En líneas generales, los mensajes de Navidad de Felipe VI resultan mejores, más convincentes y más creíbles que los de D. Juan Carlos, sobre todo los últimos de éste, cuando su conducta personal contradecían sus palabras.
Entre los aciertos de esta Navidad son destacables:
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahora1. El Palacio Real. Haber elegido ese escenario demuestra que el monarca no se avergüenza ni del papel de la Corona, ni tampoco de su historia. Y eso se agradece en el año de Podemos, las banderas republicanas dando la bienvenida a Iglesias la noche del 20-D, y Navarra eliminando a los reyes de los Premios Príncipe de Viana.
Frente a los maricomplejines de una derecha sofronizada por el arriolismo, y una izquierda envalentonada y montaraz tenemos a un rey sin complejos.
Y no sólo por razones éticas, sino también estéticas. Frente a la zafiedad, el desaliño indumentario, y la agresividad de los podemitas (toda una declaración de intenciones); la elegancia, el buen gusto y el respeto por los demás de un Rey y un Palacio magníficos.
2. Oportuna y valiente advertencia a secesionistas y a rupturistas. El independentismo catalán ha hecho explícita su amenaza y Podemos les ha reído las gracias dando alas un referéndum. Y el propio Pablo Iglesias ya ha dejado claro que si llega al poder cambiará las reglas del juego constitucional. De forma implícita, el rey Felipe les ha marcado el límite: «la imposición de una idea o de un proyecto de unos sobre la voluntad de los demás españoles, solo nos ha conducido en nuestra historia a la decadencia, al empobrecimiento y al aislamiento».
Y ha recordado las inquietantes consecuencias que ya ha tenido en nuestra Historia: «Ese es un error de nuestro pasado que no debemos volver a cometer»
3. La apelación al entendimiento, la convivencia y la concordia en democracia y libertad. El mejor legado de la Transición (con sus aciertos y errores) fue el espíritu de concordia, la apuesta por la convivencia, que el guerracivilismo del PSOE, el rupturismo de Podemos y la pulsión secesionista de los nacionalismos ponen ahora en cuestión.
Por eso, se agradece que Felipe VI afirmara que respetar la Constitución es «defender la convivencia democrática aprobada por todo el pueblo español, es defender los derechos y libertades de todos los ciudadanos».
Pero junto a aciertos, el discurso del rey adolece de defectos y carencias. Son éstas:
1. Comenzó deseando no «Feliz Navidad», sino «Felices Fiestas». Es decir, desaparece el significado de unas fechas que quedan en carnavalada sin esa vinculación a lo trascendente. ¿Anecdótico? No tanto, teniendo en cuenta que se trata un discurso institucional donde está medido todo el detalle (desde el escenario hasta al color de la corbata). Tradicionalmente siempre se ha dicho «Feliz Navidad» o «Felices Pascuas», lo de «Felices Fiestas» suena a anuncio publicitario de grandes almacenes o a complejo para no ofender a nadie. Mal empezamos.
El rey se ha dejado llevar por una corrección política ridícula e incluso un poco trasnochada. La prueba es que el premier británico David Cameron ha vuelto a referirse, por segundo año consecutivo, a las raíces cristianas del Reino Unido en su mensaje de Navidad «Como país cristiano, debemos recordar que su nacimiento (de Cristo) representa la paz, la misericordia, la buena voluntad y, sobre todo, la esperanza». Y ha vuelto a remarcar que lo que se celebra no es el solsticio de invierno sino el “nacimiento del hijo de Dios, Jesucristo, el príncipe de la paz»
El rey elude hablar del motor cristiano de la singularidad histórica de España y lo sustituye por el concepto de ‘cultura’
2. Ensalzó la singularidad de España en la Historia universal, pero se dejó en el tintero el por qué de esa singularidad: la raíz cristiana. Si España culmina la Reconquista y se lanza a descubrir y evangelizar América –dos proezas únicas en el devenir de la Humanidad- no es por razones geoestratégicas, sino netamente cristianas como han apuntado Claudio Sánchez Albornoz, Madariaga o Julián Marías.
Pero Felipe VI no menciona ni una sola vez ese motor cristiano que explica el papel jugado por España y lo sustituye por «cultura»: «Una gran nación definida por una cultura que ha traspasado tiempos y fronteras, por las artes y por una literatura universal, enriquecida por nuestra lengua común, junto a las demás lenguas de España, que también explican nuestra identidad».
3. Puso al mismo nivel el bluff del cambio climático que la amenaza yihadista. Entre los desafíos a los que se enfrenta Europa y Occidente destacó el yihadismo, un amenaza muy real y muy seria y, al mismo nivel, algo tan poco serio y tan discutible como el cambio climático, lo que demuestra la falta de rigor del Rey o de los asesores que le han escrito el discurso rindiéndose a este otro dogma de lo políticamente correcto, urdido por los calentólogos, los antisistema y otros sofistas.
4. Se olvidó de las víctimas del terrorismo. A diferencia de su padre, D. Juan Carlos que solía tener palabras para ellos, D. Felipe los ha tratado como españoles de segunda al no mencionarlos. Es verdad que hace años que no hay atentados, pero no es menos cierto que las víctimas han sido traicionadas primero por el Gobierno de Zapatero y luego por el de Rajoy al permitir que los proetarras lleguen a las instituciones y lleguen a gobernar en ayuntamientos como el de Pamplona. Y es evidente que un Podemos emergente y crecido va a dar alas a éstos últimos.
No mencionó a la célula básica de la sociedad, la familia, ni reconoció su papel crucial
5. Ni una palabra sobre la familia. Habló de “entendimiento”, “diálogo”, “unidad”, “Constitución”, y eso está muy bien. Pero no mencionó ni una sola vez a la célula básica de la sociedad, la familia, que es la que más ataques está recibiendo por parte de los poderes públicos –en forma de expolio fiscal- y de la ideología de género –en forma de ataque al matrimonio y de adoctrinamiento gay en los colegios-.
La familia es anterior al Estado, la Constitución, la Unión Europea, y es el motor de la economía y la sociedad de un país. Pero los poderes públicos no sólo no reconocen el papel crucial que juega sino que se empeñan en acosarla y destruirla. Por eso se echa de menos alguna alusión a la familia por parte del rey (¿Cómo era? ¿de todos los españoles?).