Durante estos días, hace ya 77 años, concretamente entre el 10 y el 13 de mayo, tuvieron lugar en España unos trágicos acontecimientos (que produjeron varias muertes) y la destrucción de un importante patrimonio religiosos y cultural. Se conocen históricamente como “la quema de conventos de 1931”.
Ni un mes había transcurrido desde proclamación de la República, tras las fraudulentas elecciones del 12 de abril, cuando una multitud exaltada a la que el Gobierno no supo poner en control, iniciaba en Madrid con la quema de un quiosco, una librería católica y el apedreamiento del Casino Militar de Madrid y el asalto a varias armerías. Al día siguiente, 11 de mayo, el Gobierno tuvo noticias de que un convento de los Jesuitas próximo a la Gran Vía estaba ardiendo. El ministro de la Gobernación Miguel Maura hizo un intento de sacar a la Guardia Civil a la calle para reducir a los revoltosos, pero el resto de los miembros del Gabinete ministerial se lo impidieron. Fue el ministro de la Guerra, Manuel Azaña, quien más se opuso, manifestando– según el propio Maura – que “todos los conventos de España no valen la vida de un republicano”. El conflicto estaba servido.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEn Madrid fueron quemadas o asaltadas 10 iglesias, conventos y centros de enseñanza. Por la tarde, se extendió la ola de horror al sur y este de la península. Córdoba, Cádiz, Sevilla, Granada, Murcia y Alicante y Valencia fueron testigos. Pero lo peor fue en Málaga, donde 43 iglesias, capillas y conventos padecieron similar suerte. Por cierto, entre ellas el Convento de Santo Domingo, que custodiaba entre su valioso patrimonio artístico la talla original del Cristo de la Buena Muerte obra del imaginero barroco Pedro de Mena, datada en 1660 y bajo cuya protección ya se habían puesto los legionarios. Se quemó durante el asalto pudiéndose rescatar únicamente un pie y parte de una pierna. En total fueron devastados hasta 100 edificios religiosos, que presagiaron el más incierto futuro para la recién inaugurada república.
Dirán Vds. que, para qué traer estos tristes y dramáticos acontecimientos a un blog cuyo declarado motivo es la unidad de España y los valores que las FAS aportan a la sociedad. Pues ni más ni menos porque “un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Aforismo que algunos atribuyen a Confucio (siglo V AC) y que 25 siglos después, sigue más vivo que nunca.
En realidad el enfrentamiento real hay que situarlo en el año 1934, con los estallidos revolucionarios en Cataluña y en Asturias
El resto es bien conocido. Yo no les voy a abrumar con cifras de religiosos o seglares asesinados, iglesias destruidas o patrimonio confiscado en los meses que siguieron. Las hemerotecas o cualquier buscador internet le darán buena cuenta de ello. No es creíble que tales desmanes contra la Iglesia Católica surgieran de forma espontánea. Más bien al contrario, surgieron en un clima de inestabilidad propiciado por la irregular manera en que fue proclamada la República el día 14 de abril de 1931, antes de haber finalizado el escrutinio de unas elecciones locales. Lo cierto es que tamaño ataque a las creencias, devociones y prácticas de una inmensa mayoría del pueblo español, indispusieron a muchos del apoyo inicial que se le había otorgado al joven régimen republicano.Y sería, a la postre, una de las causas reconocidas por todos los estudiosos del tema que propiciaría el enfrentamiento violento entre españoles cinco años después. Aunque, como sostiene el historiador Pío Moa, en realidad el enfrentamiento real hay que situarlo en el año 1934, con los estallidos revolucionarios en Cataluña y en Asturias.
A la contienda civil le siguió un largo período de bonanza para la iglesia católica conocido como “nacional catolicismo”, que tras la restauración del régimen monárquico, pasó a ser de “Aconfesionalidad del Estado” manifestada en la Constitución Española (Art. 16) que “garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades”. Manifiesta a continuación que “Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones”. Así se han desarrollado las cosas en los últimos años, en los que los balances de población que manifiestan unas u otras creencias religiosas, o la ausencia de ellas han ido fluctuando. Pero los que se manifiestan católicos siguen siendo una amplia mayoría de la población española. Como demuestran datos estadísticos oficiales.
