La Audiencia Territorial de Scheswig Holstein (Alemania) no observa delito de rebelión al no percibir violencia y deja el libertad con fianza a Puigdemont. Jarro de agua fría. Los ‘indepes’ descorchan el cava y los constitucionalistas se preguntan si la UE nos está dando la espalda.
Más bien la pregunta es si España se toma en serio a sí misma. Si la respuesta es negativa, ¿por qué deberían de respetarnos los europeos? La democracia española lleva décadas ‘pasteleando’ con sus enemigos. Veamos. En 1993 Felipe González elimina del Código Penal el delito de rebelión sin violencia, motivo por el que estamos como estamos. Relaja tensión con los nacionalistas con una cuestión técnica a ver si le aprueban los presupuestos. Fracasa.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDespués Aznar contrarresta introduciendo el delito de convocatoria de referéndums ilegales. Pero Zapatero lo elimina en un gesto para congraciarse con los nacionalistas. De nuevo, fracaso.
Ahora Rajoy pone en marcha la operación diálogo mientras los mossos trataban de armarse como un ejército y la Generalitat se dotaba de estructuras de Estado
El referéndum del 9N fue posible porque el gobierno de la Nación pactó con los nacionalistas una ‘butifarrada’. Lo que pasó después, ya lo sabemos. El gobierno dijo que ‘nunca mas’, pero pronto regresó do solía…
Ahora Rajoy pone en marcha la operación diálogo mientras los mossos trataban de armarse como un ejército y la Generalitat se dotaba de estructuras de Estado. Nuevo fracaso. Rajoy hace “lo que no quería hacer”: aplicar el 155. Luego PP y ERC negocian tratando de formar gobierno para ‘desatascar’ la situación…. Y por si no fuera suficiente, la Fiscalía pide la excarcelación de Forn a ver si las aguas vuelven a su cauce.
La explicación de tan reiterado fracaso está en el propio sistema que prima electoralmente a los nacionalistas y les convierte en llave de la gobernabilidad. Reformarlo es sencillo: basta voluntad política de independizarse de quienes quieren dinamitar al sistema desde dentro. Una reforma de la Ley Electoral que exigiera tener presencia en la mitad del territorio, por ejemplo, sería suficiente para dejar a los nacionalistas en su sitio: la política local.
Pero llevamos 40 años parcheando de fracaso en fracaso. Y si insistimos llegaremos a la derrota final. La reforma de la Constitución que algunos pretenden -y que el Consejo de Estado ‘bendijo’ irresponsablemente en el 2006- nos convertiría en un Estado confederal. En ese momento, cuando un territorio se levante de la mesa y diga “adiós, muy buenas” no tendremos herramientas para impedirlo.
Y quizás no esté tan lejano. Puede ofrecer unos años de ‘apaciguamiento’, pero nos lleva irremediablemente a la voladura de la nación.
La independencia judicial puede que nos ofrezca un paréntesis. Pero la tendencia es la que es salvo que ajustemos con voluntad y valentía el sistema. ¿Alguien está dispuesto?