, a presentarse a una sesión de investidura, dilata los plazos para la convocatoria de unas nuevas elecciones, coloca al Rey en una incómoda posición y pone de manifiesto que PP y PSOE no saben moverse en el terreno de la política de pactos propia de las democracias parlamentarias.

    El espectáculo de Rajoy y Sánchez exigiéndose mutuamente que sea el otro el primero que se presente a la sesión de investidura, es ciertamente dantesco. E infantil.

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    Esta pequeña crisis de formación de gobierno está poniendo de manifiesto, asimismo, la podredumbre de nuestro sistema de  partidos. Hasta tal punto se han pervertido los mecanismos de democracia interna, que toda una organización puede llegar a depender de los intereses mezquinos de un solo dirigente.

    En cualquier país europeo, Rajoy y Sánchez se hubieran visto forzados a dimitir como líderes de sus respectivas formaciones tras el varapalo que PP y PSOE sufrieron el día de las elecciones.

    El Partido Popular perdió uno de cada tres votos y uno de cada tres escaños; el Partido Socialista cosechó el peor resultado de su historia. En ambos casos, hubieran debido ser los propios partidos los que pidieran la cabeza de sus fracasados dirigentes, la misma noche electoral.

    Lo que conviene a Rajoy o a Sánchez, no es lo mismo que lo que conviene a PP y a PSOE; y ninguno se preocupa de lo que le conviene a España

    Pero aquí, los intereses personales se anteponen a los de partido y  ambos priman siempre sobre los intereses de la Nación. De modo que nos encontramos en una situación endiablada, en la que lo que conviene a Rajoy o a Sánchez, no es lo mismo que lo que conviene a PP y a PSOE. Y ninguno se preocupa de lo que le conviene a España.

    Rajoy y Sánchez comparten un objetivo: los dos necesitan ser presidente de gobierno, porque de otro modo están muertos políticamente. Al PP y al PSOE les convendría, por su parte, llegar a un acuerdo de coalición que permitiera hacer frente al ascenso de los partidos emergentes. Pero ese acuerdo de coalición es imposible mientras sigan al frente de esas formaciones un Rajoy al que la corrupción ha dejado tocado, y un Sánchez que ha entregado a Podemos el poder municipal.

    La única posible solución sería, por tanto, que PP y PSOE eligieran nuevos líderes que sí pudieran sentarse a negociar un programa de gobierno y que pudiesen presentarse ante los electores con una imagen renovada. Pero ni Rajoy ni Sánchez se van a dejar descabalgar.

    A ese bloqueo se suman las presiones que desde ciertos sectores se ejercen para dinamitar la Constitución del 78. Hace dos semanas, Juan Luis Cebrián lanzaba al PP desde El País una oferta envenenada: el PSOE, decía Cebrián, debería dejar que PP y Ciudadanos gobiernen, pero a cambio de que los populares se comprometan a una reforma constitucional en sentido confederal y laicista. Eso sí, Cebrián exigía la cabeza de Rajoy, consciente de que el electorado socialista jamás podría aceptar que se dejara gobernar de nuevo al jefe de Bárcenas.

    Rajoy es consciente de que la única oportunidad que tiene de revalidar mandato es forzar las negociaciones, de modo que esa “solución Cebrián” se lleve a cabo sin defenestrarlo a él.

    Sánchez sabe que la única vía para llegar a presidente de gobierno es pactar con Podemos, porque  su propio partido, el PSOE, está dispuesto a entregar el gobierno al PP, a cambio de la reforma constitucional.

    Rey Salón. Pintura sobre cerámica de Castelli /Museo de Lille
    Rey Salón. Pintura sobre cerámica de Castelli /Museo de Lille

    Los lectores conocen perfectamente la historia del Rey Salomón: dos mujeres se presentaron ante él, pretendiendo ambas ser la madre de un mismo bebé. Ante la imposibilidad de saber cuál de las dos mujeres decía la verdad, Salomón ordenó que se partiera al nino en dos y se entregara a cada mujer una mitad. Ante esa perspectiva, la verdadera madre saltó como un resorte: “¡No! ¡Dale a ella el nino!”. El Rey Salomón pudo con eso saber cuál de las dos mujeres había engendrado a aquel hijo.

    Rajoy estaría dispuesto a destruir la Nación mediante una reforma confederal de la Constitución, a cambio de conservar su puesto de presidente

    Pero el Rey Salomón no hubiera podido ganarse fama de sabio en la España actual. Porque si ordenara partir la Nación, para dar una mitad a Rajoy y la otra a Sánchez, tanto Sánchez como Rajoy aceptarían el acuerdo de inmediato. Y la jugada de farol de Salomón quedaría desenmascarada.

    Porque Rajoy estaría dispuesto a destruir la Nación mediante una reforma confederal de la Constitución, a cambio de conservar su puesto de presidente de gobierno.

    Mientras que Sánchez pactaría con gusto el derecho de autodeterminación de las comunidades autónomas con la extrema izquierda y los nacionalistas, a cambio de acceder a la Moncloa.

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    Luis del Pino estudió ingeniería de telecomunicaciones, pero desde hace unos años ejerce la labor periodística, habiendo colaborado en este tiempo con numerosos medios. Es autor de diversos libros sobre informática y sobre la actualidad política española. En la actualidad, dirige el programa de tertulia política Sin Complejos, que se emite en esRadio los sábados y domingos de 8 a 11 de la mañana.