Contrasta sin embargo, con el desmedido amparo del régimen de libertades que consagra la constitución. Minorías –y no tanto– significativamente femeninas no se han recatado en mostrar públicamente su rechazo a las creencias y enseñanzas de la Iglesia Católica irrumpiendo en lugares públicos de culto y protagonizando las escenas más escandalosas e impúdicas que no hacen más que exacerbar un odio a los sentimientos de una mayoría de la población. Con el pretexto de protestar contra la decidida postura de la Iglesia católica en pro de la vida y por tanto contra el aborto, en defensa del matrimonio entre un hombre y una mujer, o de la enseñanza de la religión; han ofendido los más íntimos sentimientos religiosos de esa mayoría voceando eslogans tan comedidos como: “vamos a quemar la Conferencia Episcopal“, “el Papa no nos deja comernos las almejas”, “menos rosarios y más bolas chinas”, “contra el Vaticano poder clitoriano”, “sacad vuestro rosarios de nuestros ovarios” o el más explícito ”arderéis como en el 36″, coreado durante el asalto a la capilla de la complutense, por el que fue denunciada y enjuiciada la actual concejal del Ayuntamiento de Madrid Rita Maestre, aunque tras dos apelaciones, fue definitivamente absuelta. No se ha visto actitudes similares ante otras confesiones religiosas que cercenan la libertades, especialmente de las mujeres. Buen reflejo de ese fervor, incluso entre los jóvenes fueron los actos conocidos como la Jornada Mundial de la Juventud 2011, organizada por la Iglesia Católica y que en aquel año tuvieron su sede en Madrid, presidida por el papa Benedicto XVI. Aunque tuvo ¡como no! su contrarréplica por parte de organizaciones laicistas amparadas por partidos de la más extrema izquierda con o sin representación parlamentaria, fueron muy pronto acalladas por el civismo, la moderación y educación de los más de dos millones de personas que tomaron parte en tales eventos.
La religión es ante todo, compasión y consuelo
Últimamente han fijado su objetivo en la desacralización del Valle de Los Caídos, obra que el Generalísimo Franco ordenó construir al año de finalizar nuestra “incivil” guerra de 1936-39, con el propósito de que bajo los muros de su basílica, se diera sepultura a los muertos de aquella contienda sin distinción del bando en el que habían combatido. Construido entre 1940 y 1958, con la participación de obreros libres y un número muy inferior de penados que en aquel momento optaban por el sistema de “redención de penas por el trabajo”. Y sin coste alguno para las arcas públicas, ya que el monumento fue totalmente sufragado por suscripción pública, donativos y con sorteos extraordinarios de la Lotería Nacional. Así fue reconocido por el Papa Juan XXIII, quien en el año 1960, otorgó a la iglesia el titulo de Basílica Menor, declarándolo “Templo Votivo del Perdón”, dedicándole estas palabras: “Este monte sobre el que se eleva el signo de la Redención humana, ha sido excavado en inmensa cripta, de modo que en sus entrañas se abre un amplísimo templo, donde se ofrecen sacrificios expiatorios y continuos sufragios por los Caídos en la guerra civil de España, y allí, acabados los padecimientos, terminados los trabajos y aplacadas las luchas, duermen juntos el sueño de la paz, a la vez que se ruega sin cesar por toda la nación española”.
Más de 33.000 restos se honran en el templo, a ambos lados del altar mayor, sin distinción de bando, insisto. Todos merecen el mismo respeto. Tienen todos sus deudos el legítimo derecho de reclamar a los suyos. Háganlo si así les conviene. Pero dejen al resto descansar en la paz de esos muros de roca. No se ensañen persiguiendo al inspirador de tan piadosa obra más allá de la tumba. No desenterremos de nuevo ni el odio ni el revanchismo Dejemos que los que se enfrentaron en vida y la perdieron descansen juntos en paz. Y dejemos enterradas de una vez por todas a las dos Españas.
Y sobre todo dejemos a la Iglesia en paz. La religión es ante todo, compasión y consuelo. Es un sistema de mitigar la angustia humana ante los grandes enigmas de nuestra existencia –de dónde venimos y a dónde vamos– articulado en torno a organización, jerarquía, principios, valores y sentimientos que, si se ven atacados innecesaria y arbitrariamente, pueden desbordarse de forma exponencial. Como en el 36.
¿De verdad es lo que queréis?
* Texto de Adolfo Coloma
*Este artículo aparece originalmente en el Blog del General Dávila.