El año de 2019 comienza ya con una serie de retos y desafíos enormes en materia de vida, familia y libertades fundamentales en los países de América Latina. Enumero aquí cuatro que saltan a la vista.
1.- Traducir en votos el capital social de los provida y profamilia
Durante 2019 habrá procesos electorales en 11 países de la región, 8 elegirán presidente y 6 renovarán el Poder Legislativo. Este año será, desde el punto de vista político, tan importante como 2018.
Las elecciones presidenciales acontecerán el 3 de febrero en El Salvador, 1 de abril en Antigua y Barbuda, 5 de mayo en Panamá, en mayo también en Dominica, 19 de junio en Guatemala, 27 de octubre en Argentina y Uruguay y también en ese mes en Bolivia.
La renovación legislativa acontecerá en Argentina, Bolivia, Guatemala, Panamá, El Salvador y Uruguay.
Habrá también comicios regionales en 5 estados de México el 9 de junio y en Colombia en fecha por definir. Ambos serán importantes pues serían leídos como una evaluación inmediata de los gobiernos del mexicano Manuel Andrés López Obrador, de izquierda, y del colombiano Iván Duque, de centro derecha.
Del calendario latinoamericano, sin duda alguna, las elecciones argentinas tendrán un peso especial para el movimiento provida y profamilia, luego de la traición de Mauricio Macri, que se presentó como un candidato a favor del derecho a la vida.
Como es sabido, el mandatario argentino terminó siendo un insospechado y sólido aliado del lobby feminista en su reivindicación por la aprobación de una ley que liberara el aborto, sin restricciones, en todo el país.
El año de 2018 fue de significativa visibilidad para dos movimientos que se arrastran de forma capilar por todo el continente: la ola celeste y la protección de los niños ante la dictadura impuesta por la ideología de género
Los provida y profamilia de todos estos países, pero especialmente de Argentina, Bolivia, Colombia, Guatemala, México, Panamá, El Salvador y Uruguay deberán saber traducir el capital social que han adquirido en las batallas culturales y legislativas que han librado.
El año de 2018 fue de significativa visibilidad para dos movimientos que se arrastran de forma capilar por todo el continente: la ola celeste, en favor de la protección del derecho a la vida de los bebés en gestación y la onda bicolor – rosa y azul – que defiende la libertad de educación y la protección de los niños ante la dictadura impuesta por la ideología de género.
Esos movimientos masivos y populares que llevaron millones de familias latinoamericanas a las calles para protestar y defenderse deben ahora materializarse en votos de candidatos a cargos legislativos y al Ejecutivo que defiendan sin ambigüedades ni complejos los valores de esa inmensa marea.
En Uruguay ya hay un candidato a la presidencia así que, además, carga las credenciales de una larga militancia provida y profamilia: Carlos Lafigliola.
2.- Frenar la agenda ‘progre’ y autoritaria de López Obrador
En México, el izquierdista Manuel Andrés López Obrador, candidato del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ganó las elecciones del pasado mes de julio con 53 por ciento de los votos, es decir poco más de 30 millones de mexicanos cruzaron la boleta con su nombre.
Obrador no es un simple izquierdista latinoamericano, un populista razo. Es algo más. Es miembro de la llamada Familia Revolucionaria, una mafia que gobernó el país desde el final de la década de 20 y se dividió en los años 80.
El actual mandatario formaba parte del grupo de radicales que fue marginado del poder en 1987, son los “liberales revolucionarios” que ahora han regresado y tomado el gobierno para sí con el objetivo de refundar el “sistema”.
No es la primera vez que hay una gobierno de izquierda en México. En los años 30 Lazaro Cárdenas impuso un gobierno prácticamente comunista y en los años 70, Luis Echeverria y José López Portillo impusieron un gobierno socialista y estatizante que llevó al país al atraso y la ruina económica y social. López Obrador representa un retorno a esos gobiernos y la restauración de “ese” sistema.
Además, viene en alianza con un grupo de “progresistas” que está impulsando una agresiva agenda lesiva para la vida, la familia y las libertades fundamentales.
Es la denominada “Agenda Sánchez Cordero”, pues quién la encabeza es Olga Sánchez Cordero, exministra de la Suprema Corte y actual secretaria de Gobernación, que pretende legalizar en todo el país el aborto, la eutanasia, el matrimonio homosexual, la perspectiva ideológica de género y el consumo “lúdico” de drogas.
El cuadro se complica porque el Congreso Nacional está controlado numéricamente por Morena y sus aliados, y la única oposición real, que viene del Partido Acción Nacional (PAN) no termina de unificarse y no se atreve a abrazar abiertamente y sin complejos una agenda provalores o “conservadora”.
Las organizaciones ciudadanas tendrán el desafio de ser el factor decisivo para frenar las tentativas autoritarias del Mesías Tropical y su Cuarta Transformación.
El Frente Nacional por la Familia puede, entre otras entidades, jugar un papel relevante, pero para ello tendrá que evitar divisiones internas y generar un articulación eficaz y masiva.
3.- Brasil, una oportunidad de oro
En Brasil, el derechista Jair Bolsonaro, candidato del hasta hace poco insignificante Partido Social Liberal (PSL), ganó las elecciones de octubre con 55 por ciento de los votos, casi 58 millones de brasileños le respaldaron en las urnas.
