¡Ay mi bandera!, por el general Dávila

    Hoy hace 85 años que la Segunda República cambió la bandera introduciendo el color morado, con manifiesta falta de rigor histórico, y el deseo de dividir y enfrentar. Lo cuenta el general Rafael Dávila

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    La bandera de España constitucional (izquierda) y la republicana (derecha)

    En mi anterior artículo La república que viene les comentaba el origen de la bandera impuesta por la Segunda República y la intención que aquel cambio encerraba. Hoy 28 de abril se cumplen ochenta y cinco años de aquel decreto de la Presidencia por el que se adoptaba la bandera tricolor como nueva bandera nacional.

    Les decía que el nuevo régimen despreció al Ejército, combatió sus tradiciones, humilló a sus mandos y cambió su bandera. El cambio de bandera era una sutil maniobra  contra la historia y algo más. De bandera nacional a bandera partidista.

    Algunas personas creen que La Sexta da información.

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    La bandera inventada, sin el más mínimo rigor histórico, por la Segunda República era usada en algún casino republicano, aunque no representaba nada ni a nadie y prueba de ello es la confusión y los errores históricos que se cometieron con su adopción.

    Conviene recordar que durante la Primera República se dispuso la supresión de todos los símbolos reales de los escudos e incluso se proyectó adoptar una nueva bandera tricolor, roja, blanca y azul, mediante un proyecto que parece ser surgió en Cataluña usando los colores fundidos de tres facultades catalanas. También se cuenta que se quiso introducir el color morado por ser el que llevaba la banda de los concejales madrileños. Finalmente se rechazó cualquier enmienda y siguió siendo bandera nacional la oficial de siempre.

    Suele ocurrir que cuando la intención es mala, malo es el resultado.

    «Se conservan los dos colores y se le añade un tercero, que la tradición admite por insignia de una región ilustre, nervio de la nacionalidad, con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la armonía de una gran España», decía el Decreto de imposición de la nueva bandera con la Segunda República, que añadía el tercer color en su banda horizontal inferior: morado oscuro.

    En la Segunda República confundieron el color rojo carmesí del pendón de Castilla con el morado, que nunca fue usado en Castilla

    Cuando el decreto habla de insignia de una región ilustre se está refiriendo a Castilla confundiendo el color de su pendón rojo carmesí por el morado nunca usado en Castilla, que se haya demostrado, ni por los comuneros. Lo que sí parece es que asociaron y creyeron que los colores de la bandera de España eran los de la corona de Aragón.

    Les daba igual, el caso era enarbolar lo suyo, enfrentar, sabiendo eso sí, que una bandera es algo más que un simple trapo al viento y que enarbolar una bandera es el símbolo del ganador. Era su primer gesto.

    Canto a la Bandera de España compuesto por Sinesio Delgado en 1906
    Canto a la Bandera de España compuesto por Sinesio Delgado en 1906

    El origen de nuestra bandera, algo que por cierto convendría enseñar en los colegios, institutos y centros de formación, surge con Carlos III a raíz de las confusiones que se producían en la mar al enarbolar las distintas naciones sus banderas, casi todas de color blanco, no distinguiendo con claridad el navío amigo del enemigo. El Rey eligió un modelo visible a distancia, uno para la Marina de Guerra y otro para la Mercante. Sus colores fueron el encarnado y el amarillo.

    «Para evitar los inconvenientes y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia, puede ocasionar la Bandera Nacional de que usa mi Armada Naval y demás embarcaciones españolas, equivocándose a largas distancias o con vientos calmosos, con las de otras naciones, he resuelto que en adelante usen mis buques de guerra de Bandera dividida a lo largo en tres listas, de las que la alta y la baja sean encarnadas y del ancho cada una de la cuarta parte del total y la de enmedio amarilla, colocándose en esta el escudo de mis Reales Armas reducido a dos cuarteles de Castilla y León con la Corona real encima…».

    Fue bajo el reinado de Isabel II cuando se amplió el uso de la bandera bicolor al Ejército de Tierra procediéndose así a unificar la Bandera española. Hasta que llegó la Segunda República e izó el enfrentamiento. Ese era el color de su bandera y la intención final; y lo sigue siendo: el enfrentamiento.

    Vivimos de leyendas callejeras y construimos la Historia a gusto del consumidor. Se lo voy a repetir por si no lo he dejado claro. Aquel nuevo régimen, el de la Segunda República,  despreció al Ejército, combatió sus tradiciones, humilló a sus mandos y cambió su bandera. Y nada ha cambiado. Sigue siendo la bandera del enfrentamiento y la división.

    Cinco años duró aquella bandera. Cinco años convulsos y de pocas libertades a pesar de la normalidad, prosperidad y progreso con lo que nos intentan engañar.

    Volvió la bandera rojigualda. De nuevo se cuenta mal la Historia. No fue Franco quien recobró aquel símbolo nacional.

    Era el día 15 de agosto de 1936, acababa de terminar la procesión de la Virgen de los Reyes, cuando en la plaza de San Fernando el alcalde de Sevilla Ramón de Carranza y el general Queipo de Llano izaban en el Ayuntamiento la Bandera de España, la roja y gualda. Mientras, la gente allí congregada cantaba la popular copla:

    Colores de sangre y oro

    lucen en nuestra bandera,

    no hay oro para comprarla

    ni sangre para vencerla.

    Gonzalo Queipo de Llano, general del bando nacional durante la Guerra Civil
    Gonzalo Queipo de Llano, general del bando nacional durante la Guerra Civil

    Aquel acto no era espontáneo ni exclusiva responsabilidad  de las autoridades militares sevillanas, sino autorizado por la Junta de Defensa Nacional de Burgos, que previamente había tomado la decisión de restablecer la bandera bicolor roja y gualda como bandera de España. Así fue aprobado días más tarde mediante Decreto número 77 de 29 de agosto.

    Alguno olvida que el espíritu es la más colosal potencia de este mundo

    España cuenta con una larga y gloriosa historia que nos ha llevado a levantar nuestra bandera en todos los rincones del mundo. De ser un instrumento militar que se llevaba al combate en tiempos remotos ha pasado a tener un profundo sentido espiritual. Alguno olvida que el espíritu es la más colosal potencia de este mundo. Por eso los que quieren dividir saben que ese es el primer elemento al que tienen que atacar y que su supresión o cambio es signo de victoria.

    Pero la bandera no es un símbolo de enfrentamiento sino de unidad, paz y concordia y para ello debe enseñarse su significado, sus orígenes y su historia a las futuras generaciones. La bandera y el himno son el símbolo de la soberanía y tienen el valor de ser la representación de todos los ciudadanos. Símbolo de una nación, no de un grupo ni de ningún partido.

    El lenguaje de las banderas es el de la dignidad de cada nación, el de su historia, el de sus encuentros y también sus diferencias, pero es un lenguaje respetado en todas las naciones del mundo porque están por encima de los caprichos e ideologías individuales o partidistas.

    Decía aquel pasodoble de Las Corsarias que tanto y tan pronto caló en el pueblo llano y que hoy se sigue cantando:

    Banderita tú eres roja,

    banderita tú eres gualda,

    llevas sangre llevas oro,

    en el fondo de tu alma.

     

    El día que yo muera,

    si estoy lejos de mi Patria,

    solo quiero que me cubran,

    con la Bandera de España.

     

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