Pablo Casado ha cerrado la convención del Partido Popular con un discurso magnífico, en el fondo y en las formas. El aspecto formal es esencial, en este caso. Ha sido un discurso sin leer, que demuestra que Casado no sólo conoce las ideas que expresa, sino que se las cree.
Es un discurso oportuno. Pablo Casado ha pisado la cuerda floja que lleva del PP de Mariano Rajoy al suyo con seguridad y sin mirar abajo, y no era fácil. Casado dijo que con él no perdía nadie, haciendo ver que no orillaría al grupo humano que contribuyó al hundimiento político y moral de España bajo la guía de Mariano Rajoy. Al fin y al cabo, estaba él también. Por un lado, necesita hacer que el PP sea “su” PP, y ello exige dejar caer algunos nombres y sustituirlos por otros. Es una cuestión de pura supervivencia política.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl momento más comprometido de su joven liderazgo del partido fue el acuerdo de renovación del CGPJ, y sé por fuentes internas que es una bomba de relojería elaborada en el rajoyato por Rafael Catalá. Bien, pues ya lo ha quitado de en medio. Por otro lado, abrir un frente en su propio partido lo distrairía de sus tareas más urgentes. Además, uno de los puntos más importantes de su discurso es que el PP es (dice él) un partido para todos los españoles, sin exclusiones. Y sería contradictorio que siguiera en su propia formación una política contraria a ese espíritu. Está operando un cambio decisivo, pero no traumático. Y está afirmando su liderazgo sin perder su discurso, sino todo lo contrario.
No lo tiene fácil. El PP no es su partido. Él es sólo el líder y no es mucho decir incluso en estos días en que los partidos apenas existen y se mimetizan con el líder. Su predecesor tiene a sus minions ocupando casi toda la organización, y él acaba de llegar. El poder autonómico no está en hombres de su entera confianza. Ni siquiera Moreno Bonilla, a quien le ha hecho presidente Pablo Casado (él ha hecho la campaña). Y mucho menos Alberto Núñez Feijóo, que necesita tener un discurso antitético al de Casado para mantener su poder en Galicia. Si Pablo Casado mantiene el poder en la organización, y va dejando de lado al viejo y corruptísimo PP de Mariano Rajoy paso a paso pero sin remisión, tendremos líder del centro derecha para rato. Si no, le espera la Santa Compaña, como le dicen en Galicia, con sus capirotes y sus luces en mitad de las tinieblas.
Entre Vox y la Santa Compaña, Pablo Casado tiene una oportunidad, una sólo, de reconstruir el centro derecha en España
Y el fondo. Ha trazado un discurso en el que casan sin dificultad la defensa de España y sus instituciones, la de la libertad y la necesidad de una convivencia sin extremismos ideológicos. España es una realidad histórica y un hecho moral. Es un país histórica y culturalmente muy rico, y sobre el que podemos volcar nuestros proyectos para hacerlos realidad. Para que eso ocurra, para que los ciudadanos hagamos España con nuestras aportaciones, pequeñas individualmente pero grandes en conjunto, necesitamos que prevalezca el Estado de Derecho y que podamos actuar con libertad. Y eso es lo que propone Casado: Libertad dentro de la ley, que es exactamente lo contrario de los grandes movimientos de cambio social propuestos por la izquierda. Lo primero es razonable y moderado, literalmente moderado en el ejercicio político, y lo segundo es extremista. Lo primero es integrador, y lo segundo polarizador.
Lo más llamativo no es que Casado haya armado con congruencia un discurso con los elementos definitorios del Partido Popular. Lo descollante es su apuesta, reflexionada y madurada, por ampliar la libertad de los españoles: “Cuando lleguemos al gobierno, quiero hacer la mayor devolución de espacios de libertad que haya hecho nunca nadie en España”. Y realmente, no necesitamos más. Nosotros sabemos cómo mejorar nuestras vidas y los políticos también; también saben cómo mejorar las suyas, a nuestra costa. Es la declaración políticamente más ambiciosa hecha nunca por un líder de un gran partido en España.
Y tiene razón cuando dice que la izquierda no teme al radicalismo del Partido Popular, que no existe, sino que nos teme a nosotros, a los españoles en libertad. Ningún bien moral puede ser mayor que ese, el de nuestra libertad en todos los ámbitos de la vida. Y por eso están bien encaminados los diez puntos de su programa político: rebaja de impuestos, rebaja y modernización de la administración, libertad educativa, independencia judicial, promoción de la libertad en el mundo…
Si Mariano Rajoy hubiese asumido este discurso, nunca habría habido un Vox. Sí Ciudadanos, un partido más necesario hoy que nunca si da el paso de convertirse en la palanca de una izquierda racionalista y nacional, pero no Vox.
Pero Vox existe y, como sugiere Francisco José Contreras, hace una labor de Pepito Grillo. Pero parece que hay más espacio para el partido de Abascal, además de esperar a recibir los votos despreciados por un futuro Rajoy. La estabilidad institucional, la continuidad histórica de España y la libertad personal forman parte del ideario del nuevo PP. Pero hay cuestiones sociales que generan un debate dentro del partido y que en Vox por el contrario son un factor de unidad.
Entre Vox y la Santa Compaña, Pablo Casado tiene una oportunidad, una sólo, de reconstruir el centro derecha en España.