En Nochevieja ponen en un canal de televisión La jungla de cristal: Bruce Willis (entonces con pelo) se enfrentaba a una docena de terroristas alemanes que habían tomado un rascacielos de Los Ángeles, el Nakatomi Plaza.
Una película que en 1988 cambió el género de acción. En vez de tipos musculosos en una selva, el protagonista era un hombre normal en una metrópoli. En vez de una misión contra un tirano o un capo de la droga, el impulso del héroe es la salvación de su esposa.
Las películas que emiten las televisiones en Navidades ensalzan el malvado capitalismo
Bueno, pues resulta La jungla de cristal aparece en una lista de películas que ha elaborado una columnista de The Guardian (que es como El País en Gran Bretaña) que se suelen emitir en Navidades. El título ya es la habitual queja de la joven generación de maleducados que está convencida de que sus frustraciones nos interesan a los demás: ‘Todo lo que quiero para Navidad es una película que no ensalce el capitalismo’.
Y el subtítulo es todavía mejor: ‘Desde el Mago de Oz a La jungla de cristal, las películas que vemos en estas fechas no tienen espacio para la socialdemocracia’.
La periodista da una lista y al final añade Die Hard. Según ella se trata de “una fábula sobre lo que ocurre cuando una mujer acepta un ascenso profesional: su oficina la vuela por los aires Alan Rickman. Ella sobrevive gracias a los puños de su marido, pero queda tan avergonzada que vuelve a usar el apellido de éste”.
En las películas socialdemócratas, nadie mata a nadie. Son grupos humanos diversos en las que los protagonistas intercambian recetas de quinoa y se unen para hacer cerámica.
¡Y a continuación el Guardian te coloca un anuncio pidiendo una libra esterlina para que puedas seguir leyendo joyas del pensamiento como la anterior! Como dice el protagonista de Ford Fairlane (otra película amenazada por las guerreras del feminismo): “¡Tantos gilipollas y tan pocas balas!”.
Mensaje progre: el hombre que arriesga su vida para salvar a su mujer es un machista
Recuerdo lo bien que nos lo pasamos en el cine (ya desaparecido, como todos a los que fui en mi juventud) en el que un amigo y yo vimos La jungla, ¡y no sospechábamos que estamos recibiendo un mensaje subliminal contra la independencia laboral de las mujeres!
Así que el hombre que arriesga su vida para que no muera su esposa es un machista…
Vale. En el próximo ataque de zombis, las chicas van a tener que aprender a usar escopetas, hachas y martillos, y a correr sin tacones. Nosotros ocuparemos un cuartel militar protegido por minas, amontonaremos cervezas, patatas fritas y pizzas congeladas para alimentarnos mientras vemos docenas de esas películas en las que las mujeres solo gritan.
Bromas aparte, he aquí otro testimonio de los incontenibles deseos de censura que conmueven a los progres.
¿Se cree usted, querido lector, que no van a retirar estas películas de las programaciones? Permítame que me ría. La manipulación es tal que ya se ha borrado al canalla de Kevin Spacey de su última película. No es que me apene la suerte de ese violador en serie, pero el método bolchevique de hacerlo desaparecer me aterra. Porque dentro de poco bien puede pasarle lo mismo a Clint Eastwood, a ¡Qué bello es vivir!, al obispo de Alcalá de Henares, a usted o a mí.
Otro amigo me dijo, con razón, que hoy sería imposible una serie de televisión como la de House: ¡un médico que desprecia a sus pacientes y se ríe de sus compañeros de trabajo! Hoy sería enterrado por demandas judiciales y tendría que flagelarse en público para purgar todas sus fobias.
En España unos vecinos se sienten ofendidos porque un cañón colocado en una rotonda es de un modelo alemán
En esa sucursal del Imperio Progre que es España, el ridículo es, literalmente, de otro calibre. La alcaldesa Manuela Carmena pidió al Ministerio de Defensa que retirase de una rotonda un cañón antiaéreo de modelo alemán, el famoso 88 que sale en tantas películas, porque, el Gran Arquitecto nos ampare, era un arma nazi (se fabricó en Asturias en 1940) y algunos vecinos se sintieron ofendidos. El Ministerio, dirigido por el PP, corrió a hacerlo.
¡Qué harto empiezo estar de esas personas tan sensibles que se ofenden por una palabra o un pensamiento como la princesa del cuento de Grimm sentía el guisante bajo los colchones!
¡Qué idiotas nos hemos vuelto los occidentales… al menos parte de ellos!
Propósito para 2018: encontrar algo que me permita estar permanentemente ofendido y obligar a la humanidad a pedirme disculpas.
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