El excapitán del Ejercito y paracaidista termina con más de veinte años de gobiernos de izquierda: el socialismo edulcorado de Fernando Henrique Cardoso y su Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el socialismo populista y gramsciano del Partido de los Trabajadores (PT) que gobernó el país por casi cuatro periodos con Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva y la exguerrillera Dilma Rousseff.
La corrupción, heredada del PSDB, fue perfeccionada y llevada a límites inimaginables por Lula y el PT. Millones y millones de dólares fueron saqueados del erário público en un país que vivia bajo la hegemonía cultural y política de la izquierda.
Pero esa hegemonía acabó. Lula está en la cárcel y hay – por primera vez en Brasil desde la democratización – un gobierno de centro derecha.
El gran desafio del gobierno Bolsonaro será iniciar una ruptura real y efectiva con el sistema que ha imperado en el país desde 1985. Romper con el poder establecido y desmontarlo progresivamente. Para eso votaron en él una buena parcela de sus electores.
En materia de vida, familia y libertades fundamentales, el nuevo mandatario tiene cinco ministros clave: en Educación, el filósofo y académico Ricardo Vélez; en Relaciones Exteriores al diplomático Ernesto Araújo; en Justicia al juez de la Lava Jato, el mítico Sergio Moro; y en el nuevo ministerio de Mujer, Familia y Derechos Humanos, a la abogada y activista provida y profamilia Damares Alves.
Vélez tiene un ambicioso proyecto para revolucionar la alfabetización de niños y elevar el nivel de la educación básica cortando las ataduras ideológicas a las que ha estado sujeta durante décadas. Quiere que el princípio de subsidiariedad sea eje rector de las relaciones entre el Estado, los profesores y las familias, devolviendo a éstas su papel protagónico en la educación.
Damares anunció que dará visibilidad a los sectores de mujeres que son más marginadas en el país y respaldo integral a las que se encuentran en situación de vulnerabilidad; que combatirá el abuso infantil y que colocará la familia en el centro de las políticas públicas del gobierno.
Araújo dijo que la política externa de Brasil se pautará por los valores y tradiciones de los brasileños, que no se someterá a presiones globalistas ni a la agenda internacional “progresista”: ni aborto, ni género, ni migraciones indiscriminadas, ni ambientalismo estarían entre sus pautas.
Y Moro, que aceptó unirse al gobierno solo si le daban plena libertad para aplicar la experiencia de la Lava Jato si cortapisas, ya anunció una serie de cambios que parece revolucionarán la lucha contra el crimen organizado y la corrupción en el país.
Y estamos hablando de solo cuatro ministros. Si el compromiso de Bolsonaro de romper con el sistema se cumple y desarrolla de forma inteligente, este podría ser el primer gobierno en la región desde que se lanza por un camino inusitado. Y no se trata de cualquier país, sino de un gigante que, al moverse, arrastra.
4.- Venezuela y Nicaragua, las llagas del continente
En este momento, entre las muchas heridas abiertas en Latinoamérica, hay dos llagas que supuran a la vista de todos y exigen remedio: Venezuela y Nicaragua.
En Nicaragua, el sandinista Daniel Ortega y su esposa, se han lanzado a una batalla ciega contra el pueblo. En un año el número de asesinados por el régimen, sobre todo mediante la brutal represión del gobierno, llega a casi medio millar. Hay en torno de 600 presos políticos, una persecución abierta a opositores al régimen con un ensañamiento particular con la Iglesia Católica.
La Organización de los Estados Americanos (OEA) ha iniciado en los últimos días de diciembre de 2018 el proceso de aplicación de la Carta Democrática que puede generar acciones conjuntas de los países de la región para terminar con la violencia del gobierno.
El secretario General de la OEA, Luis Almagro, hizo lo que no pudo o no quiso, hacer con Venezuela hace algunos años, cuando la represión se tornó cínica y descarada. Aún así, el proceso contra el régimen socialista y autoritario de Ortega se puede demorar.
El caso de Venezuela es peor. El país, como es sabido, vive bajo una narcodictadura comunista. El Cártel de los Soles esta enquistado en el Ejercito que es un sólido aliado del tirano Nicolás Maduro. Diversas ramas del crimen organizado alimentan su gobierno, que ha violado todas las normas y requisitos mínimos para la Existencia de un Estado de derecho.
Hay una Asamblea Constituyente, que se impuso como poder Legislativo paralelo, que en realidad funciona como “centro” de poder absoluto donde “el pueblo” legitima dos desmanes de Maduro.
El próximo 10 de enero de “juramentará” como presidente reelecto para un nuevo periodo. Los comicios en los que “ganó” fueron una farsa. La dramática situación económica y social del país generó hasta ahora un éxodo de tres millones de venezolanos. Los que se han quedado son, literalmente, sobrevivientes.
El desafio para la OEA y los países de la región es encontrar mecanismos de presión contundente y salidas eficaces para la redemocratización de los dos países. La actuación de Brasil, Colombia, Chile y Paraguay, y claro Estados Unidos y Canadá, será de capital importancia en ese sentido, pero contará, con certeza, con la oposición del nuevo gobierno de México.
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